Papeles Rojos

En el socialismo, a la izquierda

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julio 22, 2004

Pierre Vilar en Catalunya

Pablo F. Luna

fragmento de la reseña del libro de Pierre Vilar "Pensar históricamente" (Barcelona: Crítica, 1997)

publicado en Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales
agosto de 2000


En Barcelona, en septiembre de 1927, es el descubrimiento del "hecho catalán", en la diversidad de la España contemporánea. La vitalidad de la idea catalana como motor colectivo sorprende al joven intelectual que llega sin ningún a priori; son el encuentro y la acogida calurosa de diversas personalidades catalanas y catalanistas los que brindan el cuadro a este descubrimiento. Pero Vilar no se siente ni adopta la postura de "el francés" que llega al extranjero para dar lecciones. Es más bien la discreción del estudiante novato la que caracteriza su comportamiento, tanto como el temor de no estar a la altura de la efervescente vida política, intelectual y cultural del país de acogida. Vilar constata los límites del tema puntual de investigación con el que llegaba: la Cataluña industrial, entre los Pirineos y el mar. Tanto como observa los límites efectivos de sus propios conocimientos generales. Pero es también el momento en que intenta poner en relación sus preocupaciones de investigador académico con la realidad catalana apenas descubierta.

Hace entonces sus primeras armas como "geógrafo de archivo", reconoce el terreno de trabajo, se abre a la realidad de la relación entre agricultura e industria, toma contacto con los hombres de su problemática. Pero también cultiva amistades, anuda vínculos. Cuando se pregunta sobre las razones que explican que desde entonces haya conservado tantas amistades catalanas (el hecho de plantearse la pregunta, dice, le ha sido muy útil), el historiador francés piensa que la razón principal tal vez sea que se identificó con los problemas que deseaba estudiar, que se impregnó del "ser colectivo" que se los planteaba, aun cuando él no sea catalán.

Es también en el cuadro de la Barcelona de entonces, gracias a su encuentro con el historiador y psicoanalista húngaro Olivier Brachfeld, donde Vilar se inicia al examen de las múltiples reacciones, individuales y de grupo, medidas en términos de superioridad e inferioridad. Las que se traducen mediante manifestaciones que pueden ir desde el odio visceral y absurdo, hasta el desprecio y resentimiento.

Luego, la obra de Henri de Mann, Más allá del Marxismo, le permite reflexionar más profundamente sobre la complejidad histórica de la articulación entre la lucha de clases y la lucha nacional. Este sociólogo belga pone de realce, sobre todo, la posibilidad que ofrece la lucha nacional para substituir o atenuar la lucha de clases, en el seno de una comunidad. Es decir, la alternativa contemporánea propuesta por el fascismo italiano y el nazismo alemán. Vilar hizo una larga reseña crítica de este libro (que no pudo entonces ser publicada), en donde indica el peligro político de dicha alternativa.

Desde esos momentos, señala con precisión, no ha dejado de reflexionar sobre las relaciones entre nacionalismo y socialismo y los problemas que han planteado a lo largo del siglo XX. Lo que también le ha ocurrido respecto a las diversas formulaciones analíticas propuestas por los marxo-freudianos, para intentar comprender la articulación de identidad, pertenencia y conflicto al interior de dicha problemática. Aunque Vilar confiesa su preferencia por el complemento analítico proporcionado por Alfred Adler, uno de los principales discípulos disidentes del psicoanalista vienés.

La crisis de los años 30 le brindará muchas ocasiones de confrontar sus reflexiones generales con el análisis concreto de la realidad, tanto en España como en el resto de Europa. Así confirma su primera experiencia barcelonesa, de trabajo de terreno, en contacto con los protagonistas, con sus grupos y sus mundos respectivos. Son también los años en los que colabora con los Annales de Marc Bloch y Lucien Fevbre, y con otras revistas, contribuyendo con artículos sobre el ferrocarril, la ruta y la industria catalanas, sobre el derecho civil y la agricultura españoles y catalanes, etc.

Vilar dice con insistencia que no es en el marxismo, ni por el marxismo, que comprendió la complejidad de la realidad social. Contrariamente a otras experiencias intelectuales, no descubrió en el marxismo el llamado "continente historia". Fue su propio encuentro, en tanto que historiador, con la complejidad de la realidad, lo que le hizo medir la grandeza del pensamiento de Marx.

Pero aplicándose a sí mismo los instrumentos del historiador, toma conciencia al mismo tiempo de los límites sociológicos inherentes (de clase, de "mundo", etc.) de sus diferentes puestos de observación y de su condición de observador de la sociedad española y catalana en particular.

Más tarde, los acontecimientos barceloneses de octubre de 1934 le permiten ejercitarse en una práctica de historiador (y de ciudadano) particularmente importante, a saber, la necesidad de calibrar el valor del testimonio inmediato de los protagonistas. Es decir, en otros términos, la necesidad de someter la opinión de los testigos y "actores" del hecho a la estricta crítica histórica, para extraer lo que sea verdaderamente revelador del momento vivido. Vilar plantea aquí el carácter sintético (y de claro contenido histórico) de frases como "han ganado (o han perdido) los curas" pronunciadas para dar cuenta del resultado de enfrentamientos sociopolíticos, en la historia de España (y Cataluña). Lo que significa para el historiador francés que siempre es necesario intentar descubrir en los hechos de coyuntura los rasgos y las manifestaciones del funcionamiento de las estructuras, tanto políticas y sociales como mentales. También es desde ese entonces una de sus preocupaciones permanentes.

Sus años españoles son definitivamente un periodo formativo fundamental.