Luis Gómez Llorente: saludo a la corriente Izquierda Socialista
Intervención de Luis Gómez Llorente, uno de los fundadores de la corriente, en el 20 aniversario de Izquierda Socialista-PSOE. Abril 25, 2006
Compañeras y compañeros:
Todos los aquí presentes comprenderán que es para mi sumamente emotivo venir hoy a esta casa para saludar a los compañeros de Izquierda Socialista. Tan emotivo es que decidí traer por escrito mi intervención para que el texto embride al sentimiento. Como se simboliza en la imagen platónica de los caballos alados, que la razón lleve siempre las riendas evitando que se desboquen los sentimientos.
Permítaseme, sin embargo, expresar con moderación el afecto personal a todos los antiguos compañeros aquí presentes; mi profunda simpatía por el dificil esfuerzo que ha sostenido y mantiene la comente Izquierda Socialista, e incluso que evoque con cariño a aquellos que ya no están entre nosotros, como Joaquín Martínez Yorman, o Manuel Sánchez Ayuso, y también a los que se distanciaron de nuestras filas encontrando alojamiento en otros ámbitos de la izquierda -con los que a veces disentimos- y con los que, pese a todo, nos liga el recuerdo de el haber estado siempre del mismo lado en la batalla social, habiendo compartido en su día tantas labores y esperanzas.
Esperáis probablemente que diga algo sobre el socialismo puesto que sino carecería de sentido comparecer en esta reunión, pero me perdonareis que no pronuncie palabras circunstanciales, porque acerca de la circunstancia política inmediata cualquiera de vosotros que estáis activos en la acción política cotidiana, y en la vida orgánica del Partido, sabéis mil veces más que cuanto yo pudiera deciros.
Dedicaré en cambio los minutos restantes de esta breve intervención a reiterar cuatro. ideas que son signo de nuestra identidad colectiva.
Acaso este testimonio pueda servir como un punto de referencia más en vuestras reflexiones. Al fin y al cabo, saber donde estamos ahora cada uno también dice algo de la trayectoria de la Corriente en su conjunto.
Mirad: Pablo Iglesias creó dos organizaciones con un solo y el mismo fin: la emancipación de la clase trabajadora. Estas son el Partido Socialista Obrero y la Unión General de Trabajadores. Tan socialista se es luchando por aquel ideal en el Partido como en la Unión.
Algunos, que iniciamos temprano nuestra vida civica reorganizando las Juventudes Socialista allá por los últimos años cincuenta, encauzarnos luego nuestra militancia preferente en el Partido, habiendo desembocado finalmente en poner nuestros conocimientos y lo mejor de nuestros afanes al servicio de nuestro sindicato.
Más todavía que escribir artículos o folletos por encargo de la FETE, me complace llevar por la calle una bandera de UGT en la manifestación de cada 1° de mayo.
Hay un motivo por el que los socialistas de viejo cuño nos sentimos muy a gusto en los sindicatos: Los partidos pueden evolucionar hacia el interclasismo, y hacia una praxis política contemporizadora con los poderes económicos, así como con la estrategia internacional de las potencias hegemónicas, y a veces -preciso es reconocerlo- no tienen otra alternativa. (Son los condicionantes de una estrategia que pugna por ser mayoría en la democracia liberal parlamentaria). Pero. los sindicatos son siempre, por definición, organizaciones de la clase trabajadora. Son inexorablemente y mientras existan, los más legítimos herederos y continuadores de cuanto significa en la historia el Movimiento Obrero. La tarea sindical no es otra sino la defensa de los intereses de la clase trabajadora, sea frente a la patronal, sea ante el Gobierno del Estado.
Pueden existir ciertamente sindicatos que aún siendo. organismo de los asalariados, sean infieles a la solidaridad de clase, y a estos les llamamos amarillos o corporativos. Pero la UGT nunca fue corporativa; sigue siendo en eso como la creó Pablo Iglesias, un sindicato de clase al que nunca -compañeros- debemos marginar de nuestros planteamientos y de nuestras actividades.
He mencionado “socialistas de viejo cuño”, y aclaro: Con ello no me refiero a cuestiones generacionales, no depende de la edad. Entiendo que son socialistas de viejo cuño los que creen que aún cuando ahora se utilice un lenguaje edulcorado para describir los fenómenos sociales, un lenguaje tan técnico y tan sociológico que a veces resulta encubridor o desorientador, la explotación subsiste, la contradicción de intereses - llámesele como se quiera- está ahí, que la dominación de unos pueblos por la prepotencia de otros es inocultable, así como que la llamada exclusión y marginalidad en nuestras sociedades, o el hambre del mundo, serían evitables mediante el uso planificado de los recursos disponibles.
Un financiero inteligente y experimentado como George Soros, que no ha olvidado su formación intelectual originaria centroeuropea, no tuvo inconveniente en su más famosa obra (”La Crisis del Capitalismo Global”. 1999, Pag. 136) de citar a Carlos Marx, elogiando en este punto su certera predicción de que el sistema capitalista acabaría penetrando hasta el último rincón del planeta, y hasta el último aspecto de la actividad humana susceptible de ser mercantilizado.
Y el propio Soros llama la atención sobre los devastadores efectos que para la cultura y para la moral tiene la mercantilización integral de la vida, esto es la imposición de los valores mercantiles y de las reglas del mercado como criterios superiores que de hecho rijan toda la vida social.
Si cada cual se mueve habitualmente -como es ley del mercado- por el impulso de dar lo mínimo a cambio de obtener el máximo lucro o beneficio posible, la desintegración moral y social está tan asegurada, como el triunfo darwiniano de los más aptos para competir.
Especialmente debe preocupamos que el pensamiento y el gusto queden cada vez más subordinados y condicionados por las manipulaciones del mercado, sometidos a las exigencias de los intereses mercantiles.
Esto afecta a la investigación, a la producción estética y literaria, a la conducción del gusto para que se encauce como demanda de unos determinados consumos; a la idea misma de felicidad que conviene imprimir en las grandes mayorías a fin de que se sostenga un modelo de desarrollo económico a cualquier costo.
Mucho debiera preocuparnos, pongamos por caso, que so capa de vincular la Universidad -sede de la investigación y formación de las élites-a la industria y las corporaciones sociales, haciendo depender la orientación de los estudios y de la investigación de los intereses y de la financiación de esas entidades extrauniversitarias, no acabe padeciendo en su más profunda esencia la autonomía universitaria entendida como garantía del libre pensamiento y de la libre investigación.
La privatización de las universidades, y de la enseñanza en general, es otro fenómeno indicativo de la sujeción del pensamiento al control de intereses particulares no siempre coincidentes, sino a veces contradictorios, con el interés general de la sociedad y de la humanidad.
Si alguien me pregunta: ¿Qué es lo diferencial específico del socialismo? Le respondería sin vacilar: LA IGUALDAD. La igualdad entendida como igual libertad para todos.
Creo que el socialismo surge precisamente de la crítica al concepto liberal de la libertad por cuanto éste se reduce a esa forma de democracia formal que consiste en la afirmación de las libertades individuales y del Gobierno representativo, garantizando la autenticidad de esas valiosas instituciones mediante la técnica de la separación de poderes.
Los grandes pensadores socialistas asumieron la reforma liberal del Estado como un paso positivo en la historia, pero fueron más allá, porque se dieron cuenta de que con eso, y sólo con eso, una gran parte de los seres humanos no son real y verdaderamente libres.
Se dieron cuenta de que la libertad real de todos exigía liberar a los ciudadanos no sólo del absolutismo, y del control eclesiástico de las conciencias, sino que era necesario liberarles también de la prepotencia patronal, y del control que el poder del dinero ejerce sobre la vida social.
Sólo mediante reformas económicas profundas, y no sólo mediante revoluciones políticas, sería posible acceder a la libertad real para todos, es decir, a la Igualdad entendida como igual libertad.
Esto es la sustancia espiritual del socialismo y su razón de ser en la historia de los movimientos sociales. Resulta ya más accidental definir cuales y cuando son oportunas esas reformas económicas profundas.
Sabido es que el primer socialismo afirmó la necesidad de socializar íntegramente los bienes productivos. Hoy nos movemos sin embargo en la estela del modelo concebido por la socialdemocracia de entreguerras; es decir, en el modelo del Estado redistribuidor de las rentas producidas; de un Estado cuya enérgica intervención por vía fiscal y mediante empresas públicas,pueda sostener aquella serie de servicios gratuitos universales que le hicieron merecedor de los apelativos “Estado de bienestar”, o “Estado providencia”, en los años dorados de la socialdemocracia europea.
De ahí que el neoliberalismo concentre su enemiga antisocialista en su tendencia hacia el Estado minimo. Saben bien que en una sociedad atomizada, compuesta sólo de una suma numérica de individuos arrojados a una despiadada competitividad, la hegemonía y dominación de los más fuertes está garantizada.
Nosotros por el contrario afirmamos el valor de la igualdad por encima del principio de la libre competencia a toda costa. Nosotros creemos que la posesión de ciertos bienes imprescindibles para una vida digna tienen que ser garantizados a todos, y que si esto falla, o en la medida en que falla, entra en quiebra la legitimación moral del sistema. De ahí que nos parezca tan aborrecible el actual orden mundial, y el proceso de globalización salvaje.
La libertad económica de competir no puede ser utilizada legítimamente, como ninguna otra libertad, para destruir o reducir a lo inane las libertades reales de los otros, ni para imponer la dominación despótica de unos sobre el trabajo y/o sobre la formación de la conciencia de los otros. De otro modo, carecería de sentido el contrato social, o garantía recíproca del uso de las libertades.
Creo sinceramente, que en la evolución de la cultura occidental, y especialmente durante la modernidad, han tenido un desarrollo totalmente asimétrico los conceptos de libertad e igualdad. Se ha progresado notablemente en el concepto de libertad; incluso seguimos inventando nuevas proyecciones o derechos de la libertad individual (intimidad, propia imagen, objeción de conciencia, elección de la muerte digna, etc) todo lo cual es muy positivo. Pero en cambio parece estancado el concepto de igualdad; lo que se ha de entender por igualdad entre los seres humanos, y nos permitimos decir que es una sociedad respetuosa con la igualdad aquella que está generando de nuevo más desigualdades y un número creciente de marginados o excluidos. Si ahora preferís hablar de sociedad de los tres tercios, o de la dicotomía abismal norte-sur, decís sólo con un lenguaje más neutro lo que antes se dijo con un lenguaje más cargado de implicaciones axiológicas.
El propio movimiento feminista, tan basado en la palabra igualdad, se ha orientado hacia la igualdad formal, o igualdad de derechos y obligaciones con los varones, y todos nos felicitamos de los pasos dados en esa dirección. Pero ved también que las más recientes voces en el seno mismo del movimiento feminista son las que hablan de la discriminación y del mal trato del que son víctimas las mujeres menos letradas y menos cualificadas profesionalmente, siendo su lamentable condición indiferente al género de las personas que ejercen dominación sobre ellas.
Ya dijo Rosa Luxemburgo que no habría emancipación plena de la mujer desligando su causa de la causa de la emancipación del trabajo, y que a su vez ésta dificilmente se conseguiría sin la participación activa de la mujer en el trabajo, y en la lucha por la emancipación colectiva.
No quiero cuestionar con ello el acierto feminista de haber promovido organizaciones autónomas, cuya eficacia ha quedado bien demostrada, sino señalar los límites que tiene cualquier interpretación de la igualdad solamente referida a la igualdad de derechos, si es que esos derechos no comprenden el acceso garantizado por la sociedad a las condiciones de una vida digna, y muy en particular el derecho al trabajo, así como a la indemnización correspondiente en la situación de inactividad involuntaria.
Ahora entenderéis por qué me entristece leer en determinados manifiestos y textos programáticos que el concepto de igualdad se reduce al concepto liberal de igualdad ante la ley y de no discriminación por razón de raza, religión, condición, etc tomándose como paradigma de progreso social únicamente la idea tan de moda de “igualdad de oportunidades”.
Nosotros, que debemos considerar la “igualdad de oportunidades” como un mínimo, no podemos creer que sea el paradigma de nuestras aspiraciones de igualdad.
No podemos olvidar su raíz mercantilista. Al fin y al cabo la “igualdad de oportunidades” es en el mejor de los casos igualdad de posibilidades para competir, y bien sabemos que en toda competición unos ganan y otros pierden; que el resultado de toda competición es un orden jerárquico de superioridad y de inferioridad.
Con lo cual, puede parecernos aceptable que la “igualdad de oportunidades” legitime las desigualdades necesarias y permisibles. Pero nunca podremos aceptar que el acceso a los bienes imprescindibles para una existencia digna pueda depender de ninguna lucha competitiva.
No hay “mérito” legitimo de nadie que pueda esgrimirse como título para justificar un sistema que prive a otros de lo imprescindible para vivir como personas.
El hombre puede ciertamente competir por la mayor o menor posesión de bienes materiales, intelectuales y morales. Y esto ciertamente es una forma de distribuir los bienes.
Pero el hombre también puede cooperar, y establecer una distribución racional de bienes que al menos en parte no tome como criterio de distribución el éxito en la lucha competitiva; sino la necesidad real y actual en cada momento de la vida de los seres humanos.
Compensar y equilibrar ambas formas de distribución creo que fue el gran hallazgo de la Socialdemocracia, sobre cuyos avances se basó la paz social de Europa por medio siglo. Romper con aquella línea de progreso no es modernidad, sino pura regresión, llámesele como se llame.
Llegados a este punto, es justo reconocer que Izquierda Socialista se ha hecho acreedora de una muy positiva estimación por su tenacidad en defender -contra viento y marea- la aplicación del ideal igualitario sabiéndolo proyectar a las mediaciones propias de cada coyuntura, intentando contribuir de este modo a que el PSOE siga haciendo honor a su nombre y a su trayectoria histórica.
Para concluir, si se me permite utilizar algún minuto más, diría que :
Si se me pregunta en que ha consistido lo específico-diferencial del socialismo español, contestaría con una palabra: PABLISMO.
Pablismo es el estilo que infundió Iglesias a las organizaciones por él creadas. Iglesias se consideraba a si mismo un fiel marxista, pero fue sobre todo un gran humanista y un regenerador de la vida pública. Por eso lo respetaba tanto Ortega y Gasset, y por eso lo admiraba y quería tanto D. Antonio Machado.
Sus principales virtudes fueron la laboriosidad incansable al servicio de los trabajadores, su seriedad, es decir, la implacable coherencia entre lo que pensaba, lo que decía, y lo que hacia; su sereno arrojo para estar donde creía que debía estar, lo que le llevó siete veces a la cárcel. Fue laico y republicano sin estridencias. Hay que destacar su prudencia, por eso desconfiaba del mito de la huelga general revolucionaria. Sin negar que en la sociedad habría un día un corte drástico, operaba cotidianamente como un gradualista, pero sin abdicar de la meta.
Ese conjunto de rasgos perfilan el pablismo y evocarlos, así como difundir los conceptos de las grandes figuras de la historia del socialismo es otra de las tareas que creo debemos asumir sobre todo quienes estamos alejados del fragor del día a día. Cada tarea tiene su hombre y su momento.
Hablo a quienes han sido capaces de mantener durante veinte años la continuidad y la coherencia de un discurso político socialista; atravesando toda suerte de dificultades. Por eso, lo mejor que puedo decir de quienes militan en la Corriente, es que participan -como tantos otros socialistas y ugetistas en cualquier rincón de España- de aquel modo de hacer, y de aquel espíritu, que se ha dado en llamar pablismo.
Y termino :
Perdonadme si sólo he dicho lugares comunes de todos vosotros conocidos. Tomadlo al menos como el recitado de unas creencias que ningún día debemos olvidar para que algún día lleguen a ser el lugar común de toda la sociedad.
Las circunstancias adversas pueden hacemos acatar hechos y formas de actuación hoy por hoy inamovibles. Pero creo que nosotros no debernos contribuir a su consolidación ni a hacerlos inamovibles en el futuro mediante el grave error de confundir la necesidad y la virtud, llamando justo, bueno y- conveniente, a lo que es simplemente inevitable en nuestro tiempo.
Las verdades de hecho han servido para avanzar en la ciencia empírica, y en la tecnología. Pero son las verdades de razón las que hicieron posible avanzar más en la humanización de la cultura. El socialismo es un humanismo precisamente por cuanto exige someter la racionalidad económica y la racionalidad técnica a una racionalidad universal, cuyo supremo valor es la autonomía de la conciencia moral individual, y la consecución de un orden convivencial sin opresión.
Ved, pues, el valor que tiene mantener la llama de las creencias, creencias que recibimos a su vez de los antiguos militantes, todo ello a fin de que otros más jóvenes, en mejores circunstancias, lleguen a dar los pasos que nosotros no pudimos o no supimos dar, pero de los que nos queda al menos plenamente vivo el anhelo y la esperanza.
Compañeras y compañeros : ¡¡Salud¡¡
LUIS GÓMEZ LLORENTE.
Compañeras y compañeros:
Todos los aquí presentes comprenderán que es para mi sumamente emotivo venir hoy a esta casa para saludar a los compañeros de Izquierda Socialista. Tan emotivo es que decidí traer por escrito mi intervención para que el texto embride al sentimiento. Como se simboliza en la imagen platónica de los caballos alados, que la razón lleve siempre las riendas evitando que se desboquen los sentimientos.
Permítaseme, sin embargo, expresar con moderación el afecto personal a todos los antiguos compañeros aquí presentes; mi profunda simpatía por el dificil esfuerzo que ha sostenido y mantiene la comente Izquierda Socialista, e incluso que evoque con cariño a aquellos que ya no están entre nosotros, como Joaquín Martínez Yorman, o Manuel Sánchez Ayuso, y también a los que se distanciaron de nuestras filas encontrando alojamiento en otros ámbitos de la izquierda -con los que a veces disentimos- y con los que, pese a todo, nos liga el recuerdo de el haber estado siempre del mismo lado en la batalla social, habiendo compartido en su día tantas labores y esperanzas.
Esperáis probablemente que diga algo sobre el socialismo puesto que sino carecería de sentido comparecer en esta reunión, pero me perdonareis que no pronuncie palabras circunstanciales, porque acerca de la circunstancia política inmediata cualquiera de vosotros que estáis activos en la acción política cotidiana, y en la vida orgánica del Partido, sabéis mil veces más que cuanto yo pudiera deciros.
Dedicaré en cambio los minutos restantes de esta breve intervención a reiterar cuatro. ideas que son signo de nuestra identidad colectiva.
Acaso este testimonio pueda servir como un punto de referencia más en vuestras reflexiones. Al fin y al cabo, saber donde estamos ahora cada uno también dice algo de la trayectoria de la Corriente en su conjunto.
Mirad: Pablo Iglesias creó dos organizaciones con un solo y el mismo fin: la emancipación de la clase trabajadora. Estas son el Partido Socialista Obrero y la Unión General de Trabajadores. Tan socialista se es luchando por aquel ideal en el Partido como en la Unión.
Algunos, que iniciamos temprano nuestra vida civica reorganizando las Juventudes Socialista allá por los últimos años cincuenta, encauzarnos luego nuestra militancia preferente en el Partido, habiendo desembocado finalmente en poner nuestros conocimientos y lo mejor de nuestros afanes al servicio de nuestro sindicato.
Más todavía que escribir artículos o folletos por encargo de la FETE, me complace llevar por la calle una bandera de UGT en la manifestación de cada 1° de mayo.
Hay un motivo por el que los socialistas de viejo cuño nos sentimos muy a gusto en los sindicatos: Los partidos pueden evolucionar hacia el interclasismo, y hacia una praxis política contemporizadora con los poderes económicos, así como con la estrategia internacional de las potencias hegemónicas, y a veces -preciso es reconocerlo- no tienen otra alternativa. (Son los condicionantes de una estrategia que pugna por ser mayoría en la democracia liberal parlamentaria). Pero. los sindicatos son siempre, por definición, organizaciones de la clase trabajadora. Son inexorablemente y mientras existan, los más legítimos herederos y continuadores de cuanto significa en la historia el Movimiento Obrero. La tarea sindical no es otra sino la defensa de los intereses de la clase trabajadora, sea frente a la patronal, sea ante el Gobierno del Estado.
Pueden existir ciertamente sindicatos que aún siendo. organismo de los asalariados, sean infieles a la solidaridad de clase, y a estos les llamamos amarillos o corporativos. Pero la UGT nunca fue corporativa; sigue siendo en eso como la creó Pablo Iglesias, un sindicato de clase al que nunca -compañeros- debemos marginar de nuestros planteamientos y de nuestras actividades.
He mencionado “socialistas de viejo cuño”, y aclaro: Con ello no me refiero a cuestiones generacionales, no depende de la edad. Entiendo que son socialistas de viejo cuño los que creen que aún cuando ahora se utilice un lenguaje edulcorado para describir los fenómenos sociales, un lenguaje tan técnico y tan sociológico que a veces resulta encubridor o desorientador, la explotación subsiste, la contradicción de intereses - llámesele como se quiera- está ahí, que la dominación de unos pueblos por la prepotencia de otros es inocultable, así como que la llamada exclusión y marginalidad en nuestras sociedades, o el hambre del mundo, serían evitables mediante el uso planificado de los recursos disponibles.
Un financiero inteligente y experimentado como George Soros, que no ha olvidado su formación intelectual originaria centroeuropea, no tuvo inconveniente en su más famosa obra (”La Crisis del Capitalismo Global”. 1999, Pag. 136) de citar a Carlos Marx, elogiando en este punto su certera predicción de que el sistema capitalista acabaría penetrando hasta el último rincón del planeta, y hasta el último aspecto de la actividad humana susceptible de ser mercantilizado.
Y el propio Soros llama la atención sobre los devastadores efectos que para la cultura y para la moral tiene la mercantilización integral de la vida, esto es la imposición de los valores mercantiles y de las reglas del mercado como criterios superiores que de hecho rijan toda la vida social.
Si cada cual se mueve habitualmente -como es ley del mercado- por el impulso de dar lo mínimo a cambio de obtener el máximo lucro o beneficio posible, la desintegración moral y social está tan asegurada, como el triunfo darwiniano de los más aptos para competir.
Especialmente debe preocupamos que el pensamiento y el gusto queden cada vez más subordinados y condicionados por las manipulaciones del mercado, sometidos a las exigencias de los intereses mercantiles.
Esto afecta a la investigación, a la producción estética y literaria, a la conducción del gusto para que se encauce como demanda de unos determinados consumos; a la idea misma de felicidad que conviene imprimir en las grandes mayorías a fin de que se sostenga un modelo de desarrollo económico a cualquier costo.
Mucho debiera preocuparnos, pongamos por caso, que so capa de vincular la Universidad -sede de la investigación y formación de las élites-a la industria y las corporaciones sociales, haciendo depender la orientación de los estudios y de la investigación de los intereses y de la financiación de esas entidades extrauniversitarias, no acabe padeciendo en su más profunda esencia la autonomía universitaria entendida como garantía del libre pensamiento y de la libre investigación.
La privatización de las universidades, y de la enseñanza en general, es otro fenómeno indicativo de la sujeción del pensamiento al control de intereses particulares no siempre coincidentes, sino a veces contradictorios, con el interés general de la sociedad y de la humanidad.
Si alguien me pregunta: ¿Qué es lo diferencial específico del socialismo? Le respondería sin vacilar: LA IGUALDAD. La igualdad entendida como igual libertad para todos.
Creo que el socialismo surge precisamente de la crítica al concepto liberal de la libertad por cuanto éste se reduce a esa forma de democracia formal que consiste en la afirmación de las libertades individuales y del Gobierno representativo, garantizando la autenticidad de esas valiosas instituciones mediante la técnica de la separación de poderes.
Los grandes pensadores socialistas asumieron la reforma liberal del Estado como un paso positivo en la historia, pero fueron más allá, porque se dieron cuenta de que con eso, y sólo con eso, una gran parte de los seres humanos no son real y verdaderamente libres.
Se dieron cuenta de que la libertad real de todos exigía liberar a los ciudadanos no sólo del absolutismo, y del control eclesiástico de las conciencias, sino que era necesario liberarles también de la prepotencia patronal, y del control que el poder del dinero ejerce sobre la vida social.
Sólo mediante reformas económicas profundas, y no sólo mediante revoluciones políticas, sería posible acceder a la libertad real para todos, es decir, a la Igualdad entendida como igual libertad.
Esto es la sustancia espiritual del socialismo y su razón de ser en la historia de los movimientos sociales. Resulta ya más accidental definir cuales y cuando son oportunas esas reformas económicas profundas.
Sabido es que el primer socialismo afirmó la necesidad de socializar íntegramente los bienes productivos. Hoy nos movemos sin embargo en la estela del modelo concebido por la socialdemocracia de entreguerras; es decir, en el modelo del Estado redistribuidor de las rentas producidas; de un Estado cuya enérgica intervención por vía fiscal y mediante empresas públicas,pueda sostener aquella serie de servicios gratuitos universales que le hicieron merecedor de los apelativos “Estado de bienestar”, o “Estado providencia”, en los años dorados de la socialdemocracia europea.
De ahí que el neoliberalismo concentre su enemiga antisocialista en su tendencia hacia el Estado minimo. Saben bien que en una sociedad atomizada, compuesta sólo de una suma numérica de individuos arrojados a una despiadada competitividad, la hegemonía y dominación de los más fuertes está garantizada.
Nosotros por el contrario afirmamos el valor de la igualdad por encima del principio de la libre competencia a toda costa. Nosotros creemos que la posesión de ciertos bienes imprescindibles para una vida digna tienen que ser garantizados a todos, y que si esto falla, o en la medida en que falla, entra en quiebra la legitimación moral del sistema. De ahí que nos parezca tan aborrecible el actual orden mundial, y el proceso de globalización salvaje.
La libertad económica de competir no puede ser utilizada legítimamente, como ninguna otra libertad, para destruir o reducir a lo inane las libertades reales de los otros, ni para imponer la dominación despótica de unos sobre el trabajo y/o sobre la formación de la conciencia de los otros. De otro modo, carecería de sentido el contrato social, o garantía recíproca del uso de las libertades.
Creo sinceramente, que en la evolución de la cultura occidental, y especialmente durante la modernidad, han tenido un desarrollo totalmente asimétrico los conceptos de libertad e igualdad. Se ha progresado notablemente en el concepto de libertad; incluso seguimos inventando nuevas proyecciones o derechos de la libertad individual (intimidad, propia imagen, objeción de conciencia, elección de la muerte digna, etc) todo lo cual es muy positivo. Pero en cambio parece estancado el concepto de igualdad; lo que se ha de entender por igualdad entre los seres humanos, y nos permitimos decir que es una sociedad respetuosa con la igualdad aquella que está generando de nuevo más desigualdades y un número creciente de marginados o excluidos. Si ahora preferís hablar de sociedad de los tres tercios, o de la dicotomía abismal norte-sur, decís sólo con un lenguaje más neutro lo que antes se dijo con un lenguaje más cargado de implicaciones axiológicas.
El propio movimiento feminista, tan basado en la palabra igualdad, se ha orientado hacia la igualdad formal, o igualdad de derechos y obligaciones con los varones, y todos nos felicitamos de los pasos dados en esa dirección. Pero ved también que las más recientes voces en el seno mismo del movimiento feminista son las que hablan de la discriminación y del mal trato del que son víctimas las mujeres menos letradas y menos cualificadas profesionalmente, siendo su lamentable condición indiferente al género de las personas que ejercen dominación sobre ellas.
Ya dijo Rosa Luxemburgo que no habría emancipación plena de la mujer desligando su causa de la causa de la emancipación del trabajo, y que a su vez ésta dificilmente se conseguiría sin la participación activa de la mujer en el trabajo, y en la lucha por la emancipación colectiva.
No quiero cuestionar con ello el acierto feminista de haber promovido organizaciones autónomas, cuya eficacia ha quedado bien demostrada, sino señalar los límites que tiene cualquier interpretación de la igualdad solamente referida a la igualdad de derechos, si es que esos derechos no comprenden el acceso garantizado por la sociedad a las condiciones de una vida digna, y muy en particular el derecho al trabajo, así como a la indemnización correspondiente en la situación de inactividad involuntaria.
Ahora entenderéis por qué me entristece leer en determinados manifiestos y textos programáticos que el concepto de igualdad se reduce al concepto liberal de igualdad ante la ley y de no discriminación por razón de raza, religión, condición, etc tomándose como paradigma de progreso social únicamente la idea tan de moda de “igualdad de oportunidades”.
Nosotros, que debemos considerar la “igualdad de oportunidades” como un mínimo, no podemos creer que sea el paradigma de nuestras aspiraciones de igualdad.
No podemos olvidar su raíz mercantilista. Al fin y al cabo la “igualdad de oportunidades” es en el mejor de los casos igualdad de posibilidades para competir, y bien sabemos que en toda competición unos ganan y otros pierden; que el resultado de toda competición es un orden jerárquico de superioridad y de inferioridad.
Con lo cual, puede parecernos aceptable que la “igualdad de oportunidades” legitime las desigualdades necesarias y permisibles. Pero nunca podremos aceptar que el acceso a los bienes imprescindibles para una existencia digna pueda depender de ninguna lucha competitiva.
No hay “mérito” legitimo de nadie que pueda esgrimirse como título para justificar un sistema que prive a otros de lo imprescindible para vivir como personas.
El hombre puede ciertamente competir por la mayor o menor posesión de bienes materiales, intelectuales y morales. Y esto ciertamente es una forma de distribuir los bienes.
Pero el hombre también puede cooperar, y establecer una distribución racional de bienes que al menos en parte no tome como criterio de distribución el éxito en la lucha competitiva; sino la necesidad real y actual en cada momento de la vida de los seres humanos.
Compensar y equilibrar ambas formas de distribución creo que fue el gran hallazgo de la Socialdemocracia, sobre cuyos avances se basó la paz social de Europa por medio siglo. Romper con aquella línea de progreso no es modernidad, sino pura regresión, llámesele como se llame.
Llegados a este punto, es justo reconocer que Izquierda Socialista se ha hecho acreedora de una muy positiva estimación por su tenacidad en defender -contra viento y marea- la aplicación del ideal igualitario sabiéndolo proyectar a las mediaciones propias de cada coyuntura, intentando contribuir de este modo a que el PSOE siga haciendo honor a su nombre y a su trayectoria histórica.
Para concluir, si se me permite utilizar algún minuto más, diría que :
Si se me pregunta en que ha consistido lo específico-diferencial del socialismo español, contestaría con una palabra: PABLISMO.
Pablismo es el estilo que infundió Iglesias a las organizaciones por él creadas. Iglesias se consideraba a si mismo un fiel marxista, pero fue sobre todo un gran humanista y un regenerador de la vida pública. Por eso lo respetaba tanto Ortega y Gasset, y por eso lo admiraba y quería tanto D. Antonio Machado.
Sus principales virtudes fueron la laboriosidad incansable al servicio de los trabajadores, su seriedad, es decir, la implacable coherencia entre lo que pensaba, lo que decía, y lo que hacia; su sereno arrojo para estar donde creía que debía estar, lo que le llevó siete veces a la cárcel. Fue laico y republicano sin estridencias. Hay que destacar su prudencia, por eso desconfiaba del mito de la huelga general revolucionaria. Sin negar que en la sociedad habría un día un corte drástico, operaba cotidianamente como un gradualista, pero sin abdicar de la meta.
Ese conjunto de rasgos perfilan el pablismo y evocarlos, así como difundir los conceptos de las grandes figuras de la historia del socialismo es otra de las tareas que creo debemos asumir sobre todo quienes estamos alejados del fragor del día a día. Cada tarea tiene su hombre y su momento.
Hablo a quienes han sido capaces de mantener durante veinte años la continuidad y la coherencia de un discurso político socialista; atravesando toda suerte de dificultades. Por eso, lo mejor que puedo decir de quienes militan en la Corriente, es que participan -como tantos otros socialistas y ugetistas en cualquier rincón de España- de aquel modo de hacer, y de aquel espíritu, que se ha dado en llamar pablismo.
Y termino :
Perdonadme si sólo he dicho lugares comunes de todos vosotros conocidos. Tomadlo al menos como el recitado de unas creencias que ningún día debemos olvidar para que algún día lleguen a ser el lugar común de toda la sociedad.
Las circunstancias adversas pueden hacemos acatar hechos y formas de actuación hoy por hoy inamovibles. Pero creo que nosotros no debernos contribuir a su consolidación ni a hacerlos inamovibles en el futuro mediante el grave error de confundir la necesidad y la virtud, llamando justo, bueno y- conveniente, a lo que es simplemente inevitable en nuestro tiempo.
Las verdades de hecho han servido para avanzar en la ciencia empírica, y en la tecnología. Pero son las verdades de razón las que hicieron posible avanzar más en la humanización de la cultura. El socialismo es un humanismo precisamente por cuanto exige someter la racionalidad económica y la racionalidad técnica a una racionalidad universal, cuyo supremo valor es la autonomía de la conciencia moral individual, y la consecución de un orden convivencial sin opresión.
Ved, pues, el valor que tiene mantener la llama de las creencias, creencias que recibimos a su vez de los antiguos militantes, todo ello a fin de que otros más jóvenes, en mejores circunstancias, lleguen a dar los pasos que nosotros no pudimos o no supimos dar, pero de los que nos queda al menos plenamente vivo el anhelo y la esperanza.
Compañeras y compañeros : ¡¡Salud¡¡
LUIS GÓMEZ LLORENTE.
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