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noviembre 25, 2004

Manuel Tuñon de Lara, testigo de una época

Alicia Alted y María Fernanda Mancebo

Publicado en MIGRACIONES & EXILIOS Nº 1 / 1997
Boletín de la Asociación para el Estudio de los Exilios y Migraciones Ibéricos Contemporáneos (AEMIC)

Como se fue el maestro, la luz de esta mañana me dijo
Van tres días que mi hermano Francisco no trabaja...

Algunos profesores son maestros, otros sólo escribidores, ensayistas, manipuladores de opinión, a fin de cuentas. Manuel Tuñón, dada su temprana toma de conciencia histórica es, por su vida y obra, fiel testigo de nuestra historia contemporánea y actor privilegiado de la misma. Ha sido y es -por el machadiano "lleva quien deja"- un maestro. Deja importante y densa obra escrita, deja discípulos y amigos, deja un recuerdo imborrable entre quienes le conocimos y le tratamos. Pero no se trata ahora de repetir una vez más lo que se ha dicho desde que se fue.

Querríamos en este primer número del Boletín de AEMIC dibujar a grandes trazos su obra historiográfica.

La guerra civil le impidió acabar a su debido tiempo la licenciatura de derecho y su compromiso político le llevó muy pronto al exilio (1946). En Francia desarrolló la mayor parte de su trabajo. Algún día habra que reflexionar sobre lo que supuso este exilio para los que se fueron. ¿Acaso fue tan nefasto?. Para muchos republicanos fue positivo o, al menos, a sí nos parece en el caso de Tuñón. No podemos saber que hubiera hecho en España de haber continuado la República, pero sí conocemos, a través de Tuñón, el París de los Annales, la Ecole Practique des Hautes Études y nos ha acercado a Noël Salomon, Pierre Vilar, Marcel Bataillon, Fernand Braudel y a su entrañable Manuel Núñez Arenas.

Manuel Tuñón ya no era un joven inexperto cuando llegó a París. La lucha política había afinado su sentido crítico y constructivo. Su formación universitaria, por otra parte, le permitió asimilar con rapidez el ambiente intelectual y militante del París de la postguerra. "Creía yo entonces que Manuel de Lara era un desastre. Bohemio o bohemizante, sin asilo fijo, vagando por París, encorvado como un marabú..., sonriendo siempre -excepto cuando reía con su gran carcajada-...". Así le recuerda Eduardo Haro Tecglen. Pero aquella "gabardina larga y flotante" estaba ya escribiendo con Dominique Aubier su Espagne (1956) e incontables artículos para periódicos y revistas de muy distinta filiación.

Glosar su aportación historiográfica en estas breves líneas no es tarea fácil. Pero señalaremos cuatro grandes bloques, dejando para otra ocasión los Coloquios de Pau y de España y sus aportaciones al Bulletin d'Histoire Contemporaine de l'Espagne y a la revista de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco.

En primer lugar, su interés por la historiografía y metodología. No es casualidad que el primer Coloquio de Pau se dedicara a la metodología y fuentes para el estudio de la historia de España. Un rasgo característico de su obra es la simultaneidad de la práctica historiográfica con la reflexión metodológica. Los conocedores de su obra lo han puesto de relieve y su Metodología de la Historia social de España (1973) es una pequeña biblia en la que todos hemos aprendido.
Un segundo bloque de estudios lo constituyen sus trabajos sobre el movimiento obrero planteados desde una óptica renovadora. Pertrechado con los instrumentos de análisis que le proporciona una concepción de la historia en la línea no dogmática del materialismo histórico, convierte la historia del movimiento obrero en "objeto de estudio específico", incluyendo en la misma el estudio de la clase obrera como tal, la patronal, los conflictos... y utilizando categoría de análisis específicas: desigualdad, explotación... Continua la obra iniciada por su amigo y maestro Manuel Núñez Arenas, completa la primera edición, Notas sobre el movimiento obrero español (1916), con Historia del movimiento obrero (1970), El movimiento obrero en la historia de España (1972) y Luchas obreras y campesinas en la Andalucia del siglo XX (1978). En este ámbito puede incluirse su interés por la economia en la tradición de los Annales y el marxismo. Entre otras aportaciones podemos mencionar sus libros Panorama actual de la economía española (1962) y Variaciones del nivel de vida en España (1965). Más recientemente la atención a "la cuestión agraria" en Tres claves de la Segunda República (1985).

En tercer lugar su preocupación por analizar la realidad del poder incorporando categorías que atañen tanto a la sociología como a la ciencia política. No en balde cuenta con sólida formación de jurista y fue discípulo de García Pelayo. Este discurso que comienza -o culmina- en Historia y realidad del poder (1967), lo encontramos también en los aspectos políticos de sus escritos referidos a la España de los siglos XIX y XX y en una de sus últimas obras, Poder y sociedad en España, 1900-1931 (1993). A juicio de Javier Corcuera, "el mérito central está en su feliz capacidad de integrar técnicas de procedencia científica diversa en un producto científico iluminador tanto para historiadores como para politistas". La "referencia a la totalidad" con intención de explicar el conjunto exige la interdisciplinariedad, y en este campo se sitúa el estudio del poder y las élites. Poder son los centros de decisión del estado y sus aparatos, pero también las estructuras no institucionalizadas que pueden llegar a ser poderes fácticos o contrapoderes. No hay, pues, poder, sino poderes. En fin , el análisis del poder en una formación social es un amplio esquema que aplica rigurosamente yendo de las instituciones a las personas y aún más, "no permite reducir el poder al ámbito estrictamente político, sino que ha de conjugar las relaciones existentes entre las diversas instancias económicas, políticas, ideológicas, actuantes en una formación social".

Por último, su incursión en la historia de la cultura. Desde su primer Antonio Machado hasta su Medio siglo de cultura española. ¿Qué sentido tiene para Tuñón la historia de la cultura?. La define como un "sistema de valores fundamentales propios de la sociedad", en un momento histórico determinado y a los que hay que acercarse de forma global. En cada coyuntura -citamos- "hay un haz de ideas fuerza que se proyecta hacia el futuro y otro que se hinca en el pasado y, naturalmente, numerosas proyeccciones intermedias". Tuñón se inclina por el primer haz, por las ideas que se proyectan hacia el futuro, por las corrientes que le parecen capaces de explicar el porvenir. Y así elige a un Galdós o a un Clarín, a la Institución, a Antonio Machado, Azaña o Alberti, autores "que son realmente creadores o mediadores de ideologías y mentalidades. Que no manipulan la historia ni se esfuerzan en construirla...".

En suma, Manuel Tuñón de Lara es, a nuestro juicio, un historiador que atraviesa con su vida y su obra historiográfica un periodo crucial de la reciente historia de España. De él hemos sido deudores varias generaciones de historiadores en un momento u otro de nuestra formación.