Papeles Rojos

En el socialismo, a la izquierda

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mayo 26, 2006

Introducción a "La crisis del movimiento comunista", Fernando Claudín

La crisis del movimiento comunista. I de la Komintern a la Kominform
Editorial Ruedo Ibérico. Reedición en Barcelona, 1978.

Fernando Claudín


Introducción

El año 56 fue para mí, como para tantos otros comunistas, el comienzo de la ruptura con una confortable y optimista representación del estado y las perspectivas de nuestro movimiento. Hasta entonces su pasado y presente -e incluso su futuro- no eran problema. Marx y Engels, Lenin y Stalin, los supergenios de la humanidad, habían despejado todas las incógnitas fundamentales. Cierto, el camino de la revolución resultaba más largo y espinoso de lo que supusimos en nuestra juventud, describía una gran curva -por los países atrasados- no prevista por Marx, pero seguía pareciéndonos diáfano y seguro. Instaurado definitivamente en la sexta parte del globo habitado, el socialismo empezaba a ser construido con el mismo éxito en nuevos países, mientras que el capitalismo se debatía agónicamente en la " segunda etapa " de su " crisis general ". La victoria de la gran revolución china anunciaba el derrumbamiento de la " retaguardia colonial " del imperialismo. En el resto del planeta nosotros, los comunistas, gentes de un "temple especial", constituíamos la única fuerza revolucionaria consciente y organizada. Dotados de una teoría científica, archicomprobada en la práctica, y respaldados por la formidable superpotencia que había aplastado a los ejércitos hitlerianos, el porvenir nos pertenecía indiscutiblemente. Las derrotas pasadas se explicaban por las " condiciones objetivas " y las " traiciones de la socialdemocracia": nuestra política siempre había sido justa en lo esencial. Desaparecida la Internacional Comunista, seguíamos contando con un guía tan sabio y experto como el partido de Lenin y Stalin, cuya ayuda en todos los órdenes compensaba las insuficiencias de los otros partidos comunistas, sus discípulos. En una palabra, el triunfo final, a escala planetaria, estaba asegurado. Era cuestión de tiempo, perseverancia y esfuerzo.

Las revelaciones del " informe secreto " de Jruschev y las sublevaciones de los proletarios e intelectuales húngaros y polacos contra el sistema estaliniano destruyeron de golpe esa representación confortable y optimista. Y sobre sus ruinas se alzaron inquietantes signos de interrogación. Entre ellos, uno que englobaba todos los demás : ¿ Qué marxismo era el nuestro -en su doble vertiente teórica y práctica- que en lugar de servirnos para descifrar la realidad nos la ocultaba y mistificaba ? En mi caso, la respuesta a este interrogante capital fue abriéndose paso a través de un largo y penoso ajuste de cuentas con veinticinco años de educación estaliniana, y de sucesivos conflictos en el seno de la dirección del Partido Comunista de España (a la cual pertenecía desde 1947). Junto con Federico Sánchez [Jorge Semprún] -el más joven de la dirección, cuya evolución había sido similar a la mía- fui expulsado del partido en 1965. Como según la sabiduría popular no hay mal que por bien no venga, este inevitable acontecimiento me dejó tiempo libre y libertad de espíritu para darme hasta el fin, en el límite de mis conocimientos y experiencias, la respuesta que buscaba al interrogante más arriba formulado. Tal es el origen de este libro.

En el curso de la investigación emprendida llegué a una conclusión que inicialmente no era evidente para mí: el movimiento comunista -el partido estaliniano, tanto en sus dimensiones nacionales como internacionales, lo mismo en el ejercicio del poder que como instrumento de lucha por el poder- había entrado en los años cincuenta en una crisis general, irreversible. Y por su propia naturaleza no tiene posibilidad de autotransformarse, de " negarse " en el sentido hegeliano. Lo que no excluye, naturalmente, que fracciones más o menos importantes de ese movimiento contribuyan a crear la nueva vanguardia revolucionaria marxista, cuya necesidad en los tiempos que corren ofrece pocas dudas. Es preciso distinguir entre la subjetividad revolucionaria de innumerables comunistas y el sistema ideológico-organizacional que la esteriliza.

Digo nueva vanguardia revolucionaria marxista, porque a mi juicio -el trabajo sobre el tema de este libro disipó las dudas que me habían asaltado al respecto- lo que ha fracasado históricamente no es el marxismo, sino determinada dogmatización y perversión del pensamiento marxiano. Su esencia crítica-revolucionaria, no pocas de sus principales concepciones y tesis, siguen vivas, actuales. A condición, claro está, de que nos decidamos resueltamente a situar Marx en su tiempo histórico, y a continuarlo de acuerdo con el nuestro. O en otros términos : a considerar y utilizar el marxismo de manera marxista. Lo que implica, entre otras cosas, no perder de vista que en la propia función que desempeña de ideología del movimiento revolucionario existen las premisas de su dogmatización y perversión. Por algo la estaliniana no ha sido la primera, y quién sabe si será la última, de esas deformaciones. Mi investigación de la crisis del movimiento comunista es un intento de utilizar el marxismo, así concebido, para la crítica del marxismo mismo, tanto en sus formas muertas como vivas.

El problema que abordo es tan vasto y complejo que su esclarecimiento sólo puede resultar de múltiples contribuciones en todas las ramas de las ciencias sociales. No pocas existen ya, pero el grueso de la tarea está por delante. La mía es una contribución más, circunscrita en lo esencial a la esfera política. No es una historia del movimiento, sino un análisis de los principales factores y procesos que han determinado su crisis. Lo que acentúa, indudablemente, su aspecto "negativo". Pero si esta negatividad ayuda en algo a desbrozar el camino hacia nuevas formas del movimiento revolucionario, liberadas en la medida de lo posible de los mitos, las ataduras y los errores del pasado, será -como es mi intención- una negatividad dialéctica, marxista.

No hace falta decir que este libro no es sólo una crítica del movimiento comunista sino una autocrítica del autor. Pero este último aspecto no tiene la más mínima importancia.

mayo 22, 2006

Josep Rovira: Explicació de la convocatòria per a la creació d'un moviment d'unitat socialista de Catalunya

Texto redactado por Josep Rovira y presentado a la conferencia de unificación del 14 de enero de 1945 que dio lugar al Moviment Socialista de Catalunya (MSC). El documento fue aprobado por unamimidad.

Propòsit:

La reunió del dia 14 de gener del 1945 és la conseqüència d'una sèrie de gestions, de contactes i de relacions, sovint personals, que des de fa temps coincidim a fer-les, nosaltres ací a l'exili i altres companys a Catalunya.

El propòsit és de buscar quins punts de coincidència es poden trobar, entre els diferents sectors del moviment polític obrer de Catalunya, que permetin reunir-lo en un mateix organisme d'acció. Polsar fins a quin punt la voluntat que tots tenim d'arribar a una entesa és un factor prou fort, a desgrat de diferències d'apreciació que hi poguessin haver, per a obtenir-la.

Tant en els nostres rengles i, com és de suposar, en els rengles dels altres i en moltes individualitats aïllades, s'han sofert evolucions que, per tal com són fetes sobre la base de depart de les concepcions polítiques que ens separaven abans, podria molt ben ésser que avui convergissin en l'apreciació d'un dels moments històrics de més transcendència. I seria lamentable que pel prejudici d'hàbits orgànics, malbaratéssim la possibilitat d'entesa.

Fem i ens fem aquesta convocatòria del dia 14 de gener, precisament per a poder trobar-nos en presència de pensaments diversos i de diferents sectors del moviment obrer de Catalunya, per tal de veure si pot sortir-ne un acord, petit o gran, que en l'acció futura meni colze a colze forces polítiques obreres que restaven dividides.

Necessitat d'un fort moviment polític obrer a Catalunya

Així com a l'interior de la Península l'espina dorsal de la revolució democràtica i les possibilitats per a la transformació socialista, radiquen sobre el P.S.O.E., a Catalunya, en el llarg de la República, el rol preponderant l'ha jugat un partit republicà burgès. El moviment obrer hi és més dividit que en altres llocs, entre seccions catalanes de partits peninsulars i partits obrers autòctons.

El factor més important de divisió ha estat el problema nacional de Catalunya, el qual ha fet que, a contracop dels agrupaments polítics obrers de reflexe peninsular, s'hi muntessin també agrupaments essencialment catalans. No solament les acusades característiques nacionals de Catalunya, sinó també, i des de la República, les atribucions estatutàries que ha donat una vida política autònoma al nostre país, han servit per a precisar aquesta divisió del moviment obrer. Seria absurd que volguéssim desconèixer aquest estat de coses i esquivéssim de trobar-hi la solució que s'imposa. L'absurd no el cometem deliberadament. Prejudicis i hàbits eviten que ens parem a raonar com és degut aquesta cosa que impedeix una de les missions elementals del moviment obrer, que és la d'unir-se.

El fet polític que representa la realitat nacional de Catalunya, no solament no el volem esquivar sinó que tots sentim que ha d'ésser considerat com un factor progressiu dintre el propi moviment obrer. Que ens coaccioni o no l'apreciació que pugui tenir del problema nacionalitari la resta del moviment obrer peninsular – precisament perquè no viu ni sent dintre la diferenciació que es forma a Catalunya del procés polític espanyol – nosaltres tenim el deure de prendre l'actitud més justa i més real, en benefici del moviment obrer, i determinar pel nostre compte les formes que millor serveixin els interessos que defensem, que no són sols els d'una classe sinó els de tot el poble de Catalunya. Es així que servirem millor, també, els interessos de tots els altres pobles peninsulars. Tota altra cosa seria perllongar la in comprehensió que ens fa mal a nosaltres mateixos.

El raonament que hauríem de fer-nos és d'una simplicitat extraordinària. Si un dels motius més importants i permanents de divisió és el problema nacionalitari, ¿per què no l'usem a la inversa i fent-nos-el nostre, que és el nostre deure, no el fem servir de comú denominador per a la unió?

La conjunció dels republicans catalans i del moviment socialista espanyol ha portat la vida política de la República – evidentment a sotragades – des de l'abril del 1931. Els republicans catalans juguen aquest rol de «tàndem» de la República en tant que galvanitzen, entorn seu, tot un poble en la defensa de les seves característiques diferencials. Es una cosa evident que un gran Partit dels treballadors de Catalunya, que reflexi exactament l'esperit del país, transformarà la conjunció republicano-socialista en la veritable unitat d'acció del moviment obrer peninsular.

Ningú no pot al·legar que moltes de les seccions catalanes de partits peninsulars representin a Catalunya la part considerable d'immigració de l'interior de la Península. Les característiques particulars del nostre procés polític juguen igual per a ells que per als altres habitants de Catalunya i la realitat ens ha demostrat, en tots els esdeveniments polítics d'importància, que aquestes masses s'han identificat millor amb les formacions polítiques autòctones que amb les seccions catalanes dels partits peninsulars. És que el moviment nacionalitari de Catalunya representa, en el procés polític peninsular, un dels factors progressius de més transcendència.

Un altre factor de desunió, que no és pas particular a Catalunya, són les divisions clàssiques del moviment obrer esdevingudes al llarg del temps i entorn de moviments històrics i de desenvolupaments econòmics, diferents dels d'ara i sovint superats. Ens matenim dividits perquè hem creat uns interessos orgànics i de concepció, amb els quals ens hem acostumat i en els quals hem considerat la divisió com a immutable. La concepció ideal de la llibertat i la solució socialista de l'economia són consubstancials. Sense l'una no es concebeix l'altra. Fórmules i tàctiques que moltes formacions socialistes podien haver adoptat en el curs del combat i que podien semblar, a altres tendències del moviment obrer, com un atemptat a l'exercici de la llibertat i un tribut a la intolerància, són avui denegades, per tal com l'experiència i el moment històric reclamen, més que mai, que la idea, la defensa i l'exercici dels principis de llibertat formin la concepció moral del socialisme.

No queda ja cap organització obrera a la Península que no cregui en la necessitat d'una estructuració política de la seva concepció ideològica. La nostra experiència passada i el desenvolupament de l'economia en un pla mundial obliguen avui a qualsevol ideologia del movkment obrer a plantejar-se els problemes d'organització política del país, i per tant, el de la seva intervenció político-econòmica dels sindicats, com a pilars bàsics, en l'estructura de l'Estat. Tota la teoria del Sindicalisme pren una realitat que el moviment polític socialista ha de comprendre i fer-se'l seu.

Si dintre la discòrdia i la inconsciència, el moviment obrer perdé una ocasió històrica, després de la Revolució Russa fins a l'adveniment del feixisme, a l'hora de la gran crisi del sistema capitalista, ara, quan s'obre un nou període i que la classe treballadora sortirà d'aquesta guerra desfeta, cal que el seu reagrupament en cada país es faci ampli, ràpid i, sobretot, consistent. Altrament, corre el perill que en l'intent d'estabilització de la nova etapa del capitalisme l'acció del moviment obrer no tingui la transcendència necessària que requereix el compliment de la seva missió històrica.

Això obliga a plantejar-nos, d'una vegada, la relativitat revolucionària dels petits partits i de les seccions de partits forasters al procés polític del nostre país. Lògicament, en la vida política i econòmica d'un país, no pot considerar-se res més que un agrupament per a una interpretació política de tendència tot organisme que no representi una força d'opinió i d'interessos prou important per a garantir la continuïtat democràtica. És a dir: que un partit polític dels treballadors ha de representar – dintre un sistema democràtic – una força cohesionada prou forta perquè no es pugui tirar endavant ni retrocedir sense comptar amb la seva actitud política.

Petits partits, seccions de partits peninsulars o creacions d'emergència – com són els fronts únics d'acció –, tota altra cosa que no sigui una forta condensació de forces dintre una mateixa disciplina, no són res més que un desig de partit, un anex, una voluntat teòrica, o una elocubració política; segurament respectables, però sense l'efectivitat revolucionària que reclamen els moments actuals.

El que cal és que les expressions de tendència i les diferències d'interpretació siguin garantides en el partit dels treballadors per un rigorós exercici democràtic interior, si bé exteriorment s'han de fondre en una mateixa cohesió i disciplina.

Tantes i tantes raons hi ha per a fer una revisió general de l'actitud i de les diferències entre el moviment obrer, que podem bé escollir el moment històric excepcional en què vivim per a fer-les.

Missió d'aquest reagrupament de forces a Catalunya

En l'ordre interior l'existència d'un gran reagrupament polític obrer a Catalunya, produiria un canvi de relació de forces que trenca l'habitual equilibri polític. És a aquest moviment que li recau el deure de reestructurar a Catalunya les reformes nascudes de la convulsió internacional actual i d'enrobustir-hi la personalitat nacional, donant-li el to de país-pilot dintre el concert dels pobles peninsulars.

Concepcions noves nascudes de la guerra que, sense un gran partit obrer que les pugui defensar i aplicar, mantindrien el nostre país, precisament industrial, i amb ell i per tant tota la Península, en aquest estat d'endarreriment endèmic que el faria subjecte a totes les intervencions exteriors.

Les necessitats d'una interferència econòmica profunda entre els pobles farà néixer les formes de relació i d'estructura polítiques diferents, que garanteixin tot el possible la sobirania i les característiques de cada país. El Federalisme, en interpretacions diverses, serà la fórmula política adoptada per a aquesta interdependència. Fórmules de convivència que a la Península poden representar la solució d'un dels problemes de la revolució democràtica més vius i progressivament més importants. Catalunya, que doctrinàriament i popularment és la Seu peninsular de la idea federalista, ha d'interessar-hi els altres pobles ibèrics, vertebrant així d'una vegada el país. Unica manera de destruir, per sempre, tot reviscolament de les forces reaccionàries, que treuen llur força estructural de l'unitarisme. Es una missió del moviment obrer, que té el federalisme com a forma més justa de relació entre els pobles en el seu programa, de portar-lo a l'aplicació en el seu país, on la coexistència de diferents problemes nacionalitaris obliguen a trobar sistemes de convivència que, al mateix temps que reforces cada personalitat nacional, enriqueixen la col·lectiva de la Península.

I sobretot, aquest agrupament polític de les forces obreres de Catalunya, dóna l'oportunitat de fer conèixer amb tot el seu classicisme moral l'ideal del Socialisme. Classicisme moral que interpretat sota l'experiència que ha tingut el moviment obrer de casa nostra i per la qual ha viscut i viu tot el món obrer, pot donar la síntesi del moviment socialista de l'hora històrica. Es missió nostra, doncs, d'interpretar-la degudament.

Característiques

No volem prejutjar res sobre la forma que pugui donar-se a aquesta unitat orgànica d'acció del moviment socialista de Catalunya, però sí que podem manifestar la voluntat que la seva forma orgànica, sigui la que sigui, prengui una permanència, és a dir que prengui ja les formes més simples i consistents que la capacitin per a l'actuació política.

La reunió del 14 de gener obre un període d'identificació a unes posicions de coincidència que nosaltres mateixos elaborarem. No ha d'excloure's, però, tota nova aportació que vingui de l'interior de Catalunya o de l'exili. Seria treure-li possibilitats el cloure aquest període massa aviat i obligar que noves adhesions col·lectives o individuals, vingudes posteriorment, haguessin de sotmetre's a posicions definitives, la qual cosa els podria impedir de reunir-s'hi.

Creiem que ha d'ésser un interès primordial de l'agrupament que constituïm, de marxar amb una completa identificació amb el que paral·lelament es forma a Catalunya.

Una altra de les nostres preocupacions ha d'ésser la de facilitar, per pacte o per entesa, la unitat d'acció de tot el moviment obrer a la Península. Nosaltres creiem que el moviment obrer de la Península guanya posicions en relació a la nostra robustesa, d'igual manera que la nostra acció guanya en eficàcia en tant que pugui col·laborar estretament a l'acció peninsular.

Creiem que les adhesions poden ésser indistintament col·lectives o individuals. L'ideal, per a nosaltres, és que la síntesi socialista que en neixi, formi una mentalitat pròpia que identificarà directament els adherents individuals i, a través de les respectives organitzacions, els militants col·lectius. Període indispensable d'identificació que permetrà, més tard, de reunir democràticament els uns i els altres.

Tolosa, 1 de gener del 1945

mayo 14, 2006

Fernando Mires: América Latina y sus tendencias políticas (I)

Publicado en La Insignia, mayo del 2006.

Parece difícil analizar las tendencias que se están perfilando en el año electoral 2006 en América Latina sin referirse al reciente pasado, marcado por las tenazas de la guerra fría.

En efecto, después de la simbólica caída del muro de Berlín, habiendo desaparecido la potencia comunista mundial, los EEUU dejaron de considerar a América Latina como a un campo en donde, entre otros, tenía lugar la disputa por la hegemonía planetaria. Así se explica que, paralelamente a los procesos de insurgencia que tenían lugar en los países de Europa del Este, en América Latina comenzó a tener lugar una especie de declive de las dictaduras militares conocidas como de "seguridad nacional", cuya función era contener el avance interno del comunismo e impedir que una segunda Cuba apareciera en el continente. Sin el abandono de esta política por parte de los EEUU sería imposible explicar por qué en América Latina -con excepción de Cuba- no existe hoy, en sentido estricto, ninguna dictadura militar. Eso quiere decir que desde el fin de la guerra fría, América Latina en general parece entrar a un proceso de democratización.

Ahora bien, lo que a primera vista llama la atención es que esa democratización tiende a asumir la forma predominante de una democratización desde y por la izquierda e impulsada por partidos que se dicen o son de izquierda. De tal modo, la así llamada izquierda latinoamericana parecería a simple vista ser el sujeto refundador en algunos casos (Chile, Uruguay), fundador en otros (Argentina) o constructor (Brasil) de una nueva democracia.

No obstante, una segunda mirada puede llevar a pensar que ese proceso de izquierdización democrática (o democratización de izquierda) que hoy tiene lugar no es tan sencillo, pues bajo el concepto de izquierda se encuentran articuladas diferentes tendencias que no son siempre compatibles; más aún: que son antagónicas entre sí. Si se hace un recorrido imaginario a través del mapa del continente, nos encontramos con tendencias socialistas democráticas (Bachelet, Vásquez Tabares), movimientistas (Lula) etnicistas (los movimientos indígenas de Ecuador y algunos de Bolivia) etnonacionalistas (Morales), populistas institucionales (Kirchner) nacionalistas-democráticas (López Obrador) fascistas o fascistoides (Castro, Chávez, los hermanos Humala), todas denominadas "izquierda" desde la óptica de sus representantes. De ahí, entonces, que en América Latina sea importante pluralizar el concepto de izquierda; y si pluralizamos hay que afirmar: la izquierda latinoamericana no existe; lo que existe son las izquierdas, en todas sus diversas manifestaciones y colores.

La precariedad política de las derechas

Que la democratización que hoy tiene lugar en América Latina aparezca bajo el signo de la izquierda, tiene que ver sin duda con la precariedad de las derechas políticas. Dicha precariedad puede ser explicada a partir de tres motivos:

1) A diferencia de Europa, la derecha política latinoamericana no es representante de una antigua tradición conservadora. Eso quiere decir que el pasado que representa esa derecha es en gran medida un "pasado reciente", y en algunos casos muy reciente. Eso significa a su vez, que las derechas, al no ser esencialmente conservadoras, son esencialmente modernas, y en muchos casos más modernas que las propias izquierdas. El pasado que representa el siglo XlX es terrateniente, oligárquico y antipolítico (caudillesco, militar, clerical) y de ese pasado quedan muy pocos restos, entre otras cosas, debido a los proyectos de modernización capitalista impulsados por la propia derecha política. Las derechas no pueden ni quieren hacerse cargo de ese pasado, y es por eso que su discurso es esencialmente "futurista".

2) Las derechas latinoamericanas, en lugar de aparecer como representantes de determinados valores conservadores, se han constituido, predominantemente no como derecha política sino como derecha económica. La mayoría de sus representantes electorales son ejecutivos de grandes empresas o pertenecen a familias de magnates o empresarios, y sus discursos son esencialmente económicos (desarrollistas y modernizadores). La derecha política debe ser, por lo mismo, refundada. Eso implica para ella desligarse de su discurso esencialmente economicista. Pero sobre todo implica desligarse de su pasado reciente ligado, en muchas ocasiones, al de cruentas dictaduras militares.

3) Que las derechas políticas hayan aunado su destino con las dictaduras militares de la guerra fría es la razón de su desprestigio político y de la enorme y justificada falta de credibilidad democrática que tienen en la mayoría de los países del continente (especialmente en el Cono Sur). La fusión de la derecha con dictaduras militares llevó en muchos casos a un proceso de autodisolución política del que les ha sido muy difícil rehacerse.

La rehabilitación política y sobre todo, democrática, de las derechas es, sin embargo, una de las condiciones más necesarias para la estabilización política de las propias izquierdas. Una izquierda sin derecha, o con una derecha muy precaria, puede sucumbir a la tentación de hacerse con todo el poder, lo que inevitablemente llevaría a su propia negación como izquierda. No todos los países del continente han tenido la suerte de tener estadistas conservadores, portavoces de una centroderecha política democrática como Fox en México, Cardoso en Brasil, o Arias en Costa Rica. La mayoría de los gobiernos de derecha han sido militares, latifundistas o empresariales. La democracia latinoamericana no sólo requiere de una izquierda democrática, que ya existe, sino también de una derecha democrática, que sólo existe de modo parcial. En otras palabras: sólo la existencia de un juego democrático entre izquierda y derecha abre las posibilidades para el aparecimiento de un "centro" político en disputa. La existencia de ese "centro" es la condición esencial para la vida política. Una política sin centro lleva a la polarización de sus agentes, y ese es el comienzo del fin de la política.

Las izquierdas políticas

Uno de los hechos más alentadores de los últimos años no sólo reside en la democratización que experimentan diversos países de la zona, tampoco en el hecho de que esa democratización esté siendo llevada a cabo bajo la hegemonía política de las izquierdas, sino sobre todo en el hecho de que esa democratización significa también la democratización de las propias izquierdas.

La democratización de las izquierdas, fundamentalmente en el Cono Sur del continente, ha resultado de sus propias experiencias. No deja de ser notorio que precisamente en los países donde existieron las más sangrientas dictaduras militares (Argentina, Brasil, Chile, Uruguay), sean sus izquierdas mucho más democráticas que en países donde las izquierdas no pasaron por esas terribles experiencias. A veces la vida enseña mucho más que las más esclarecidas teorías. Y es que es así: la democracia comienza a valorarse cuando se pierde. El caso de la nueva presidenta de Chile es emblemático. Durante la dictadura su padre fue asesinado, ella fue enviada a prisión y torturada; padeció el exilio. Y sin embargo, su mensaje político no es de odio ni de venganza sino de unidad y reconciliación.

Pero no sólo fue la revaloración de la democracia lo que ha impulsado a esas izquierdas a su democratización, sino una realidad objetiva que llevó a que esas izquierdas se vieran envueltas en complicados eventos que llevaron a la democratización postdictatorial. Como es sabido, ninguna de las dictaduras latinoamericanas del pasado reciente fue derribada como consecuencia de un acto revolucionario. Por el contrario, ellas fueron disueltas sólo después de compromisos que las izquierdas hubieron de contraer con otras fuerzas políticas, incluyendo a los propios militares. Abrir una brecha de transición entre la dictadura y la democracia requiere de mucha diplomacia, pero, sobre todo, de una alta capacidad política. Y esas fueron las virtudes que tuvieron que desarrollar dichas izquierdas. Hoy en día, esas izquierdas han llegado a ser el mejor garante, no sólo de la democracia y de la libertad en sus respectivos países, sino también los agentes políticos estabilizadores de sus respectivas naciones. La tarea que tienen por delante es todavía muy grande y tiene que ver con la pregunta de las preguntas de toda actividad política, y esa pregunta es: ¿Cómo es posible democratizar no sólo políticamente sino además socialmente a una nación, sin desestabilizar las estructuras democráticas que la constituyen? O formulada, la misma pregunta, de otro modo: ¿Cómo incorporar a la escena política a los sectores sociales excluidos por las derechas y por las dictaduras sin que ello produzca quiebres en el sistema institucional, sistema que es la única garantía para que esos sectores excluidos puedan ser incorporados, pues sin esas instituciones cualquier incorporación carece de sentido?

Esa pregunta es a la vez el camino pedregoso por el que caminan los nacientes gobiernos democráticos latinoamericanos. El camino son las instituciones. Sin esas instituciones, la política democrática cae en el precipicio sin fin de los populismos antidemocráticos que hoy son, sin duda, las sombras más sombrías que asoman en nuestro continente.

Populismos y fascismos

El populismo en sí no es un problema. La verdad es que no existe ningún populismo "en sí". El populismo es sólo entendible a partir del calificativo que lo acompaña. Hay, en ese sentido, populismos nacionalistas, populismos regionales, populismos autoritarios, populismos personalistas, populismos militares, y no por último, populismos fascistas. Todo fascismo, por ejemplo, es populista, pero no todo populismo es fascista. ¿Cuándo es el populismo fascista? La mayoría de los científicos sociales están de acuerdo en afirmar que el populismo fascista se da sobre la base de una combinación de cinco "elementos", a saber: el personalismo, el movimientismo, el nacionalismo extremo, el mesianismo revolucionario, y el militarismo. En ese sentido, las sangrientas dictaduras militares que asolaron el continente sudamericano durante el período de la guerra fría no eran fascistas en estricto sentido del término. Poseían rasgos facistoides, pero eso es algo distinto. La mayoría de ellas no fueron personalistas ni movimientistas, ni mucho menos mesiánico-revolucionarias. Eran, si se quiere, dictaduras de contención social, y por cierto, extremadamente criminales. Pero no todo gobierno criminal es fascista.

El gobierno latinoamericano que mejor sintetiza las particularidades que constituyen al fascismo es, sin dudas, la dictadura cubana. Que los científicos sociales latinoamericanos no hayan catalogado todavía a ese régimen como fascista se debe, por una parte, al discurso pseudosocialista de la dictadura, y por otra, por cierto respeto frente a lo que imaginan fue el pasado revolucionario "glorioso" de Cuba. No obstante, ese pasado terminó definitivamente hace muchos años con la conversión de Cuba en base político-militar de la URSS. Desde ahí fueron establecidas en la isla todas las instituciones propias al totalitarismo de tipo soviético. Ahora bien, después del fin del comunismo soviético, el sistema de Castro ha evolucionado a uno de típico corte fascista.

En verdad, pocas veces se han dado en un sistema político todas, pero todas las condiciones que hacen a un régimen fascista: personificación extrema del poder, un líder mesiánico, apelación a las masas aclamadoras, militarización de la vida social, uniformidad cultural, pensamiento único, represión a la libertad de reunión, de opinión y de prensa, verticalización paraestatal (corporativismo) de las organizaciones sociales, y sobre todo, el imperio del terror mediante sistemas de vigilancia, delación y uso metódico de la tortura y del asesinato, etc. Esos son sólo algunos de los rasgos típicos del totalitarismo fascista, y el Estado cubano los reúne y sintetiza de modo perfecto.

Alguna vez hay que descorrer el velo y decir la verdad, aunque a algunos les duela. Pues quien todavía piensa que el régimen cubano es de izquierda no se da cuenta del enorme daño que hace a la izquierda. Que Castro haga uso de algunos tópicos comunes a las izquierdas, no cambia en nada su esencia fascista. Todo lo contrario.

Hay que recordar que los fascismos europeos, especialmente el de Mussolini y Hitler, secuestraron gran parte del discurso de las izquierdas y lo incorporaron a su repertorio. Mussolini venía del Partido Socialista, y cuando asumió el poder, tuvo el apoyo de muchos socialistas -sobre todo literatos e intelectuales- engañados por su retórica dirigida a las masas empobrecidas, cuyas connotaciones radicalmente antiestadounidenses enfervorizaban tanto a socialistas como a nacionalistas. Su mejor discípulo latinoamericano, Perón, utilizó en los momentos ascendentes de su poder la misma estrategia. En cuanto a Hitler, hay que recordar que su partido se llamaba "nacionalsocialista".

mayo 08, 2006

James Petras: El postmarxismo rampante. Una crítica a los intelectuales y a las ONG (y 2)

La lucha de clases y la cooperación

Los postmarxistas a menudo escriben de la cooperación de todos, sin profundizar mucho en el precio y las condiciones para garantizar la cooperación de los regímenes neoliberales y las organizaciones populares. La lucha de clases se considera un atavismo con un pasado inexistente. Hoy se nos dice que los pobres están empeñados en construir una nueva vida, están hartos de la política, las ideologías y los políticos tradicionales. Hasta allí vamos bien.

Los grupos de empresarios hacen que los postmarxistas participen en un nuevo tipo de política similar a la de los enganchadores de un pasado no tan lejano: que reunían a las mujeres que necesitaban capacitación y establecían microempresas subcontratadas con productores o exportadores de mayor envergadura. La política de los postmarxistas es de compradores: ellos no elaboran productos nacionales, sólo relacionan a los capitalistas extranjeros con la mano de obra local para facilitar la continuación del régimen neoliberal.

Los postmarxistas en su papel de administradores de las ONGs son fundamentalmente actores políticos cuyos proyectos, capacitación y talleres no producen un impacto económico importante, ni en las ONGs ni en diminuir la pobreza. Pero sus actividades si desvían a la gente de la lucha de clases. La perspectiva marxista de la lucha y confontación de clases se construye en las verdaderas divisiones sociales de la sociedad: entre quienes obtienen beneficios, intereses, renta e impuestos y quienes luchan por optimizar los salarios, el gasto social y las inversiones productivas.

Los resultados de las perspectivas marxistas son actualmente evidentes en todas partes: la concentración del ingreso y el aumento de las desigualdades son más grandes que nunca.

Instituciones como el Banco Internacional de Desarrollo (BID) financian empresas agroindustriales de exportación que explotan y envenenan a millones de trabajadores agrícolas, y al mismo tiempo proporcionan fondos para el financiamiento de pequeños microproyectos. El papel de los postmarxistas en los microproyectos es neutralizar la oposición política de la parte inferior, mientras se promueve el neoliberalismo en la parte superior.

Su teoría de la cooperación liga a los pobres por medio de los neoliberales. Intelectualmente, son polícías que definen la investigación aceptable, distribuyen los fondos para investigar y filtran los tópicos y las perspectivas que proyectan el análisis de clases y la perspectiva de la lucha. El control de la moda intelectual, publicaciones, conferencias y fondos para investigar les proporcionan una base importante de poder, pero en última instancia dependen de evitar el conflicto con sus patrones, quienes les otorgan el financiamiento desde el extranjero.

Los intelectuales marxistas críticos tienen su fuerza en el hecho de que sus ideas resuenan con las realidades sociales en evolución. La polarización de clases y los violentos enfrentamientos aumentan, tal como lo pronostican sus teorías. Es a partir de estos hechos que los marxistas demuestran debilidad táctica, pero fuerza estratégica en relación con los postmarxistas.

¿Murió el antiimperialismo?

En los últimos años el antiimperialismo desapareció del diccionario político de los postmarxistas. Los ex guerrilleros de Centroamérica se convirtieron en políticos electorales y los profesionales que manejan las ONGs hablan de cooperación e interdependencia internacionales. Sin embargo, los pagos de la deuda siguen transfiriendo gigantescas sumas de los pobres latinoamericanos a Europa, Estados Unidos y Japón. Las propiedades públicas, los bancos y por encima de todo los recursos naturales se van enajenando a precios muy bajos por parte de las transnacionales.

Hay más multimillonarios de América Latina que tienen la mayor parte de sus fondos en bancos estadounidenses y europeos que nunca antes. Entre tanto provincias enteras se han convertido en cementerios industriales, y el campo está despoblado. Estados Unidos tiene más asesores militares, funcionarios antidrogas y policías federales encargados de dirigir la planeación, que en ninguna otra etapa de la historia mundial.

No obstante, algunos exsandinistas y exfarambundistas dicen que el antiimperialismo/imperialismo desapareció al término de la guerra fría. El problema-dicen- no es la inversión o ayuda extranjeras, sino la falta de ellas y piden más ayuda imperial. La miopía política y económica que acompaña a esta perspectiva no entiende que las condiciones políticas para los créditos son el abaratamiento de la mano de obra, la eliminación de la legislación social y la transformación de Latinoamérica en una gran plantación, un gran campo minero, una gran zona de libre comercio desprovista de derechos, soberanía y riqueza.

El énfasis marxista en la profundización de la explotación imperialista tiene su origen en las relaciones sociales de producción y las relaciones del Estado entre el capitalismo imperialista y el dependiente. El derrumbe de la URSS ha intensificado la explotación imperialista. Los postmarxistas (ex marxistas) que creen que el mundo unipolar tendrá por resultado una mayor cooperación, interpretaron mal la invasión estadounidense en Panamá, Irak, Somalia y otros países. En forma más fundamental la dinámica del imperialismo radica en la dinámica internacional del capital, no en la competencia externa con la URSS. La pérdida del mercado interno y los sectores de Latioamérica es un retorno a la fase prenacional: las economías latinoamericanas empiezan a tomar características de su pasado colonial. La lucha actual contra el imperialismo involucra la reconstrucción de la nación, el mercado local, la economía productiva y una clase trabajadora ligada a la producción y al consumo sociales.

Dos perspectivas de la transformación social : organización de clase y ONG

Para adelantar la lucha contra el imperialismo y sus colaboradores neocompradores nacionales hay que pasar por un debate ideológico y cultural con los posmarxistas que están dentro y en la periferia de los movimientos populares.

El neoliberalismo opera actualmente en dos frentes: el económico y el cultural- político; y en dos niveles: el régimen y las bases populares.

En la parte más alta las políticas las formulan y las implantan los personales usuales: Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, en combinación con Washington, Bonn, Tokio y en asociación con os regímenes neoliberales y los exportadores locales y grandes conglomerados empresariales y banqueros transnacionales.

A principios de los 80, los sectores más perceptivos de los gobernantes neoliberales vieron que sus estrategias estaban polarizando a la sociedad y provocando descontento a gran escala. Los políticos empezaron a financiar y a promover una estrategia paralela desde abajo: la promoción de organizaciones de base con una ideología antiestatista para intervenir entre las clases posiblemente conflictivas y crear un cojín social.

Estas organizaciones dependían económicamente de fuentes neoliberales y estaban involucradas en una competencia con los movimientos sociopolíticos por la lealtad de los líderes locales y las comunidades activistas. Para la década de los noventa estas organizaciones descritas como no gubernamentales llegaban a miles y recibían en todo el mundo cerca de 4 mil millones de dólares.

La confusión concerniente a su carácter político se deriva de su historia anterior a los años 70. En este período las ONGs desplegaron su actividad proporcionando apoyo humanitario a las víctimas de las dictaduras militares y denunciando las violaciones de los derechos humanos. Las ONGs apoyaron las cocinas de beneficencia que permitían a las familias de las víctimas sobrevivir a la primera oleada de tratamientos de choque.

Este período creó una imagen favorable de las ONGs hasta en la izquierda. Se les consideraba como parte del campo progresista. Aún entonces sus límites eran evidentes aunque atacaban las violaciones de los derechos humanos de las dictaduras locales, raras veces denunciaban a sus patronos estadounidenses y europeos que las financiaban y asesoraban. Tampoco había un esfuerzo serio por relacionar las políticas económicas neoliberales y las violaciones de los derechos humanos con el nuevo rumbo que tomaba el sistema imperialista. Obviamente, las fuentes externas de financiamiento limitaban la esfera crítica y acción en materia de derechos humanos.

Al crecer la oposición al neoliberalismo a principios de los ochenta, los gobiernos europeos, estadounidenses y el Banco Mundial aumentaron el financiamiento de las ONG. Existe una relación directa entre el desarrollo de los movimientos que desafiaban el modelo neoliberal y el esfuerzo por subvertirlos mediante la creación de formas alternas de acción social por medio de las ONG. El punto básico de convergencia entre las ONG y el Banco Mundial era su oposición común al estatismo. En su superficie las ONG criticaban al Estado desde una perspectiva izquierdista, defendiendo a la sociedad civil, mientras que la derecha lo hacía en nombre de los mercados.

En realidad el Banco Mundial, los regímenes neoliberales y la fundación occidental se combinaron y alentaron a las ONG para hacer tambalear al Estado benefactor proporcionando servicios sociales para compensar a las víctimas de las empresas multinacionales. En otras palabras, conforme los regímenes neoliberales devastaban a las comunidades al inundar al país con importaciones baratas, pagos de la deuda externa y la abolición de las legislaciones laborales, creando una masa cada vez más grande de trabajadores mal pagados y desempleados las ONG recibieron financiamientos para establecer proyectos de autoayuda, educación popular, capacitación para el trabajo, etc, y absorben temporalmente a pequeños grupos pobres y captan a los líderes locales para minar las luchas contrarias al sistema.

Las ONG se convirtieron en el rostro de la comunidad del neoliberalismo intimamente ligadas con los poderosos y complementaron así su labor destructiva con proyectos locales. En efecto, los neoliberales organizaron una operación de pinza o estrategia doble. Desgraciadamente, muchos izquierdistas sólo se enfocaron en el neoliberalismo desde arriba y desde fuera (FMI y BM) y no en el neoliberalismo desde abajo y desde dentro (las ONG y las microempresas).

Una razón importante para este error de apreciación fue la conversión de muchos neomarxistas a la fórmula y a la práctica de las ONG. El postmarxismo fue el boleto de tránsito ideológico de la política de clases al desarrollo comunitario, del marxismo a las ONG.

Mientras los neoliberales transferían lucrativas propiedades estatales al rico sector privado, las ONGs no formaban parte de la resistencia de los sindicatos. Al contrario, participaban activamente en proyectos privados para promover el discurso de la empresa privada (auto-ayuda) en las comunidades locales enfocándose en la microempresa. Las ONGs construyeron puentes ideológicos entre los capitalistas en pequeña escala y los monopolios que se benefician de la privatización, todo en nombre del atiestatismo y formando sociedades civiles.

En tanto los ricos acumulaban vastos emporios financieros a partir de la privatización, los profesionales de la clase media de las ONGs obtuvieron pequeñas sumas para financiar oficinas, transportes y una actividad económica en pequeña escala. Políticamente, lo importante es que las ONGs despolitizaron a sectores de la población, redujeron su compromiso con los empleados públicos y nombraron a líderes potenciales para proyectos pequeños.

Las ONGs se abstienen de participar en las luchas de los maestros de escuelas públicas y educadores del sistema oficial contra sueldos y recortes presupuestales, porque su presupuesto proviene de gobiernos neoliberales.

En realidad, las ONGs no son no gubernamentales. Reciben fondos de gobiernos extranjeros o trabajan como subcontratistas privados locales. Con frecuencia colaboran abiertamente con dependencias gubernamentales a nivel local o transnacional. En este sentido, las ONGs ponen en peligro la democracia, al quitar los programas sociales de las manos de la gente local y sus funcionarios de elección popular, y crear dependencia en funcionarios extranjeros.

Además desvían la atención y luchas populares del presupuesto nacional hacia la autoexplotación, para garantizar los servicios sociales locales. Esto les permite a los neoliberales restringir los presupuestos sociales y transferir fondos del Estado para subsidiar las cuentas incobrables de los bancos privados, créditos a los exportadores, etc.

La autoexplotación ( la autoayuda) significa que, además de pagar impuestos al Estado y no recibir nada a cambio, los empleados tienen que trabajar horas extras con recursos marginales, gastando sus escasas energías para obtener servicios que los burgueses obtienen del Estado.

En la forma más fundamental, la ideología de las ONGs de la actividad voluntaria privada mina el sentido público, la idea de que el gobierno tiene una obligación de velar por sus ciudadanos y proporcionarles vida, libertad y búsqueda de la felicidad: que la responsabilidad política del Estado es esencial para el bienestar de los ciudadanos.

Contra ese concepto de responsabilidad pública las ONGs promueven la idea neoliberal de la responsabilidad privada de los problemas sociales y la importancia de los recursos privados para resolver esos problemas. En realidad imponen una carga doble a los pobres: la de pagar impuestos para financiar al Estado neoliberal, que sirve a los ricos, y la autoexplotación privada que se ocupe de sus propias necesidades.

mayo 05, 2006

James Petras: El postmarxismo rampante. Una crítica a los intelectuales y a las ONG (1)

El postmarxismo se convirtió en una posición intelectual de moda con el triunfo del neoliberalismo y el retroceso de la clase trabajadora. El espacio que dejó vacante la izquierda reformista ha sido ocupado en parte por políticos e ideológos capitalistas, tecnócratas e iglesias tradicionales y fundamentalistas.

En el pasado, este espacio lo ocupaban políticos socialistas, nacionalistas, populistas y activistas religiosos asociados con la teología de la liberación. El centroizquierda era muy influyente con los regímenes políticos ( en su cúpula) o con las clases populares menos politizadas ( en sus regímenes inferiores).

Alentadas y, en muchos casos, subsidiadas por las principales instituciones financieras y agencias gubernamentales promotoras del neoliberalismo, ha surgido un número masivo de organizaciones sociales cuya ideología, vínculos y prácticas están compitiendo directamente y en conflicto con la teoría y práctica marxista. Estas organizaciones, que en su mayoría se autodescriben como no gubernamentales o centros independientes de investigación, se muestran activas en proponer ideologías y prácticas políticas compatibles y complementarias con la agenda neoliberal de sus patrocinadores financieros.

Componentes

Los proponentes intelectuales del marxismo son, en la mayoría de los casos, exmarxistas cuyo punto de partida es una crítica al marxismo e intenta proveer una teoría alternativa o al menos una línea aceptable de análisis. Es posible, más o menos, sintetizar los diez argumentos básicos del discurso postmarxista:

1.El socialismo fue un fracaso y todas las teorías generales de sociedades están condenadas a repetir ese proceso. Las ideologías son falsas (salvo el postmarxismo), porque reflejan un pensamiento dominado por un solo sistema cultural de raza/género.

2. El énfasis marxista sobre las clases sociales es reduccionista, porque las clases se están disolviendo. Los principales puntos políticos de partida son culturales y están arraigados en diversas identidades (raza, género, etnicidad, preferencia sexual).

3. El Estado es el enemigo de la democracia y la libertad, y un proveedor ineficaz de bienestar social. En su lugar, la sociedad civil es el protagonista de la democracia y la mejoría social.

4. La planificación central crea la burocracia, un producto que también entorpece el intercambio de bienes entre productores. Los mercados, quizá con regulaciones limitadas, permiten un mayor consumo y una distribución más eficaz.

5. La lucha tradicional de la izquierda por el poder del Estado es corruptora y conduce a regímenes autoritarios, los cuales proceden a subordinar a su control a la sociedad civil. Las luchas de asuntos sociales por parte de las organizaciones también locales son la única forma democrática de cambio, junto con la petición/presión sobre autoridades nacionales e internacionales.

6. Las revoluciones siempre terminan mal o son imposibles : las transformaciones sociales amenazan provocar reacciones autoritarias. La alternativa es luchar por transiciones democráticas y consolidarlas para salvaguardar el proceso electoral.

7. La solidaridad de clases es parte de ideologías pasadas y refleja políticas y realidades anteriores. Las clases ya no existen. Hay comunidades fragmentadas en las que grupos específicos ( identidades) participan de labores y relaciones recíprocas para la supervivencia basadas en cooperación con partidarios externos. La solidaridad es un fenómeno que trasciende las clases, un gesto humanitario.

8. La lucha de clases y el enfrentamiento no producen resultados tangibles; provocan derrotas y no resuelven problemas inmediatos. La cooperación gubernamental e internacional respecto de proyectos específicos si genera incrementos en la producción y el desarrollo.

9. El antiimperialismo es otra expresión del pasado. En la economía globalizada no hay posibilidades de enfrentar los centros económicos. El mundo es cada día más interdependiente y hay una necesidad de mayor cooperación internacional en la transferencia de capital, tecnología y conocimientos de los países ricos hacia los países pobres.

10. Los líderes de las organizaciones populares no deben estar orientados exclusivamente para organizar a los pobres y compartir sus condiciones. La movilización interna debe basarse en fondos externos. Los profesionales deben diseñar programas y asegurar el financiamiento externo para organizar a grupos locales. Sin ayuda externa, los grupos locales y las carreras profesionales se desplomarían.

Crítica a la ideología

Los postmarxistas tienen un análisis crítico de la estrategia de desarrollo del mundo: en una palabra, es la misma ideología general que ellos condenan al discutir acerca del marxismo. Además, se trata de una ideología que no identifica la crisis del capitalismo ( estancamiento prolongado, pánicos financieros periódicos, etc) y las contradicciones ( desigualdad y polarización social) en escala nacional e internacional que inciden en los problemas sociales.

Los orígenes del neoliberalismo son producto del conflicto de clases. Sectores específicos del capital aliados con el Estado y el imperio derrotaron a las clases populares e impusieron el modelo. Los orígenes sociológicos del postmarxismo están incrustados en el cambio de poder político que escapó de la clase trabajadora para desplazarse hacia el capital exportador.

¿Qué quiere decirse con "el fracaso del socialismo"? ¿El fracaso de la URSS, de los regímenes de Europa Oriental? Qué es lo que ha fracasado: ¿el sistema político, el sistema socioeconómico?. Los resultados recientes de elecciones en Rusia, Polonia, Hungría y muchas de las ex repúblicas soviéticas sugieren que una mayoría de votantes prefieren un retorno a aspectos de política económica de bienestar social y prácticas económicas del pasado. Si la opinión popular en las naciones excomunistas es un indicador de "fracaso", los resultados no son definitivos.

Si por "fracaso del socialismo" los postmarxistas entienden la declinación en el poder de la izquierda, debemos insistir en una distinción entre "fracaso" pro ineficacia interna de las prácticas socialistas, y derrotas político-militares por parte de agresores externos. Nadie diría que la destrucción de Hitler por las democracias europeas fue un "fracaso de la democracia". Regímenes capitalistas-terroristas-intervenciones de Estados Unidos en Chile, Argentina, Bolivia, Uruguay, República Dominicana, Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Angola, Mozambique y Afganistán desempeñaron un papel importante en la declinación de la izquierda revolucionaria. Las derrotas militares no son fracasos del sistema económico, y no reflejan la eficacia de las experiencias socialistas.

Cuando analizamos los desempeños internos durante el periodo socialista relativamente estable o de gobierno popular, los resultados son, según múltiples indicadores, mucho más favorable que lo que llegó después: participación popular, salud, educación y crecimiento igualitario bajo Allende se comparan muy favorablemente con lo que ocurrió posteriormente bajo Pinochet. Los mismos indicadores bajo los sandinistas se comparan favorablemente con el régimen de Chamorro en Nicaragua. El gobierno de reformas agrarias y políticas de derechos humanos de Arbenz se compara favorablemente con la política del gobierno instalado por la CIA, que se caracterizó por la concentración de tierras y ciento cincuenta mil asesinatos.

Si bien es cierto que los neoliberales hoy gobiernan y los exmarxistas están alejados del poder, difícilmente puede encontrarse un país en el Hemisferio Occidental donde los movimientos de masas influídos por socialistas o marxistas no estén encabezando manifestaciones importantes y desafiando a los políticos y regímenes noeliberales. En Paraguay, Uruguay y Bolivia, huelgas generales exitosas; en México, movimientos importantes de campesinos y guerrilleros indígenas; en Brasil, el movimiento de trabajadores carentes de tierra reflejan, en todo caso, influencia marxista.

El socialismo fuera del bloque comunista fue esencialmente una fuerza democrática popular, que obtuvo un gran apoyo porque representaba a los intereses populares libremente decididos. Los postmarxistas confunden el comunismo soviético con los movimientos socialistas democráticos populares en América Latina. En este sentido, la perspectiva postmarxista de "el fin de las ideologías" no sólo es insconsciente con sus propios pronunciamientos ideológicos, sino también con la continuación del debate ideológico entre marxistas pasados y presentes, y los debates y enfrentamientos con el neoliberalismo y su hijo postmarxista.

La disolución de clases y el surgimiento de identidades

Los postmarxistas atacan desde diversas perspectivas la idea marxista del análisis de clases. Argumentan que oscurece la igualmente o más significativa importancia de las identidades culturales (género, etnicidad):

1. Acusan a los analistas de clase de ser reduccionistas económicos y de no poder explicar las diferencias étnicas y de género dentro de las clases Luego proceden a argumentar que estas diferencias definen la naturaleza política.

2. La segunda línea contra el análisis de clase se genera de la perspectiva que la clase es sólo una construcción intelectual, esencialmente un fenómeno subjetivo determinado por la cultura. En consecuencia, no hay intereses objetivos de clase que dividan la sociedad, dado que los "intereses" son meramente subjetivos y cada cultura define sus preferencias.

3. La tercera línea de ataque arguementa que ha habido bastas transformaciones en la economía y en la sociedad que han borrado las viejas distinciones de clase. En la sociedad postindustrial, argumentan los postmarxistas, la fuente de poder está en los nuevos sistemas de información, en las nuevas tecnologías y en quienes las manejan y las controlan. La sociedad, según este punto de vista, está evolucionando hacia una nueva sociedad donde los trabajadores industriales están desapareciendo en dos direcciones: hacia arriba, a la nueva clase media de alta tecnología, y hacia abajo, hacia la subclase marginal.

Los marxistas nunca han negado la importancia de las negaciones raciales, de género y étnicas dentro de las clases, pero han hecho énfasis en el sistema social que genera las diferencias y la necesidad de unir las fuerzas de clase para eliminar las desigualdades en el trabajo, el barrio y la familia. Los marxistas se oponen a que las desigualdades de género y raza sean analizadas y resueltas fuera del ámbito de clase: que mujeres terratenientes con sirvientes y riqueza tienen una identidad especial con las mujeres campesinas que están empleadas con sueldos de hambre.

Las clases no adquieren realidad debido a un edicto: son organizadas por la clase capitalista para apropiarse del valor. En consecuencia, la idea de que la clase es una noción subjetiva dependiente de tiempo, lugar y percepción está confundiendo clase con conciencia de clase. Es obvio que hay cambios importantes en la estructura de clases, pero no en la dirección que señalan los postmarxistas. Los cambios importantes han reforzado las diferencias de clase y su explotación, al mismo tiempo que han cambiado las condiciones e índole de las clases explotada y explotadora.

Hoy existen más trabajadores temporales, muchos más empleados en el sector informal. El tema de la explotación sin regular no describe un sistema que transciende el capitalismo del pasado: es el regreso de las formas de explotación laboral del siglo XIX. Quien requiere de análisis es el capitalismo después de que el Estado populista protector ha sido demolido. Esto significa que los complejos papeles de los Estados y partidos que mediaban entre capital y mano de obra han sido reemplazados por instituciones estatales vinculadas evidentemente a la clase capitalista dominante.

Cualesquiera que hayan sido los determinantes múltiples del comportamiento del Estado y régimen en el pasado, hoy el modelo neoliberal depende del control estatal centralizado, vinculado a los bancos internacionales para implantar pagos de deudas y a los sectores de exportación para ganar divisas extranjeras. Sus vinculos verticales al ciudadano como sujeto y su liga primaria por medio del aparato estatal represivo y organizaciones no gubernamentales (ONG) encargadas de restar peligro a posibles explosiones sociales.

El desmantelamiento del Estado protector significa que la estructura social está más polarizada: entre burócratas en los sectores de salud, educación y seguridad social, por una parte, y profesionales bien pagados ligados a corporaciones multinacionales, ONG y otras instituciones, financiadas externamente y vinculadas al mercado mundial y a los centros de poder político.

La lucha actual no es entre las clases en las fábricas, sino entre el Estado y las clases desarraigadas en las calles y los mercados, desplazadas del empleo fijo y obligadas a producir y vender y a soportar los costos de su reproducción social. La integración al mercado de explotadores de élite y compradores medianos y pequeños tiene su contrapartida en la desintegración de la economía del interior: industria local, pequeñas granjas con su concomitante desplazamiento de productores hacia la ciudad o al extranjero.

La importancia de bienes de lujo para la clase media alta está basada en utilidades remitidas por el trabajo "exportado" de los pobres. El nexo de explotación se inicia en el empobrecimiento del interior, el desarraigamiento de los campesinos su emigración a las ciudades y al extranjero. Los recursos que remiten los miembros de esta mano de obra exportada proporcionan las divisas duras para financiar importaciones y proyectos neoliberales de infraestructura para promover los negocios de exportación interna y externa y el turismo. La cadena de explotación es más compleja, pero aún así reside, en última instancia, en la relación capital- mano de obra.

En la era del neoliberalismo, la lucha para recrear la nación, el mercado nacional ,la producción y el intercambio nacional es, una vez más, una demanda histórica. En la misma forma, el empleo desregulado (trabajo informal o subterráneo) requiere de una poderosa inversión pública y un centro regulatorio para generar empleo formal con condiciones sociales vivibles. En una palabra, el análisis de clase debe ser adaptado al imperio del capital sin mediación en un mercado laboral no regulado con vínculos internacionales, en el que las políticas redistributivas del pasado han sido reemplazadas por políticas neoliberales que concentran el ingreso en la cúpula.

La homogeneización y movilidad hacia debajo de vastos sectores de trabajadores y campesinos que antes estaban en el mercado de trabajo crea un gran potencial para la acción revolucionaria unificada. Hay una identidad común de clase que abona el terreno para organizar las luchas de los pobres. En suma, en contra de lo que argumentan los postmarxistas, la transformación del capitalismo ha hecho más relevante que nunca el análisis de clase.

El crecimiento de la tecnología ha exacerbado las diferencias de clase, no las ha abolido. Los trabajadores en industria de microchips y aquellas industrias en las que han incorporado esos nuevos chips no han eliminado la clase trabajadora. Más bien, han desplazado las sedes de actividad y el modo de producir dentro del continuado proceso de explotación. La nueva estructura de clase, hasta donde es visible, combina las nuevas tecnologías con formas más controladoras de producción.

La automatización de algunos sectores acelera el ritmo de trabajo en la línea de ensamblaje: cámaras de televisión aumentan la vigilancia del trabajador al tiempo que disminuyen el personal administrativo: círculos de control de calidad, en los que trabajadores presionan a trabajadores, incrementan la autoexplotación sin aumento de sueldo o poder. La revolución tecnológica está moldeada, en última instancia, por la estructura de clase de la contrarrevolución neoliberal. Las computadoras permiten a las agroempresas controlar el coste y el volumen de los pesticidas, pero son los trabajadores mal pagados quienes esparcen las sustancias y se envenenan. Las redes de información son unidades para distribuir trabajo a los talleres clandestinos de los hogares ( economía informal), para producir textiles, zapatos, etc...

Estado y sociedad civil

Los postmarxistas pintaron la imagen del Estado con un solo rostro. El Estado es descrito como una enorme burocracia ineficaz que saqueó el tesoro público y dejó en la pobreza al pueblo y en la bancarrota a la economía. En la esfera política, el Estado era la fuente del gobierno autoritario y dictámentes arbitrarios, obstaculizando el ejercicio de la democracia y del libre intercambio de bienes. Por otra parte, argumentan los postmarxistas, la sociedad civil era la fuente de libertad.

De una sociedad civil activa surgiría una economía igualitaria y dinámica. Lo que es extraño acerca de esta ideología es su peculiar capacidad para pasar por alto 50 años de historia. El sector público era necesariamente el encargado de estimular la industrialización en ausencia de la inversión privada y debido a las crisis económicas ( la crisis mundial de los 30, la guerra de los 40, etc.).En segundo lugar, el crecimiento del analfabetismo y la salud pública fue, en gran parte, una iniciativa pública.

En siglo y medio de libre empresa ( del XVIII al decenio de 1930) América Latina padeció las siete plagas de la Biblia, mientras la mano invisible del mercado permanecía inmóvil: genocidio, hambruna, enfermedades, tiranía, dependencia, desarraigo y explotación. El sector público creció en respuesta a esos problemas y se desvió de sus funciones públicas al grado de que fue apropiado privadamente por las elites de negocio y política.

La ineficacia del Estado está directamente relacionada con la subordinación a intereses privados

Los programas amplios de salud y educación del Estado nunca han sido reemplazados por la iniciativa privada, la Iglesia o las ONGs. Estas proporcionan atención y educación sólo a grupos limitados, dependiendo de los caprichos e intereses de los capitales extranjeros. Los postmarxistas han dejado que su retórica antiestatista los ciegue a los logros positivos comparativos de lo público sobre lo privado.
El argumento de que el Estado es fuente de autoritarismo resulta y no verdad. Han existido y existirán Estados dictatoriales, pero la mayoría tienen poco o nada que ver con la propiedad pública. La mayoría de las dictaduras han sido antiestatistas y en favor del libre mercado hoy, en el pasado y probablemente en el futuro.

Los ataques generalizados, históricos y asociales contra el Estado no tienen razón de ser y sólo sirven como instrumento político para evitar que ciudadanos del libre mercado forjen una opción eficaz y racional anclada en las potencialidades creativas de la acción pública.

La posición contraria de la sociedad civil con relación al Estado es también una dicotomía falsa. La sociedad civil o, más exactamente, las clases dirigentes de la sociedad civil, al tiempo que atacan al estatismo de los pobres, se han preocupado por reforzar los vínculos con la tesorería y los militares para promover y reforzar su posición en la sociedad civil.

En igual forma, las clases populares en la sociedad civil, cuando son provocadas, han tratado de romper el monopolio de las clases gobernantes sobre el Estado.

Los pobres siempre han dirigido la mirada a los recursos del Estado para reforzar su posición económica relativa a los ricos. El asunto es, y siempre ha sido, la relación de las diferentes clases con el Estado.

Los ideólogos postmarxistas, marginados del Estado por los neoliberales, han hecho una virtud de su impotencia. Absorbiendo acríticamente la teoría antiestatal que les llega de arriba, la transmiten hacia abajo. Los postmarxistas tratan de justificar los vehículos organizacionales (ONG)que utilizan para lograr movilidad hacia arriba, con el argumento de que operan fuera del Estado y en la sociedad civil cuando, de hecho, están financiadas por gobiernos extranjeros para trabajar con los gobiernos nacionales.

mayo 02, 2006

Vicenç Navarro: Poder de clase, poder de género

El País, 2 de maig de 2005

Según los últimos datos provistos por la Agencia Estadística de la Unión Europea, España es, junto con Portugal, el país que tiene el gasto público por habitante más bajo de la UE-15 (la Unión con 15 miembros); esta situación deficitaria se presenta en prácticamente todos los componentes de tal gasto. El gasto público por habitante en temas sociales (que incluyen los servicios públicos del Estado del bienestar, como sanidad, educación, servicios sociales y vivienda social, entre otros, así como las pensiones y otras transferencias sociales) es, también, el más bajo de la UE-15. En realidad, España se gasta mucho menos en su Estado del bienestar de lo que le corresponde por el nivel de riqueza económica que tiene. Nuestro PIB per cápita (que mide el grado de desarrollo económico del país) es ya el 90% del PIB del promedio de la UE-15 y, sin embargo, el gasto público social por habitante es sólo el 62% del promedio de la UE-15. España debería gastarse alrededor de 66.000 millones de euros anuales más para alcanzar el gasto social per cápita que le corresponde por su nivel de riqueza. Una situación semejante, por cierto, ocurre en el capítulo de infraestructuras como carreteras, ferrocarriles y otras comunicaciones.

Una de las causas más importantes de esta pobreza del gasto público social es el enorme poder que el 25-30% de renta superior de la población española (que incluye los sectores sociales que solían llamarse la burguesía, la pequeña burguesía y clases profesionales de renta alta) ha tenido históricamente y continúa teniendo en la cultura mediática y política del país y en los aparatos económicos del Estado (ver Navarro V. El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias. 2006). La enorme influencia que este grupo social tiene sobre el Estado y sobre los medios de información y persuasión, y su resistencia a pagar impuestos es lo que explica el bajo gasto público. La baja presión fiscal de España, la más baja de la UE-15, 34,8% del PIB, comparado con un 41% en el promedio de la UE-15, se debe, en gran parte, a que la contribución al erario público de este sector pudiente de la población es también de los más bajos de la UE-15, mucho menor que la de sus homólogos. Este sector pudiente de la población no es consciente de este déficit de gasto público social, pues no lo sufre en carne propia: lleva a sus hijos a las escuelas privadas (gestionadas en su mayoría por la Iglesia, que reciben los subsidios públicos más altos de la UE-15) y va a la sanidad privada (o bien reciben trato preferencial en la pública) cuando cae enfermo. Mientras tanto, informe tras informe de la OCDE y de la UE que analizan la situación de los distintos componentes del Estado del bienestar de sus países miembros señalan el gran retraso social de España, retraso que se debe, en gran parte, a la citada pobreza de recursos en sus servicios públicos.

Otro indicador del enorme poder de clase de tales sectores (al cual hay que añadir el poder de género, que determina que dentro de la pobreza del gasto público social el más bajo sea precisamente el que se gasta en los servicios públicos como escuelas de infancia y servicios de dependencia, que benefician particularmente a las mujeres) es la creencia liberal de que hay que bajar los impuestos; creencia reproducida incluso en sectores liberales de las izquierdas, incluidos algunos economistas del Gobierno socialista español, uno de los cuales, a raíz de una reflexión sobre el futuro del socialismo cuestionó recientemente "si hoy alguien puede defender a estas alturas del siglo que un programa socialdemócrata debe estar a favor de más impuestos y más gasto público".

Este dogma liberal va acompañado de otro que señala la necesidad no sólo de equilibrar las cuentas del Estado, sino incluso de alcanzar un superávit en tales cuentas. Consecuencia de esta creencia, estamos viendo hoy en España (el país de la UE-15 que tiene un gasto público más bajo) un superávit mayor (un 1,1% del PIB) que el que cualquier Gobierno tenga en dicha Unión; lo cual se justifica refiriéndose a la experiencia de las socialdemocracias escandinavas (y, muy en particular, de la sueca) que tradicionalmente han tenido superávit en sus presupuestos estatales, olvidándose, sin embargo, que tales países tienen el gasto público (53,3% del PIB) y la presión fiscal más elevados de la UE-15 (47,5% del PIB). Tener un superávit en el presupuesto del Estado y, a la vez, bajar los impuestos es condenar a España a estar a la cola de Europa, pues el enorme déficit de gasto público social no puede resolverse sólo a base del elevado crecimiento económico. En realidad, ha sido el elevado gasto público de los países escandinavos de tradición socialdemócrata lo que les ha permitido un extenso Estado de bienestar (que ha ofrecido seguridad a la población, incluyendo la laboral) y unas potentes infraestructuras que han facilitado su respuesta a los retos de la globalización (estos países son los más globalizados de la UE-15), siendo los países más competitivos de esa Unión. La escasa calidad del crecimiento económico español (con escaso valor añadido) y la elevada inseguridad en su mercado de trabajo derivan precisamente de la pobreza de su gasto público. Esta pobreza de gasto público, por cierto, está también contribuyendo a las enormes tensiones interterritoriales en España. Es sorprendente que barones en todos los partidos políticos, que sacan pecho en defensa de su territorio, hayan guardado durante todos estos años un silencio ensordecedor sobre el enorme déficit de gasto público existente en toda España, déficit que es mucho mayor que la suma de todos los déficit fiscales territoriales existentes en nuestro país. Y ninguno de ellos ha levantado la voz pidiendo un aumento de los impuestos.

En Cataluña, al enorme déficit de gasto público se le han sumado en esta Comunidad Autónoma unas políticas de clase llevadas a cabo con gran dureza por el Gobierno de derechas anterior, resultado de las cuales, la escuela privada (en su mayoría religiosa, que recibe el subsidio más elevado de España) ha estado ofreciendo 1.050 horas más al año que la escuela pública; con lo cual los graduados de la privada (pertenecientes a los sectores más pudientes de la sociedad catalana), al terminar la escuela, han ido nada menos que un año más que los graduados de la escuela pública (pertenecientes en su gran mayoría a las clases populares). Estamos viendo ahora una gran movilización de clase (que incluye el mundo financiero, empresarial y mediático) para que el Gobierno socialista español cambie de alianzas, reproduciendo la alianza del periodo 1993-1996 (PSOE-CiU), cuando, bajo la dirección del mismo equipo que dirige hoy las políticas económicas del Gobierno español, se redujo el gasto público social por habitante, iniciándose una política de austeridad social que fue continuada por la alianza PP-CiU que le siguió.

Tal sensibilidad liberal -reflejada también en los nombramientos económicos hechos o propuestos por parte del Gobierno, incluyendo el de consejeros del Banco de España- está dificultando todavía más la realización de la promesa realizada en el programa del PSOE de converger con el gasto público social por habitante del promedio de la UE-15.