El futuro de Cuba. Entrevista a Rafael Hernández
Mauricio Vicent entrevista a Rafael Hernández, director de "Temas"
EL PAÍS 03-09-2006
El futuro de Cuba
"Un nuevo Gobierno en Cuba deberá mantener el consenso"
Hace 10 años Rafael Hernández (La Habana, 1948) dirigía las investigaciones sobre EE UU en el Centro de Estudios de América (CEA). En aquel momento, el CEA, adscrito al Comité Central del Partido Comunista, era reconocido dentro y fuera de Cuba por el rigor científico de sus trabajos y la audacia de sus propuestas, que incluían repensar el socialismo cubano para hacerlo más democrático y viable en lo económico. En 1996, el centro fue acusado de dedicar "demasiado" tiempo a los problemas de Cuba y proyectar una posición "alternativa" a la del Gobierno. Durante meses, Hernández y sus compañeros se enfrentaron a una comisión del Comité Central defendiendo su derecho a expresar posiciones divergentes dentro de la revolución. Finalmente, el CEA quedó desmantelado, pero ninguno de ellos fue sancionado. Desde entonces, Hernández dirige la revista Temas, uno de los pocos espacios de debate en la isla. Es miembro del Partido Comunista.
Pregunta. ¿Qué responsabilidad tiene EE UU en la radicalización política de Cuba?
Respuesta. EE UU siempre ha tenido un peso en la historia de Cuba, y en estos últimos 40 años ese factor ha sido determinante. La revolución tenía su camino, pero la velocidad y el ritmo de esa radicalización, el punto que alcanzó, es inseparable del conflicto con EE UU. Por ejemplo, Cuba no tenía por qué haber quedado aislada en el hemisferio. Las relaciones con los revolucionarios de América Latina no debieron convertirse en los años sesenta en la única opción, pero no quedó más remedio. Cuando Cuba pudo tener relaciones no sólo con los movimientos armados, demostró que podía convivir con el resto del hemisferio.
P. ¿Qué consecuencias tendrá el recrudecimiento de la presión norteamericana en los momentos que está viviendo su país?
R. El efecto es contraproducente. Todas las presiones externas, no sólo sobre el Gobierno, sino sobre la forma de pensar de la gente, sobre el nacionalismo cubano, que va más allá del Gobierno, tienden a hacer más extrema la expresión de ese nacionalismo. Y esto sin duda afecta los espacios que podrían desarrollarse, porque es parte de los intereses del pueblo cubano que se desarrolle un socialismo más democrático, que haya más libertad de expresión, etcétera.
P. ¿Se corre el riesgo de repetir los errores del inicio de la revolución?
R. EE UU nunca han sabido cómo lidiar con el nacionalismo cubano. Para ellos, el único modo de negociar con Raúl sería si aceptara los planes norteamericanos de transición para Cuba, y eso es totalmente inviable. El Gobierno cubano que asumiera eso perdería completamente el prestigio ante el pueblo.
P. ¿Con la enfermedad de Fidel, se recupere o no, comienza una nueva etapa en Cuba?
R. Sí. Pero hay que tener en cuenta que los cambios en la gente y en la sociedad cubana empezaron en los noventa. Un Gobierno presidido por Raúl o por cualquier otro va a tener que seguir lidiando con ese proceso, que brota desde abajo. Las políticas tienen un impacto en la sociedad civil y es ésta la que ha estado cambiando y seguirá cambiando.
P. ¿Las políticas oficiales no han ido siempre por detrás de los cambios en la sociedad?
R. Hay medidas que podían haberse tomado antes y otras que no se han tomado todavía. No es un proceso concluido; sin embargo, creo que el factor desestabilizador que representa EE UU y el fantasma de lo que ocurrió en las transiciones de Europa del Este inciden sobre la dirigencia política cubana, y eso es algo que hay que entender.
P. ¿Un gobierno sin Fidel tendrá que articular un nuevo consenso?
R. Lo ha dicho el propio Raúl: el consenso con que ha contado Fidel, por su prestigio personal y como resultado de su posición al frente de la revolución, es algo con lo que no puede contar automáticamente quien le suceda. Las instituciones tienen que facilitar y fortalecer el consenso, que se estrechó como resultado de la crisis y también por la percepción popular de que no hay todavía suficientes medidas políticas como para avanzar y elevar el nivel de vida de la gente. Pero eso lo sabe el Gobierno.
P. ¿La revolución cubana puede sobrevivir a medio plazo sin una apertura económica y sin abrir espacios políticos?
R. Los economistas con los que hablo coinciden en que las reformas económicas están interrumpidas y en que se requieren cambios. Al mismo tiempo, la sociedad cubana ha ido conquistando espacios de debate, como la misma revista Temas; yo creo en la importancia de que estos espacios se expandan y pueda desarrollarse cada vez más un proceso de expresión de ideas diferentes dentro de la revolución.
P. ¿Ve posibilidad de que se produzcan cambios?
R. Se van a ir produciendo cambios, con mayor o menor gradualidad, porque son imprescindibles para el desarrollo de la sociedad. No creo que pueda haber un desarrollo social efectivo sin una mayor democracia popular, si no se avanza en el sentido de una serie de cambios que es necesario hacer. Yo estoy de acuerdo en que esos cambios los haga el PCC, en la medida en que asuma de hecho la tarea inmensa de ser el partido de la nación cubana.
P. ¿Cómo debería ser este socialismo democrático del que habla?
R. No me hago idea de un modelo determinado. Creo en una democracia socialista donde la gente de abajo pueda intervenir en las decisiones y controlarlas.
P. ¿Y ahora puede?
R. En menor medida de lo que se debería.
EL PAÍS 03-09-2006
El futuro de Cuba
"Un nuevo Gobierno en Cuba deberá mantener el consenso"
Hace 10 años Rafael Hernández (La Habana, 1948) dirigía las investigaciones sobre EE UU en el Centro de Estudios de América (CEA). En aquel momento, el CEA, adscrito al Comité Central del Partido Comunista, era reconocido dentro y fuera de Cuba por el rigor científico de sus trabajos y la audacia de sus propuestas, que incluían repensar el socialismo cubano para hacerlo más democrático y viable en lo económico. En 1996, el centro fue acusado de dedicar "demasiado" tiempo a los problemas de Cuba y proyectar una posición "alternativa" a la del Gobierno. Durante meses, Hernández y sus compañeros se enfrentaron a una comisión del Comité Central defendiendo su derecho a expresar posiciones divergentes dentro de la revolución. Finalmente, el CEA quedó desmantelado, pero ninguno de ellos fue sancionado. Desde entonces, Hernández dirige la revista Temas, uno de los pocos espacios de debate en la isla. Es miembro del Partido Comunista.
Pregunta. ¿Qué responsabilidad tiene EE UU en la radicalización política de Cuba?
Respuesta. EE UU siempre ha tenido un peso en la historia de Cuba, y en estos últimos 40 años ese factor ha sido determinante. La revolución tenía su camino, pero la velocidad y el ritmo de esa radicalización, el punto que alcanzó, es inseparable del conflicto con EE UU. Por ejemplo, Cuba no tenía por qué haber quedado aislada en el hemisferio. Las relaciones con los revolucionarios de América Latina no debieron convertirse en los años sesenta en la única opción, pero no quedó más remedio. Cuando Cuba pudo tener relaciones no sólo con los movimientos armados, demostró que podía convivir con el resto del hemisferio.
P. ¿Qué consecuencias tendrá el recrudecimiento de la presión norteamericana en los momentos que está viviendo su país?
R. El efecto es contraproducente. Todas las presiones externas, no sólo sobre el Gobierno, sino sobre la forma de pensar de la gente, sobre el nacionalismo cubano, que va más allá del Gobierno, tienden a hacer más extrema la expresión de ese nacionalismo. Y esto sin duda afecta los espacios que podrían desarrollarse, porque es parte de los intereses del pueblo cubano que se desarrolle un socialismo más democrático, que haya más libertad de expresión, etcétera.
P. ¿Se corre el riesgo de repetir los errores del inicio de la revolución?
R. EE UU nunca han sabido cómo lidiar con el nacionalismo cubano. Para ellos, el único modo de negociar con Raúl sería si aceptara los planes norteamericanos de transición para Cuba, y eso es totalmente inviable. El Gobierno cubano que asumiera eso perdería completamente el prestigio ante el pueblo.
P. ¿Con la enfermedad de Fidel, se recupere o no, comienza una nueva etapa en Cuba?
R. Sí. Pero hay que tener en cuenta que los cambios en la gente y en la sociedad cubana empezaron en los noventa. Un Gobierno presidido por Raúl o por cualquier otro va a tener que seguir lidiando con ese proceso, que brota desde abajo. Las políticas tienen un impacto en la sociedad civil y es ésta la que ha estado cambiando y seguirá cambiando.
P. ¿Las políticas oficiales no han ido siempre por detrás de los cambios en la sociedad?
R. Hay medidas que podían haberse tomado antes y otras que no se han tomado todavía. No es un proceso concluido; sin embargo, creo que el factor desestabilizador que representa EE UU y el fantasma de lo que ocurrió en las transiciones de Europa del Este inciden sobre la dirigencia política cubana, y eso es algo que hay que entender.
P. ¿Un gobierno sin Fidel tendrá que articular un nuevo consenso?
R. Lo ha dicho el propio Raúl: el consenso con que ha contado Fidel, por su prestigio personal y como resultado de su posición al frente de la revolución, es algo con lo que no puede contar automáticamente quien le suceda. Las instituciones tienen que facilitar y fortalecer el consenso, que se estrechó como resultado de la crisis y también por la percepción popular de que no hay todavía suficientes medidas políticas como para avanzar y elevar el nivel de vida de la gente. Pero eso lo sabe el Gobierno.
P. ¿La revolución cubana puede sobrevivir a medio plazo sin una apertura económica y sin abrir espacios políticos?
R. Los economistas con los que hablo coinciden en que las reformas económicas están interrumpidas y en que se requieren cambios. Al mismo tiempo, la sociedad cubana ha ido conquistando espacios de debate, como la misma revista Temas; yo creo en la importancia de que estos espacios se expandan y pueda desarrollarse cada vez más un proceso de expresión de ideas diferentes dentro de la revolución.
P. ¿Ve posibilidad de que se produzcan cambios?
R. Se van a ir produciendo cambios, con mayor o menor gradualidad, porque son imprescindibles para el desarrollo de la sociedad. No creo que pueda haber un desarrollo social efectivo sin una mayor democracia popular, si no se avanza en el sentido de una serie de cambios que es necesario hacer. Yo estoy de acuerdo en que esos cambios los haga el PCC, en la medida en que asuma de hecho la tarea inmensa de ser el partido de la nación cubana.
P. ¿Cómo debería ser este socialismo democrático del que habla?
R. No me hago idea de un modelo determinado. Creo en una democracia socialista donde la gente de abajo pueda intervenir en las decisiones y controlarlas.
P. ¿Y ahora puede?
R. En menor medida de lo que se debería.
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