John Molyneux: Respect, la coalición de izquierda que acabará con Tony Blair
publicado en Socialist Review, febrero de 2004
El lanzamiento de Respect, la coalición unitaria que busca plantear un reto electoral a Blair y el Nuevo Laborismo constituye un nuevo desarrollo político. Es nuevo para aquellos que lo integran de manera directa: George Galloway, Salma Yaqoob, el SWP, y para los miles de ex simpatizantes laboristas o independientes que se unirán. También es una novedad en el sentido de que no había existido hasta ahora en la historia británica una formación política similar.
El hecho de su novedad es parte de su atractivo, tanto para aquellos de nosotros que ya éramos militantes socialistas como para los cientos de miles, quizá millones, que hoy se sienten traicionados, no representados y ávidos de algo nuevo y mejor para sustentar. Pero la novedad también genera temores, dudas y preguntas. Este artículo intenta despejar algunas de esas dudas y plantear que el proyecto Respect es tanto una necesidad como una inmensa oportunidad, a la que todos los lectores de Socialist Review debieran aferrarse con las dos manos.
Una alternativa creíble
Por supuesto, no podemos garantizar el éxito de antemano, del mismo modo en que los trabajadores que van a la huelga no dar por seguro que van a ganar. Pero cuando los trabajadores van a la huelga, no se trata por lo general de elegir entre pelear –y quizá perder– o quedarse como se estaba. Se trata de elegir entre resistir o ser derrotado sin luchar. Lo mismo se aplica a la actual situación política. La izquierda debe decidir entre arriesgarse a ir hacia delante o verse obligada a retroceder.
En este momento hay un enorme vacío, una profunda brecha, en la política británica. No hay ninguna fuerza política importante, no hay ninguna alternativa electoral creíble, que hable en nombre de los reclamos y aspiraciones de los millones de trabajadores, de oprimidos y de discriminados, cuyas condiciones de vida los obligan a desear un mundo mejor. Durante generaciones, éste ha sido el rol del Partido Laborista, por más que a la hora de la verdad éste siempre claudicó. Uno de los "méritos" de Blair es haber insistido sistemáticamente sobre el hecho de que el Nuevo Laborismo dejaba ese espacio vacante.
Pero la política, como la naturaleza, le tiene horror al vacío. Si la izquierda no se muestra capaz de llenarlo, otros lo harán. Consideremos ahora los posibles candidatos.
El primero, y el peor, es el BNP [British National Party, neonazi]. Naturalmente, en términos generales, no disputamos los mismos individuos. Pero en la medida en que parezca que no haya oposición, nadie que reaccione (fight back), nadie que se plante en nombre de la "gente común", los fascistas estarán encantados de ubicarse a la cabeza de la bronca y dirigirla contra los que piden asilo, los negros y otros chivos expiatorios que estén a mano. La ausencia de una alternativa de izquierda contribuye en gran medida a esto.
Luego tenemos a los liberal-demócratas. Los liberales no son en absoluto de izquierda. Son un partido basado en la clase media, no en la clase trabajadora. Fueron alguna vez el partido más importante de la burguesía británica, y quisieran volver a serlo. Son hostiles a los sindicatos, y en las grandes huelgas muestran siempre su costado más reaccionario (al igual que el Guardian). Pero son oportunistas duchos y no tienen problemas en virar a la izquierda en el camino a su verdadero objetivo. Así lo demostraron con relación a la guerra y la manifestación del 15 de febrero, y cosecharon los beneficios en la elección complementaria de Brent-East. Una y otra vez, en Question Time y otras tribunas mediáticas, los liberales no hallan inconveniente en aparecer a la izquierda de los neolaboristas. Si los liberales pudieron, temporalmente, colonizar el "territorio natural" de la izquierda, sería una seria derrota y un paso atrás para la clase trabajadora.
En tercer lugar, ya en mejor terreno, está la izquierda laborista. Pero ésta estuvo en este juego desde el principio, y si realmente se decidieran a hacer lo que hace falta, a esta altura tendrían que haber dado alguna señal. Pero la realidad es que ni siquiera fueron capaces de protestar contra Blair en la conferencia del Partido Laborista. El proyecto Reclaim Labour [Reganar al laborismo] de Tony Woodley y Billy Hayes tampoco marca ningún avance. El fruto mayor que podrían haber producido –si Lord Hutton no hubiera producido un encubrimiento, y si los diputados comunes no se hubieran echado atrás en el tema de las top-up fees [tarifas]– es Gordon Brown. Y no hay esfuerzo de imaginación que pueda hacer de Gordon Brown un representante de reganar al Partido Laborista para la izquierda.
Nos quedan las actuales organizaciones de la izquierda. La Socialist Alliance se creó con el propósito de cubrir la brecha mencionada anteriormente, pero es evidente, a pesar de algunos buenos resultados como el triunfo de Michael Lavalette en Preston, que la tarea le queda demasiado grande. En la cabeza de la gente, la Socialist Alliance no está asociada con la oposición a la guerra, y a la hora de votar, salvo para un pequeña minoría, no se distingue de cualquier secta que haya hecho su depósito.
Por lo tanto, sencillamente no hay alternativa más que dirigirse al fenómeno más importante y novedoso de la política británica (e internacional): la gente que de manera masiva se volcó a las calles para oponerse a la guerra contra Iraq. Y honestamente, ¿para qué otro lado deberíamos mirar? Nuestros propios ojos nos aportan la evidencia de quiénes eran: gente de todas las edades, desde jubilados hasta estudiantes, cuyo magnífico rol se ha señalado con justicia; decenas, quizá cientos de miles de miembros de los sindicatos (todos los sindicatos importantes apoyaron a la Stop the War Coalition); una nueva generación de activistas estudiantiles (lo que se notó especialmente en la manifestación contra Bush); musulmanes en cantidad sin precedentes, así como miembros de otras minorías étnicas; muchísimas mujeres, muchas de las cuales juegan un papel dirigente en la coalición a nivel nacional y local (simbolizadas por Lindsey German, Ghada Razuki y Salma Yaqoob, y en las movilizaciones, por los planteos de las estudiantes musulmanas con sus fulards y sus cánticos); CND y otros activistas pacifistas, y sigue la lista.
Principios básicos
En cuanto a su conciencia política, las movilizaciones, sobre todo la magnífica marcha contra Bush, fueron más que elocuentes para todo el que tuviera ojos para ver. Hay un notable grado de consenso. La gran mayoría de los participantes: 1) estaban y siguen estando en total oposición a la guerra en Iraq; 2) no sólo critican, sino que desprecian a Bush y a Blair,3) se oponen completamente al proyecto de EE.UU. de "Nuevo siglo americano"; 4) son claramente antirracistas e internacionalistas en un sentido amplio; 5) tienen una unión extraordinaria y son ajenos a las divisiones mezquinas (no había sentimientos de división en el seno del movimiento, como sindicalistas vs. políticos, respetables vs. no respetables, ni nada por el estilo). En otras palabras, son, en términos generales, antiimperialistas y antisistema.
Lo que no tienen, hasta ahora, es representación política. Lo que Respect busca es movilizar y organizar a tantos de los que participaron en el movimiento antiguerra como sea posible, a fin de que forjen su propia representación política. A tal efecto, varios de los principales voceros del movimiento se han unido para efectuar una declaración de principios básicos alrededor de los cuales nos podamos unir y tener como base para la nueva coalición. Esta declaración, con algunas modificaciones menores, se aprobó en la convención fundadora de Respect.
Vayamos ahora a las dudas, que en algunos casos son críticas y oposición. La principal objeción al proyecto de Respect es que resulta de alguna manera una reedición de la estrategia de Frente Popular que llevaron adelante Stalin y los PCs en los años 30. Estrategia que Trotsky y los trotskistas, incluyendo los editores de Socialist Review, denunciaron rotundamente como de colaboración de clases y desastrosamente ineficaz. Lo mejor que puede decirse de esta objeción es que no logra entender en lo más mínimo las situaciones políticas y las estrategias políticas respectivas.
La coalición Respect se construye explícitamente como una alternativa de izquierda al Nuevo Laborismo, sobre la base de principios que la separan inequívocamente de los dirigentes socialdemócratas no sólo del Reino Unido, sino del resto del mundo; en particular, en lo que hace a la oposición al imperialismo y a la guerra imperialista. En contraste, el Frente Popular, creado ostensiblemente como oposición a los nazis y al crecimiento del fascismo, comprendía al conjunto de la socialdemocracia y se estiraba lo suficientemente a la derecha como para abarcar a los conservadores "progresivos" y a la "burguesía democrática", incluyendo defensores declarados de la guerra imperialista. El objetivo fundamental y la consecuencia necesaria del Frente Popular fue contener la lucha de la clase trabajadora con el fin de no asustar a las clases dominantes imperialistas "democráticas" de Inglaterra y Francia, y de ese modo llevarlas a una alianza con la Unión Soviética. El principal objetivo de Respect es elevar la conciencia, confianza y organización de los trabajadores mediante el comienzo del proceso de liberarlos del chaleco de fuerza del Nuevo Laborismo. Respect y el Frente Popular son, entonces, opuestos por el vértice en su contenido y en su propósito.
Uno de los motivos de esta falsa analogía parecería ser el error, bastante común en la izquierda, de confundir la condición personal de clase de las personas con su condición política de clase. Hay quienes ven a Respect como incluyendo a ciertos individuos de clase media como George Monbiot y (así creen) Salma Yaqoob), quienes no son "parte del movimiento obrero" y por ende la acusan de ser una alianza policlasista, al estilo del Frente Popular. En realidad, los movimientos de izquierda, reformistas o revolucionarios, siempre han incluido individuos que no eran de la clase trabajadora o que incluso eran de las clases dirigentes; piénsese, por ejemplo, en Engels, William Morris o Tony Benn. El problema con el Frente Popular era que representaba una alianza con los representantes políticos de sectores del capitalismo francés, español y británico. No creo que nadie pueda acusar seriamente a Monbiot, Yaqoob, Galloway o cualquier otro dirigente de Respect de ser un representante político de la burguesía británica.
Otra cuestión que preocupa a varios y que resulta, por desgracia, una cantinela para ciertos sectarios, es la potencial integración de los musulmanes en general y de la Asociación Musulmana del Reino Unido en particular. En realidad, éste es uno de los mayores méritos de Respect. El punto de partida es el hecho de que los musulmanes están entre los grupos más discriminados, oprimidos y maltratados de la sociedad británica. Al ser predominantemente personas de color han sido siempre objeto, por supuesto, del racismo general de la sociedad británica, y desde hace un tiempo han reemplazado a los afrocaribeños en tanto blanco principal de la derecha fascista. Desde el 11 de septiembre de 2001, la opresión, la demonización por parte de los medios y la persecución estatal se han intensificado enormemente. En esta situación, debiera ser obvio que el primer y principal deber de cualquier socialista, y en verdad de cualquier demócrata, es la solidaridad. Pero no es cuestión sólo de humanidad, sino de necesidad política. Como sabemos, el racismo es un arma para el "divide y reinarás". Y en este momento, la islamofobia es el principal método de división adoptado por la clase dominante en el Reino Unido y por el imperialismo a nivel internacional. Por tanto, es una responsabilidad nuestra, de la izquierda, hacer todo lo que podamos para superar esa división potencialmente desastrosa en nuestras filas, en nuestra clase.
Unir a blancos y negros, en la acción, en los piquetes, en las marchas y en las campañas políticas contra nuestros enemigos comunes –es decir, Bush, Blair y lo que ellos representan– es el mejor antídoto contra el racismo y otras formas de divisionismo. Para lograr esto, es fundamental que los primeros pasos hacia la unidad tengan un recibimiento entusiasta y que se muestre respeto y sensibilidad hacia las diferencias culturales y religiosas. Y lo que debe evitarse de manera absoluta es deslizar o sugerir, aun de la manera más sutil, que la condición para la unidad en la acción es que ellos, los oprimidos, abandonen o cuestionen sus creencias religiosas. En la medida en que se establezca la unidad, ésta operará en ambos sentidos: será una barrera contra el racismo y la islamofobia del sistema y, al mismo tiempo, contrarrestará las fuerzas del extremismo separatista islámico que actúan en el seno de la comunidad musulmana. Esto es cierto tanto en el terreno nacional como en el internacional. Tal como lo sé por experiencia personal y por testimonios de Oriente Medio, el mejor argumento contra los islamistas que abogan por la jihad "terrorista" no son las parrafadas ni las lecciones sobre lo perverso del clericalismo islámico, sino la evidencia práctica de cientos de miles de musulmanes y no musulmanes marchando codo a codo en las calles de Londres, Barcelona o donde fuera. Fue esto lo que le permitió a Salma Yaqoob declarar en la conferencia de diciembre en El Cairo que "la principal línea divisoria en el mundo no es la que separa a las religiones sino la que separa a opresores y oprimidos. La cuestión principal es la justicia y la unidad de los oprimidos". Con relación a esto, Respect nos da una oportunidad: continuar el excelente trabajo realizado por la Stop the War Coalition y llevarlo a un nivel superior. Hay que aprovecharla.
Nota del editor: en las elecciones generales británicas de mayo de 2005, Respect obtuvo alrededor del 20% de los votos en varios distritos del este de Londres, y sobre el 25% en distritos de Birmingham. Su capacidad de organización e influencia no ha cesado de crecer desde entonces.
El lanzamiento de Respect, la coalición unitaria que busca plantear un reto electoral a Blair y el Nuevo Laborismo constituye un nuevo desarrollo político. Es nuevo para aquellos que lo integran de manera directa: George Galloway, Salma Yaqoob, el SWP, y para los miles de ex simpatizantes laboristas o independientes que se unirán. También es una novedad en el sentido de que no había existido hasta ahora en la historia británica una formación política similar.
El hecho de su novedad es parte de su atractivo, tanto para aquellos de nosotros que ya éramos militantes socialistas como para los cientos de miles, quizá millones, que hoy se sienten traicionados, no representados y ávidos de algo nuevo y mejor para sustentar. Pero la novedad también genera temores, dudas y preguntas. Este artículo intenta despejar algunas de esas dudas y plantear que el proyecto Respect es tanto una necesidad como una inmensa oportunidad, a la que todos los lectores de Socialist Review debieran aferrarse con las dos manos.
Una alternativa creíble
Por supuesto, no podemos garantizar el éxito de antemano, del mismo modo en que los trabajadores que van a la huelga no dar por seguro que van a ganar. Pero cuando los trabajadores van a la huelga, no se trata por lo general de elegir entre pelear –y quizá perder– o quedarse como se estaba. Se trata de elegir entre resistir o ser derrotado sin luchar. Lo mismo se aplica a la actual situación política. La izquierda debe decidir entre arriesgarse a ir hacia delante o verse obligada a retroceder.
En este momento hay un enorme vacío, una profunda brecha, en la política británica. No hay ninguna fuerza política importante, no hay ninguna alternativa electoral creíble, que hable en nombre de los reclamos y aspiraciones de los millones de trabajadores, de oprimidos y de discriminados, cuyas condiciones de vida los obligan a desear un mundo mejor. Durante generaciones, éste ha sido el rol del Partido Laborista, por más que a la hora de la verdad éste siempre claudicó. Uno de los "méritos" de Blair es haber insistido sistemáticamente sobre el hecho de que el Nuevo Laborismo dejaba ese espacio vacante.
Pero la política, como la naturaleza, le tiene horror al vacío. Si la izquierda no se muestra capaz de llenarlo, otros lo harán. Consideremos ahora los posibles candidatos.
El primero, y el peor, es el BNP [British National Party, neonazi]. Naturalmente, en términos generales, no disputamos los mismos individuos. Pero en la medida en que parezca que no haya oposición, nadie que reaccione (fight back), nadie que se plante en nombre de la "gente común", los fascistas estarán encantados de ubicarse a la cabeza de la bronca y dirigirla contra los que piden asilo, los negros y otros chivos expiatorios que estén a mano. La ausencia de una alternativa de izquierda contribuye en gran medida a esto.
Luego tenemos a los liberal-demócratas. Los liberales no son en absoluto de izquierda. Son un partido basado en la clase media, no en la clase trabajadora. Fueron alguna vez el partido más importante de la burguesía británica, y quisieran volver a serlo. Son hostiles a los sindicatos, y en las grandes huelgas muestran siempre su costado más reaccionario (al igual que el Guardian). Pero son oportunistas duchos y no tienen problemas en virar a la izquierda en el camino a su verdadero objetivo. Así lo demostraron con relación a la guerra y la manifestación del 15 de febrero, y cosecharon los beneficios en la elección complementaria de Brent-East. Una y otra vez, en Question Time y otras tribunas mediáticas, los liberales no hallan inconveniente en aparecer a la izquierda de los neolaboristas. Si los liberales pudieron, temporalmente, colonizar el "territorio natural" de la izquierda, sería una seria derrota y un paso atrás para la clase trabajadora.
En tercer lugar, ya en mejor terreno, está la izquierda laborista. Pero ésta estuvo en este juego desde el principio, y si realmente se decidieran a hacer lo que hace falta, a esta altura tendrían que haber dado alguna señal. Pero la realidad es que ni siquiera fueron capaces de protestar contra Blair en la conferencia del Partido Laborista. El proyecto Reclaim Labour [Reganar al laborismo] de Tony Woodley y Billy Hayes tampoco marca ningún avance. El fruto mayor que podrían haber producido –si Lord Hutton no hubiera producido un encubrimiento, y si los diputados comunes no se hubieran echado atrás en el tema de las top-up fees [tarifas]– es Gordon Brown. Y no hay esfuerzo de imaginación que pueda hacer de Gordon Brown un representante de reganar al Partido Laborista para la izquierda.
Nos quedan las actuales organizaciones de la izquierda. La Socialist Alliance se creó con el propósito de cubrir la brecha mencionada anteriormente, pero es evidente, a pesar de algunos buenos resultados como el triunfo de Michael Lavalette en Preston, que la tarea le queda demasiado grande. En la cabeza de la gente, la Socialist Alliance no está asociada con la oposición a la guerra, y a la hora de votar, salvo para un pequeña minoría, no se distingue de cualquier secta que haya hecho su depósito.
Por lo tanto, sencillamente no hay alternativa más que dirigirse al fenómeno más importante y novedoso de la política británica (e internacional): la gente que de manera masiva se volcó a las calles para oponerse a la guerra contra Iraq. Y honestamente, ¿para qué otro lado deberíamos mirar? Nuestros propios ojos nos aportan la evidencia de quiénes eran: gente de todas las edades, desde jubilados hasta estudiantes, cuyo magnífico rol se ha señalado con justicia; decenas, quizá cientos de miles de miembros de los sindicatos (todos los sindicatos importantes apoyaron a la Stop the War Coalition); una nueva generación de activistas estudiantiles (lo que se notó especialmente en la manifestación contra Bush); musulmanes en cantidad sin precedentes, así como miembros de otras minorías étnicas; muchísimas mujeres, muchas de las cuales juegan un papel dirigente en la coalición a nivel nacional y local (simbolizadas por Lindsey German, Ghada Razuki y Salma Yaqoob, y en las movilizaciones, por los planteos de las estudiantes musulmanas con sus fulards y sus cánticos); CND y otros activistas pacifistas, y sigue la lista.
Principios básicos
En cuanto a su conciencia política, las movilizaciones, sobre todo la magnífica marcha contra Bush, fueron más que elocuentes para todo el que tuviera ojos para ver. Hay un notable grado de consenso. La gran mayoría de los participantes: 1) estaban y siguen estando en total oposición a la guerra en Iraq; 2) no sólo critican, sino que desprecian a Bush y a Blair,3) se oponen completamente al proyecto de EE.UU. de "Nuevo siglo americano"; 4) son claramente antirracistas e internacionalistas en un sentido amplio; 5) tienen una unión extraordinaria y son ajenos a las divisiones mezquinas (no había sentimientos de división en el seno del movimiento, como sindicalistas vs. políticos, respetables vs. no respetables, ni nada por el estilo). En otras palabras, son, en términos generales, antiimperialistas y antisistema.
Lo que no tienen, hasta ahora, es representación política. Lo que Respect busca es movilizar y organizar a tantos de los que participaron en el movimiento antiguerra como sea posible, a fin de que forjen su propia representación política. A tal efecto, varios de los principales voceros del movimiento se han unido para efectuar una declaración de principios básicos alrededor de los cuales nos podamos unir y tener como base para la nueva coalición. Esta declaración, con algunas modificaciones menores, se aprobó en la convención fundadora de Respect.
Vayamos ahora a las dudas, que en algunos casos son críticas y oposición. La principal objeción al proyecto de Respect es que resulta de alguna manera una reedición de la estrategia de Frente Popular que llevaron adelante Stalin y los PCs en los años 30. Estrategia que Trotsky y los trotskistas, incluyendo los editores de Socialist Review, denunciaron rotundamente como de colaboración de clases y desastrosamente ineficaz. Lo mejor que puede decirse de esta objeción es que no logra entender en lo más mínimo las situaciones políticas y las estrategias políticas respectivas.
La coalición Respect se construye explícitamente como una alternativa de izquierda al Nuevo Laborismo, sobre la base de principios que la separan inequívocamente de los dirigentes socialdemócratas no sólo del Reino Unido, sino del resto del mundo; en particular, en lo que hace a la oposición al imperialismo y a la guerra imperialista. En contraste, el Frente Popular, creado ostensiblemente como oposición a los nazis y al crecimiento del fascismo, comprendía al conjunto de la socialdemocracia y se estiraba lo suficientemente a la derecha como para abarcar a los conservadores "progresivos" y a la "burguesía democrática", incluyendo defensores declarados de la guerra imperialista. El objetivo fundamental y la consecuencia necesaria del Frente Popular fue contener la lucha de la clase trabajadora con el fin de no asustar a las clases dominantes imperialistas "democráticas" de Inglaterra y Francia, y de ese modo llevarlas a una alianza con la Unión Soviética. El principal objetivo de Respect es elevar la conciencia, confianza y organización de los trabajadores mediante el comienzo del proceso de liberarlos del chaleco de fuerza del Nuevo Laborismo. Respect y el Frente Popular son, entonces, opuestos por el vértice en su contenido y en su propósito.
Uno de los motivos de esta falsa analogía parecería ser el error, bastante común en la izquierda, de confundir la condición personal de clase de las personas con su condición política de clase. Hay quienes ven a Respect como incluyendo a ciertos individuos de clase media como George Monbiot y (así creen) Salma Yaqoob), quienes no son "parte del movimiento obrero" y por ende la acusan de ser una alianza policlasista, al estilo del Frente Popular. En realidad, los movimientos de izquierda, reformistas o revolucionarios, siempre han incluido individuos que no eran de la clase trabajadora o que incluso eran de las clases dirigentes; piénsese, por ejemplo, en Engels, William Morris o Tony Benn. El problema con el Frente Popular era que representaba una alianza con los representantes políticos de sectores del capitalismo francés, español y británico. No creo que nadie pueda acusar seriamente a Monbiot, Yaqoob, Galloway o cualquier otro dirigente de Respect de ser un representante político de la burguesía británica.
Otra cuestión que preocupa a varios y que resulta, por desgracia, una cantinela para ciertos sectarios, es la potencial integración de los musulmanes en general y de la Asociación Musulmana del Reino Unido en particular. En realidad, éste es uno de los mayores méritos de Respect. El punto de partida es el hecho de que los musulmanes están entre los grupos más discriminados, oprimidos y maltratados de la sociedad británica. Al ser predominantemente personas de color han sido siempre objeto, por supuesto, del racismo general de la sociedad británica, y desde hace un tiempo han reemplazado a los afrocaribeños en tanto blanco principal de la derecha fascista. Desde el 11 de septiembre de 2001, la opresión, la demonización por parte de los medios y la persecución estatal se han intensificado enormemente. En esta situación, debiera ser obvio que el primer y principal deber de cualquier socialista, y en verdad de cualquier demócrata, es la solidaridad. Pero no es cuestión sólo de humanidad, sino de necesidad política. Como sabemos, el racismo es un arma para el "divide y reinarás". Y en este momento, la islamofobia es el principal método de división adoptado por la clase dominante en el Reino Unido y por el imperialismo a nivel internacional. Por tanto, es una responsabilidad nuestra, de la izquierda, hacer todo lo que podamos para superar esa división potencialmente desastrosa en nuestras filas, en nuestra clase.
Unir a blancos y negros, en la acción, en los piquetes, en las marchas y en las campañas políticas contra nuestros enemigos comunes –es decir, Bush, Blair y lo que ellos representan– es el mejor antídoto contra el racismo y otras formas de divisionismo. Para lograr esto, es fundamental que los primeros pasos hacia la unidad tengan un recibimiento entusiasta y que se muestre respeto y sensibilidad hacia las diferencias culturales y religiosas. Y lo que debe evitarse de manera absoluta es deslizar o sugerir, aun de la manera más sutil, que la condición para la unidad en la acción es que ellos, los oprimidos, abandonen o cuestionen sus creencias religiosas. En la medida en que se establezca la unidad, ésta operará en ambos sentidos: será una barrera contra el racismo y la islamofobia del sistema y, al mismo tiempo, contrarrestará las fuerzas del extremismo separatista islámico que actúan en el seno de la comunidad musulmana. Esto es cierto tanto en el terreno nacional como en el internacional. Tal como lo sé por experiencia personal y por testimonios de Oriente Medio, el mejor argumento contra los islamistas que abogan por la jihad "terrorista" no son las parrafadas ni las lecciones sobre lo perverso del clericalismo islámico, sino la evidencia práctica de cientos de miles de musulmanes y no musulmanes marchando codo a codo en las calles de Londres, Barcelona o donde fuera. Fue esto lo que le permitió a Salma Yaqoob declarar en la conferencia de diciembre en El Cairo que "la principal línea divisoria en el mundo no es la que separa a las religiones sino la que separa a opresores y oprimidos. La cuestión principal es la justicia y la unidad de los oprimidos". Con relación a esto, Respect nos da una oportunidad: continuar el excelente trabajo realizado por la Stop the War Coalition y llevarlo a un nivel superior. Hay que aprovecharla.
Nota del editor: en las elecciones generales británicas de mayo de 2005, Respect obtuvo alrededor del 20% de los votos en varios distritos del este de Londres, y sobre el 25% en distritos de Birmingham. Su capacidad de organización e influencia no ha cesado de crecer desde entonces.
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