Papeles Rojos

En el socialismo, a la izquierda

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mayo 30, 2004

Castoriadis, un pensador libre, por Sami Naïr

aparecido en el diario El País, enero de 1998

Cornelius Castoriadis murió el 26 de diciembre de 1997. Así, el hombre que personificaba la energía creadora se fue sin el menor aviso, dejando tras de sí una imagen y un símbolo que los jóvenes pensadores de hoy y de mañana deberán descifrar con todo rigor. Corneille (como se le llamaba entre amigos) representaba lo mejor que el pensamiento emigrado había producido en Francia después de la II Guerra Mundial. Pero era también raro en su género: pensador, ciertamente; pero también militante, aguafiestas, implacable con los pedantes, muy ácido con los conformistas, despreciativo con los pseudointelectuales.
No recordaremos aquí la gran aventura de Socialismo o Barbarie, revista creada por Castoriadis en 1949 y que, hasta 1965, desarrollará una crítica premonitoria y tan lúcida del marxismo oficial; no insistiremos en la revista Libre, creada en 1970 con Claude Lefort, Miguel Abensour, Marcel Gauchet, y Pierre Clastres; la sola evocación de estos nombres muestra el destello de actividad intelectual y la riqueza de debates que ella prometía y que ha tenido. Quizá sea demasiado pronto para hablar apresuradamente de la obra de este pensador solitario en el momento de su desaparición. Sólo algunos raros alter ego podrían ofrecernos un análisis a la vez preciso y sintético de su pensamiento. Pero no es necesario ser especialista en Castoriadis para medir la importancia de su aportación al pensamiento contemporáneo. Era al mismo tiempo un pensador herético, asombrosamente original e indomablemente radical.

Herético, porque desde su partida de Grecia, después de la II Guerra Mundial, y después de haber visto sobre el terreno (¡cuántas veces volvía sobre este primer trauma!) cómo el partido comunista staliniano masacraba a los opositores de izquierda, sobre todo a los trotskistas, Castoriadis desarrolla una aversión e incluso un odio saludable contra toda forma de ortodoxia ligada a un partido, un Estado o una Iglesia. El núcleo de la herejía de Castoriadis, que hará posible todo su pensamiento futuro sobre la autonomía, reside principalmente en esta aventura primera, en esta praxis política que le hizo orillar la muerte en varias ocasiones, ya que no podía aceptar que la obediencia a la estrategia imperial de Stalin fuera considerada como el índice de las categorías del pensamiento marxista. De ahí el camino que ha seguido su pensamiento, que alumbrará el trabajo de Socialismo o Barbarie y el de una generación de intelectuales militantes.

Corneille critica el marxismo staliniano en nombre del trostkismo, pero su innato carácter herético le hace entrever de entrada los límites de esta crítica. Por eso emprende, casi simultáneamente, la crítica del trostkismo en nombre del marxismo radical, renovado por una aproximación iconoclasta al pensamiento de Marx, comparable a la de Karl Korsch y, sobre todo, a la de Rosa Luxemburgo. Y esta referencia al marxismo radical (a la que jamás renunció) será profundizada, superada, en nombre de una antropología psicoanalítica cada vez más refinada. Marx y Freud: en suma, la sociedad y el sujeto. Pensador original, Castoriadis concibió el sujeto, el Ser, en la gran tradición de la filosofía aristotélica de la totalidad, rechazando la compartimentación del racionalismo reductor, del empirismo lógico o del positivismo evolucionista. Más próximo de lo que parecía a la Lebensphilosophie (de Dilthey a Simmel), Castoriadis se vincula al problema del ser a partir del análisis del proceso de socialización por el trabajo, y, sobre todo, del fundamento originario propio a toda actividad humana, el pedestal de la creación "socio-histórica" del imaginario radical, antropológicamente determinado, del que resulta toda forma instituida de lo social.

En relación con el marxismo, Castoriadis utiliza esta categoría del imaginario como una verdadera máquina de deconstrucción. su libro La institución imaginaria de la sociedad (1975) desestabiliza toda problemática que intente pensar lo social a partir de "instancias", de "niveles", o de "infraestructuras/superestructuras": es la mediación constituyente del imaginario social la que funda el Todo, la que es necesario revelar para comprender el hecho humano. Así, la sociedad no puede ser concebida como una estructura funcional: la funcionalidad viene después del encuentro de los imaginarios socializados.

Indomablemente radical, el pensamiento de Castoriadis siempre se ha opuesto a los compromisos con los poderes del momento. Tras el fracaso del marxismo fosilizado, rechaza el conformismo antiemancipador propio del pensamiento único, que a su juicio constituye una regresión comparable a la del totalitarismo. Corneille era un demócrata radical, por eso no ha dejado jamás de criticar ácidamente la democracia moderna, a la que veía como el acabamiento equivocado de una falsa libertad y como el sistema de incorporación del liberalismo económico. Para él, esta democracia encuentra su límite en el hecho de que no permite de ninguna manera - no más que los sistemas totalitarios que ha combatido justamente - el desarrollo y la autonomía del individuo. Castoriadis piensa al individuo en su radicalidad; cree en la autonomía no en el sentido anárquico, sino en tanto que ella es la condición de un vínculo social fundado en la responsabilidad del sujeto. La responsabilidad, el gran tema de Las encrucijadas del laberinto (1978-1997). Castoriadis permanece vinculado, hasta en sus últimos escritos, a la idea de una sociedad fundada en la autogestión. Y concebida ésta no como un sistema económico entre otros, sino como una filosofía en la que la libertad del sujeto existe y se moldea en las coacciones de la sociedad, mientras que éstas son el resultado siempre renovado de la necesidad antropológica de vivir juntos, que es necesario saber dominar en función de la emancipación humana. Un gran espíritu se ha apagado. Y el pensamiento de Castoriadis sigue siemdo lo que siempre ha sido: una invitación a no olvidar jamás la solidaridad.





¿Olvidar al marxismo?, G. Vargas Lozano

Las causas de su derrumbe en México.
revista Memoria, febrero de 1998


ES VERDADERAMENTE CURIOSO y digno de estudio lo que ha pasado con el marxismo en nuestro país. Después de un período de brillante ascenso, durante las décadas de los años sesenta y setenta, en las que inclusive llegó a ser hegemónico en algunas Universidades, cayó en una crisis durante los ochenta y se derrumbó en la década de los años noventa hasta llegar a la presente situación en la cual, tanto en los medios políticos como culturales (salvo algunas excepciones como lo son Memoria, Germinal, Vientos del sur o Dialéctica) se guarda un silencio sepulcral sobre todo lo que se refiera a esta teoría o al socialismo. Todavía más, considero que existe una posición represiva hacia todo lo que "huela" a marxismo, en los medios políticos, culturales y universitarios.

¿Por qué ocurre esto? Una primera respuesta podría ser la siguiente: el marxismo como tal, quedó enterrado bajo el "Muro de Berlín" y por tal motivo, ya no puede representar una alternativa realista al capitalismo.

Esta afirmación contiene muchos equívocos. El marxismo tiene dos aspectos: uno teórico y otro práctico. Por el lado teórico, un paradigma no cae por un colapso social (aunque a éste, naturalmente, le obliguen a modificar muchos de sus planteamientos) sino por la aparición de otras teorías que refuten plenamente sus principales tesis.

Además, desde el punto de vista teórico se ha pretendido hacer creer, a quienes no conocen de cerca esta concepción, que solo existió un solo marxismo y éste es el que desemboca en la construcción de la URSS, es decir, el llamado "marxismo-leninismo" aunque, inclusive, bajo ese rubro se esconden otras variantes más. Me refiero, en concreto a la "versión oficial" soviética que se implantó en todas aquellas sociedades como "verdad oficial" o también "verdad de estado".

Las equivocaciones teóricas son las siguientes:

NO HA EXISTIDO UNO SINO VARIOS MARXISMOS

Una primera equivocación ha sido la de creer que solo existió un marxismo: la versión oficial soviética. La verdad es todo lo contrario, en el siglo XX han existido muy diversas interpretaciones ya que sus fundadores dejaron todo un programa por desarrollar y una serie de problemas teóricos no resueltos. Así, a partir de su obra, se desarrollaron concepciones como las de Lenin, Kautsky, Trotsky, Gramsci, Lukács, Bloch, Brecht, Della Volpe y otros. Por tal motivo, una cosa fue la concepción desarrollada en la URSS y difundida por todo el mundo como "la única y verdadera" y otras son las que surgieron en Occidente, sin la hipoteca de ser la "ideología oficial del Estado". Así, al derrumbarse el llamado "socialismo real" cae también su ideología, pero no las demás interpretaciones, algunas de las cuáles habían sido, inclusive, críticas de aquella "versión oficial".

MARX Y ENGELS NO FUERON ARTÍFICES DEL "SOCIALISMO REAL"

Otra equivocación fue la de creer que Marx y Engels habían sido los verdaderos artífices de lo que ocurrió en el "socialismo real". Esta tesis fue difundida aquí en México por los "nuevos filósofos". A pesar de que las obras de Marx y Engels fueran citadas sin piedad en el llamado "socialismo realmente existente", fácilmente podemos observar que la mayor parte de su obra está destinada a ser una crítica del capitalismo y que existen tan sólo algunas ideas sobre lo que debería ser el socialismo por una razón fundamental: esta sociedad todavía no surgía como realidad. Los errores o aciertos en la construcción del socialismo fueron responsabilidad exclusiva de quienes emprendieron la tarea de llevarlo a la práctica. Pero además, como veremos, su concreción práctica estuvo muy lejos de lo que Marx y Engels consideraban que debería ser el socialismo.

CREER QUE EXISTÍA UNA CONTINUIDAD SIN PROBLEMAS ENTRE MARX Y SUS CONTINUADORES

La tercera equivocación consistió en creer que existió una identidad casi perfecta entre Marx y sus continuadores. Todo lo contrario, Lenin, Bujarin y Stalin desarrollaron, eso sí, a nombre de Marx y Engels, una nueva concepción muy distinta a la propuesta por sus fundadores. Las diferencias se pueden establecer con toda claridad en torno a: la teoría del partido; la concepción de la filosofía; la división del legado de los clásicos en dos sectores (materialismo dialéctico e histórico); las famosas tres leyes de la dialéctica; la concepción determinista y unicausal de la historia y tantas otras proposiciones que no se encontraban en el pensamiento de Marx. Lo que ocurrió es que los dirigentes soviéticos y en especial Bujarin y Stalin se dieron a la tarea de construir una concepción totalizante del mundo que presentaron como "ciencia de las ciencias" y que no era más que una ideología legitimadora del estado soviético.

EL "SOCIALISMO REALMENTE EXISTENTE" NO ERA UN VERDADERO SOCIALISMO

Otro de los grandes errores cometidos por la izquierda y que aún no acaba de ser asimilado fue el creer que en la URSS se estaba construyendo un auténtico socialismo. Ya en mi libro Mas allá del derrumbe (Siglo XXI. México, 1994) he mostrado como de 1917 a 1956 no se había presentado la posibilidad histórica real de construir algo que se asemejara al socialismo; pero aun más, de acuerdo a los estudios que se han hecho posteriormente, como el de Milos Nicolic y otros, podemos decir que lo que se desarrolló en la Unión Soviética no fue una sociedad socialista sino un proceso de modernización bajo el recubrimiento ideológico del socialismo.

MARX Y ENGELS NO ERAN ANTI-DEMÓCRATAS

Se ha acusado a Marx y Engels de haber propiciado una sociedad no democrática. Mi opinión es que, por el contrario, estos autores estaban a favor de la democracia (y esto se puede demostrar con muchas citas) y que le otorgaban a este concepto, el significado de una verdadera forma de autogestión, sin embargo, este concepto todavía tiene que ser profundizado, a la luz de los problemas que han surgido en las sociedades actuales.

A pesar de lo anterior, tanto la derecha como los intelectuales que se decían marxistas, pero que ahora se han reconvertido en neo-liberales vergonzantes, siguen publicando textos y hablando en conferencias como si hubiera existido un solo marxismo o como si no hubiera habido un avance muy importante en el mundo en torno a diversos tópicos. Lo que, a mi juicio ocurrió, fue una gigantesca y monstruosa tergiversación de las concepciones de Marx y Engels tanto por sus enemigos en el capitalismo como por muchos de los que decían seguir sus teorías; pero además digo todo ello sin prejuicio de encontrar problemas o insuficiencias en diversos problemas planteados por los dos autores.

Ahora bien, nadie puede menospreciar lo que ha ocurrido con el marxismo en la teoría y en la práctica durante este siglo, lo que se necesita es seguir analizando, reflexionando, discutiendo toda esta problemática. Así lo han entendido tanto los europeos como los norteamericanos, quienes han proseguido, en forma muy activa, el análisis de todos los problemas contemporáneos desde un marxismo abierto, crítico y autocrítico. Algunas muestras son las siguientes: en Alemania, Wolfgang Haug, dirige la publicación del Diccionario histórico-crítico del marxismo (en 13 volúmenes) con la colaboración de más de 500 investigadores del mundo; en Francia, la revista Actuel Marx, que agrupa a un importante grupo de investigadores como Jacques Bidet (su director), Jacques Texier, Georges Labica, Michel Löwy, Ettiene Balibar, Lucien Seve y muchos otros, realiza una serie de conferencias nacionales e internacionales. La revista ha abordado temas como: el estado del marxismo; el marxismo en Japón; el marxismo italiano; el marxismo anglosajón; América Latina; el imperialismo hoy; el inconsciente social; filosofía y política; Marx y Weber y muchos otros temas. De igual forma, en su colección de libros Actuel Marx Confrontation, se han abordado problemas como: ¿fin del comunismo? ¿actualidad del marxismo?; La idea de socialismo; los paradigmas de la democracia; la crisis del trabajo, etc.etc. En los Estados Unidos, es decir, en el país más anticomunista del mundo, se organiza anualmente la "Socialist Schollars Conference" en Nueva York y el congreso también anual de la revista Rethinking Marxism en la Universidad de Massachusetts; en Cuba, se ha empezado a publicar la revista Marx Ahora, dirigida por Isabel Monal; en Argentina no sólo existe una edición de Actuel Marx sino otras publicaciones como Tesis 11 y Dialéctika, en Brasil se publica, con mucho éxito, la revista Marx hoy. Todo ello sin mencionar el gran número de libros que se están escribiendo sobre la temática del marxismo en el mundo.

¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que a pesar del derrumbe del llamado "socialismo real" y de la implantación mundial de la política económica y de la ideología neo-liberal, el marxismo sigue siendo parte viva de la cultura política y los intelectuales de los países mencionados siguen trabajando teóricamente, reflexionando y re-pensando la teoría crítica. Naturalmente que no se trata de una versión más del marxismo soviético sino de una profunda renovación del paradigma a raíz de los nuevos fenómenos de la realidad y las nuevas aportaciones de las teorías científicas y filosóficas.

Pero entonces, volvamos a preguntarnos, por qué en nuestro país se ha presentado este fenómeno de represión y olvido del marxismo.3

Intentaré ofrecer varias respuestas:

EFECTOS DEL COLONIALISMO

Una primera respuesta está relacionada con la forma en que se han importado las corrientes filosófico-políticas en México, es decir, en un país que sufrió 300 años de colonialismo y una ruptura profunda con su pasado anterior, ha subsistido un colonialismo mental muy propenso a importar modas teóricas para seguirlas en forma dogmática y luego repudiarlas.

En nuestro país, la vertiente del marxismo que más se difundió entre los obreros, los campesinos y las clases medias fue la versión soviética. Ahora bien, a partir de la década de los sesenta, tanto en la teoría como en la práctica, se inició una crítica hacia esa interpretación. La principal teoría que permitió dicha crítica fue la obra de Louis Althusser y luego el manual de Marta Harnecker que vino a substituir al de Konstantinov. Aquí tendríamos que preguntarnos ¿por qué influyó tanto la obra de Louis Althusser y no, por ejemplo, la de Galvano della Volpe? La respuesta se encuentra en la gran influencia que ha tenido la cultura francesa en nuestro país. Pero además, la concepción de Althusser venía en el "paquete" de la última moda francesa para la literatura y las ciencias sociales, que había promovido, nada menos de Les Temps Modernes: el estructuralismo. Hasta aquí podríamos decir que todo era normal. La versión dogmática soviética era reemplazada por una nueva interpretación que proponía que se leyera El Capital para descubrir que Marx era un científico sin más. Lo negativo no fue leer o debatir esa concepción sino tomarla como la "nueva verdad revelada". Y así como en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Guerrero, todo el plan de estudios se organizó a partir de la división entre materialismo dialéctico e histórico, así también ahora, en las Facultades de Economía y Ciencias Políticas de la UNAM, se consideró que Das Capital era la passe-partout de la ciencia. Es obvio que en ambas facultades debería estudiarse El Capital pero con todas las transformaciones que ha sufrido el capitalismo en la actualidad; todos los problemas que dejó abiertos para la economía y todas las mediaciones que se requerían para entender el subdesarrollo junto a todas las principales obras de los grandes pensadores sociales. Pero al seguir la interpretación althusseriana en forma ingenua, sus seguidores optaron, sin saberlo, por un camino trágico que los llevó directamente al psicoanálisis. Curiosamente lo mismo ocurrió con Auguste Comte y sus seguidores del fin del siglo XIX y principios del XX. Pero una vez que los seguidores acríticos de Althusser se dieron cuenta de los desvaríos de su maestro, sin decir "agua va", se cambiaron al gramscismo, que es la moda que sucedió al althusserianismo en 1975 o al postestructuralismo. La moraleja es que nunca debería seguirse a un autor, en forma acrílica. Ahora bien, ya en los ochenta, bajo la influencia del eurocomunismo, la crítica se profundizó en relación con el llamado "socialismo real". Lo que creo es que la crítica a dicho "socialismo" sólo convenció a un sector intelectual minoritario y no al conjunto de la izquierda que se quedó más bien con un marxismo rústico y desleído, que no le permitió avanzar hacia una recepción más abierta y creativa. Al derrumbarse aquellas sociedades, todos aquellos que no habían profundizado en la crisis del marxismo, se quedaron sin piso y cayeron en una profunda depresión y decepción. La izquierda intelectual no supo o no quiso profundizar el debate entre sus bases y propiciar la construcción de una alternativa como ocurrió en otros lugares.

EL OPORTUNISMO DE LOS INTELECTUALES

Pero aparte de la forma doctrinaria y dogmática como se asimiló el marxismo en México también habría que considerar un segundo elemento como lo ha sido la influencia ideológica del Estado. Como se sabe, nuestro país cayó en una más de sus crisis en 1982 y tres años más tarde, el gobierno decidió adoptar el neoliberalismo como política oficial no declarada. Al observar este acontecimiento, muchos intelectuales se alinearon a dicha política y luego confirmaron su actitud ante el derrumbe, apareciendo, de la noche a la mañana, reconvertidos en feroces críticos del marxismo. En otras palabras, en lugar de darse a la tarea de explicar lo que estaba ocurriendo, se dedicaron a desgarrarse las vestiduras en mesas redondas y conferencias como si ellos hubieran sido los autores inmediatos de los crímenes de Stalin y sin tener el cuidado de no confundir la crítica de la derecha con una crítica de izquierda.

Por el contrario, los intelectuales de la derecha agrupados en la revista Vuelta recogieron el desafío y orquestaron lo que fue el discurso hegemónico conservador y respuesta "única" al derrumbe del "socialismo real". La forma elegida fue la realización del coloquio televisivo denominado: "El siglo XX. La experiencia de la libertad" en donde celebraron, no sólo los funerales de aquel régimen sino del marxismo y del socialismo, sin distinciones. De nada valió que algunos invitados nacionales se opusieran a dicha interpretación: Octavio Paz y sus invitados conservadores de Europa del Este y la URSS, ya lo había dicho todo y se acabó.4 Y cuando más tarde, el CNCA realizó junto con la UNAM y la revista Nexos, un coloquio más plural debido a la gran molestia que despertó el anterior por su reaccionarismo, el titulado: "Los grandes cambios de nuestro tiempo", el atrevimiento le costó a uno de sus organizadores, Víctor Flores Olea, su puesto de Presidente del CNCA. El argumento de Octavio Paz fue de un liberalismo inmaculado : "Si yo organizo un coloquio en la empresa privada Televisa, yo puedo hacer lo que quiera, sin embargo, si ustedes realizan en las instituciones públicas uno similar, tienen que tomar en cuenta a mi grupo, de otra manera, aténganse a las consecuencias". En otras palabras: hágase la democracia en las instituciones oficiales pero no en los bueyes de mi compadre.

Lo penoso en todo esto fue que la izquierda mexicana más lúcida, que hizo en forma temprana la crítica al marxismo soviético; que desarrolló en las ciencias sociales y la filosofía interpretaciones nuevas como la teoría de la dependencia; nuevas interpretaciones de la historia de México o la filosofía de la praxis, no pudo hacer valer, en los medios masivos de comunicación, su explicación alternativa. La izquierda partidaria mostraba su debilidad y su confusión.

CAMBIAR EL MARXISMO Y EL SOCIALISMO POR LA DEMOCRACIA LIBERAL

Pero el problema no se queda allí. Durante la década de los años ochenta y principios de los noventa se presentaron en nuestro país varios procesos políticos de gran importancia. Uno de ellos fue la serie de transfiguraciones que sufrió el Partido Comunista Mexicano, al aliarse con otras fuerzas políticas y quedar convertido en PSUM, luego en PMS y finalmente en PRD. Están todavía por escribirse las causas, las formas y las consecuencias de esos cambios pero, por lo pronto, mencionaría que, a mi juicio, el debate en torno a estos cambios políticos, salvo en la transformación de PCM a PSUM, no fue suficientemente amplio y ello llevó a una gradual pérdida de identidad entre los militantes de esos partidos. Pero por otro lado, en la última transformación de PMS en PRD, se perdieron tanto el socialismo como objetivo como el marxismo teórico. Aquí podría establecerse un paralelismo con lo ocurrido en el PSOE en España que, una vez que se vislumbró la toma del poder, Felipe González propuso y se aceptó que se eliminara el marxismo como teoría central del partido y se adoptara una serie de posiciones que convertían, en los hechos, a la socialdemocracia en gestora del neo-liberalismo.

En nuestro caso, la causa de esta pérdida se encuentra, a mi juicio, en un cambio paradigmático y programático operado en los años ochenta por un sector de la izquierda, que consideró que la única forma de acceder al poder era reconociendo a una corriente heredera de la "Revolución mexicana" y que, por su sola presencia, había convocado a las masas bajo el nombre mágico de Cárdenas. Así, en lugar de plantearse la transformación radical del capitalismo, lo que se convertía en el punto número uno del orden del día era: la disolución del partido-Estado y el establecimiento de la democracia dentro de un nuevo sistema político.

Ahora bien, este objetivo era y es válido. Después de las transformaciones económicas realizadas por el porfiriato, quedó pendiente en nuestro país una modernización política que no logró realizarse ni con la revolución que le siguió y que costó al país un millón de muertos. Las masas que votaron por Cárdenas, en 1988, para Presidente de la República, estaban en contra del despotismo con que una oligarquía había llevado a nuestro país a la bancarrota y por tanto, deseaban instaurar una nueva forma de gestión del poder. No había duda que tenía que acudirse a este llamado, apoyándolo con todas las fuerzas que fuera posible. Sin embargo, esto se hizo, a mi juicio, abandonando el debate sobre los problemas del marxismo, del socialismo y de la misma democracia. Se adoptó, entonces, un pragmatismo de corto alcance y un encantamiento con respecto a la democracia.

Ahora bien, alguien podría decirme, si el socialismo no está hoy en el panorama inmediato sino que aparece como muy lejano y además nuestra tarea está en construir la democracia en nuestro país ¿qué objeto tiene el seguir reflexionando sobre el socialismo y el marxismo?

Esta pregunta: o es mal intencionada o está dictada por el candor. Hoy, en los países altamente desarrollados, en los que se ha logrado ya, desde hace muchos años, la democracia a que tanto aspiramos (y cuya necesidad inmediata no niego) es considerada como una forma de dominio que no conduce a la justicia social para las mayorías. Hoy, en aquellos países existe un agotamiento de dicha forma. ¿De qué forma se trata? Sin duda de la democracia liberal y neo-liberal. La pregunta que surge entonces es: ¿nuestra lucha es por instaurar una democracia liberal o neo-liberal que, en otros lugares ya ha mostrado sus dificultades para construir una sociedad justa?. Mi respuesta es negativa. No podemos repetir la historia y por tanto, se necesita poner a debate, no sólo los diversos significados de la democracia para construir uno alternativo, sino seguir reflexionando sobre el paradigma marxista para estudiar las consecuencias de la sociedad global capitalista y su alternativa que, hasta hoy sigue llamándose "socialismo" aunque este concepto deba transformarse necesariamente para que pueda convertirse en realidad en el siglo XXI.


Mundialización y desarrollo humano, J.M. Vidal Villa

José María Vidal Villa (1942-2002)
en La Insignia. septiembre del 2002.


¿Qué se entiende por globalización?

Desde hace un par de décadas, coincidiendo con el cambio de orientación de las políticas económicas en los paÍses capitalistas encabezado por la Sra. Thatcher y el Presidente norteamericano Reagan, que pasó del keynesianismo al neoliberalismo, se ha desencadenado un proceso de ámbito mundial que se ha bautizado como globalización. Este proceso no es nuevo. Representa la continuación de la expansión capitalista en el ámbito mundial y significa un importante salto adelante en la consolidación de este sistema.

La globalización, también denominada con mayor rigor científico mundialización, se inició, o al menos así lo pareció, en los mercados financieros. En efecto, los movimientos de capital en el ámbito mundial fueron los más llamativos en cuanto a su apariencia. Tras la reforma del sistema monetario internacional de los años 60, la libre movilidad del capital ha ido avanzando cada vez con mayor vigor. Afecta a la Bolsa, a los créditos y préstamos internacionales, tanto privados como públicos, al mercado de divisas, al pago de la deuda externa, y, por supuesto, a la inversión directa.

Pero la globalización tiene su máxima expresión en el despliegue mundial del capital productivo, a partir de la acción de las empresas multinacionales, autenticos protagonistas de este proceso. Hoy día se produce en muy diferentes puntos del mundo, prescindiendo del origen del capital y del mercado final al que van dirigidas las mercancías producidas. El planeta es un solo espacio de rentabilización del capital.

Ahora bien, para que esta mundialización productiva pueda ser efectiva, es imprescindible la existencia de otro factor: la libre movilidad de mercancías. A este respecta, primero el GATT y luego la OMC, se han encargado de favorecer la rebaja paulatina pero rápida de aranceles y tienen como objetivo la libre movilidad de mercancías plena. Es decir, la construcción de un mercado mundial. Aquí se inscribe la política de economías abiertas patrocinada por el FMI.

La mundialización comercial y del capital no lleva aparejada la consiguiente mundialización de la fuerza de trabajo. Por el contrario, el proceso de mundialización ha ido acompañado de una ofensiva por frenar los movimientos migratorios. En particular entre la Periferia y el Centro del Sistema.

Y, por último, este proceso ha alterado las funciones de los Estados nacionales. Pierden soberanía, puesto que la mayor parte de las decisiones en materia de política económica ya no son adoptadas por ellos sino por instancias supranacionales. No obstante, existe un importante vacío institucional, que no cubre la ausencia de los Estados nacionales con otros organismos democráticos de carácter supranacional. Existen importante crisis a este respecto y son ya muchas las voces que exigen la construcción de instituciones de regulación y control económico con ámbito de responsabilidad mundial.

¿Cómo afecta la globalización al desarrollo económico?

El desarrollo económico capitalista ha sido tradicionalmente entendido como la combinación del crecimiento económico y el cambio estructural que daba lugar a la modernización. Tal desarrollo económico solía ser medido mediante los incrementos del PIB o del PIB per cápita y solía cristalizar en la mejora de las infraestructuras, de la educación, de la sanidad, del nivel de vida de la población, etc. Pero lo relevante es que ese modelo de desarrollo económico era un modelo nacional.

Efectivamente, el marco territorial e institucional del desarrollo económico, tanto en los paises del Centro como en los de la Periferia, era el propio Estado-nación. De ahí que existieran políticas de desarmo económico nacional, incluso Ministerios de desarrollo económico, e, incluso también, una ideología del desarrollo económico: el desarrollismo.

Todo lo anterior es lo que la globalización ha eliminado. La razón es muy sencilla. Cuando las pautas de acumulación se regían por un comportamiento de los agentes (las empresas) muy delimitado por la legislación nacional y muy protegido por su correspondiente Estadio, el motor del desarrollo era interno. Es decir, cada país tenía su política de desarrollo y se protegía frente a los restantes, con los cuales mantenía relaciones comerciales y algunas, escasa, relaciones financieras. Pero el marco interior estaba protegido y regulado por el propio Estado, cuya misión era crear las condiciones para el desarrollo económico sostenido. Ciertamente, no siempre se conseguía y numerosos paises de la Periferia, como afirman los teóricos de la dependencia, nunca dispusieron efectivamente de un motor interno de desarrollo. Pero lo intentaron, como es el caso de paises como México, Brasil, Argentina, los del sudeste asiático y otros. Con mayor o menor éxito.

Cuando la globalización empieza a imponer sus leyes, una de sus primeras víctimas fue la política de desarrollo interno. En efecto, el motor del desarrollo se desplazó desde la acumulación interna de capital hacia la percepción de capitales del exterior. Es decir, paso de manos de agentes nacionales, la presunta burguesía nacional, a manos multinacionales, las empresas gigantes que lideran el proceso de mundialización.

Pero estas empresas multinacionales no tienen entre sus objetivos el desarrollo económico de los paises en los que actúan. Su objetivo es la máxima rentabilización de su capital y, al poder eludir la legislación interna de cada país e incluso al obligar a estos a modificarla, desplazan el motor de la economía desde el interior hacia el exterior. De hecho, empieza a carecer de sentido hablar de interior y de exterior. La economía mundial tiende a unificarse y cada país intenta insertarse en ella de la manera más favorable para los intereses de sus clases dominantes. Ello provoca la ruptura de la identidad entre acumulación de capital y desarrollo económico nacional.

El resultado es que las palancas del desarrollo económico ya no están en manos de los correspondientes Estados, sobre todo en la Periferia del Sistema, sino en manos de las empresas multinacionales, cuyo protagonismo al respecto es cada vez mayor, al extremo de que hoy están pugnando por conseguir el establecimiento de una legislación mundial que regule uy controle el papel de las propias empresas pero sobre todo que limite el campo de discrecionalidad y de autoridad de los diferentes Estados nacionales. Es el caso del Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI) o el Nuevo Mercado Transatlántico (NTM) en curso de negociación.

En conclusión, las funciones de los distintos Estados nacionales han variado substancialmente. Ya no intentan preservar su país de la competencia extranjera para poner en marcha procesos de desarrollo interno. En la actualidad su pretensión es insertar a su país de la mejor manera posible en el proceso de mundialización. Y eso tiene efectos importantes sobre la sociedad y el nivel de la población.

¿Cómo afecta la globalización al desarrollo humano?

Las palabras de Koldo Unceta son relevantes para responder a esta cuestión: «Uno de los elementos más importantes que ha estado presente en los distintos enfoques y propuestas sobre desarrollo ha sido la consideración del marco nacional como ámbito de dicho proceso y el papel del Estado nacional como impulsor del mismo, idea recurrente que ha venido a quebrarse sólo de la mano de algunos de los debates más recientes. El Estado-nación ha venido siendo considerado al mismo tiempo el ámbito y el sujeto del desarrollo, quedando las personas relegadas al papel de instrumentos para el logro del desarrollo nacional. Los individuos han sido considerados ricos o pobres, sanos o enfermos, cultos o analfabetos, pero casi nunca desarrollados o subdesarrollados, categorías estas últimas reservadas para los países.»

Ciertamente. El desarrollo económico entendido como desarrollo nacional priorizó y priorizó aun el crecimiento de las magnitudes macroeconómicas, pero no atiende, al menos en los grandes objetivos estatales, a los indicadores que afectan a la realidad de la vida de las personas, a lo que en el siglo XIX se solía denominar la felicidad humana.

El PNUD, hace precisamente 10 años inició la medición del desarrollo bajo una nueva concepción. No bastaba con el crecimiento económico. Había que medir también su incidencia en la vida de las personas. Y para ello ideo el Indice de Desarrollo humano, indicador complejo que relaciona el crecimiento del PIB per cápita con otras variables tales como la esperanza de vida o el nivel cultural. Ha sido un loable esfuerzo que ha conseguido romper con las ataduras del economicismo estricto. Pero el IDH está aun lejos de ser un instrumento válido para medir la felicidad humana. Sirve ya, no obstante, para medir las desigualdades existentes. El propio PNUD se ha ocupado también de ampliar el marco de su medición. Ya no se trata solo de medias nacionales, sino que se matiza por edades, por etnias, por género, por lugar de residencia (urbana y rural).

Y lo que se desprende, grosso modo, de las distintas mediciones del IDH es la existencia de una importante polarización de la riqueza y del bienestar tanto en el ámbito internacional como en el propio interior de los paises, incluyendo los más desarrollados, en los cuales el PNUD señala la existencia de importantes bolsas de pobreza.

La globalización, lejos de hacer disminuir la desigualdad, la está potenciando. Ocurre sin embargo, que esta desigualdad ya no puede ser medida exclusivamente en términos de países por que escondería la realidad, la velaría. Efectivamente, la globalización, entre otras cosas, ha trastocado la estructura de clases, tanto a nivel nacional como mundial. Quiere ello decir que existen importantes fracciones de la burguesía, sobre todo financiera, de los países periféricos que se encuentra plenamente integrada en el modelo de acumulación que protagoniza el proceso de mundialización. Y quiere ello decir también que en los propios paises del Centro existen fracciones sociales que son marginadas del proceso productivo y por tanto de las ventajas derivadas del desarrollo y que adquieren cada vez más características semejantes a las de las poblaciones marginalizadas de la Periferia.

Esta ruptura del marco de formación y actuación de las clases sociales está alterando considerablemente la percepción colectiva del desarrollo y el subdesarrollo. El sector pudiente e integrado en las redes mundiales de acumulación de Brasil es mucho más afín a otros sectores semejantes de EE.UU., Europa, Japón u otros paises de la Periferia que a sus propios conciudadanos excluidos del proceso. Dicho brevemente, se está produciendo una ruptura muy profunda del marco nacional de acumulación, que relega a los marginalizados a una situación de exclusión y pobreza como nunca antes había existido.

¿Cómo afecta la globalización a los salarios, el empleo y la redistribución de la renta?

Desde el punto de vista teórico, la globalización representa la construcción de un mercado mundial libre, practicamente sin impedimentos, como el que habían preconizado los economistas clásicos. En tan idílica situación tanto los capitales, como las mercancías tendrán total libertad de movimientos y por tanto, la formación de precios se producirá en el ámbito mundial. Pero en el esquema de os clásicos este proceso de liberalización y formación de mercados libres también afectaba a los salarios y al empleo.

Efectivamente, se entendía que la libre circulación de mercancías y de capitales necesitaría también la libre movilidad de los trabajadores, que, al moverse desde zonas o sectores de bajos salarios a zonas o sectores de altos salarios, provocarían una tendencia hacia la igualación de los niveles salariales en un mercado laboral libre. Ahora bien, en la actual globalización este fenómeno no se está produciendo- Al contrario, se impide la libre movilidad de los trabajadores. Y el resultado es que el abanico de salarios a nivel mundial crece. El fenómeno es inverso. Son las empresas multinacionales las que localizan su producción, sobre todo la intensiva en mano de obra, en zonas o paises de bajos salarios y pretenden que sigan siéndolo. Las llamadas ventajas locacionales se fundamentan precisamente en la existencia de tales bajos salarios.

Esta situación tiene efectos sobre el empleo. Afecta al empleo local del país de destino de la inversión. Aumenta el número de trabajadores asalariados por empresas multinacionales, quienes, a pesar de percibir salarios muy inferiores a los de los trabajadores de los paises desarrollados, perciben unas remuneraciones considerablemente superiores ala media de su propio país. Son, por tanto, en cierta forma, privilegiados. Pero al propio tiempo, las condiciones de trabajo no son las mejores. Son habituales jornadas de 10 o 12 horas pagadas con salarios muy bajos, escasa seguridad en el trabajo, contratos de duración limitada y prácticamente inexistencia de seguridad social o protección en caso de paro, enfermedad o jubilación. Pero, aun así, los trabajadores asalariados de la industria multinacional están en mejores condiciones que los marginalizados.

Afecta también al empleo en los paises de origen de la inversión. Se produce lo que se ha venido en denominar una deslocalización industrial que da lugar a la emigración de actividades industriales intensivas en mano de obra con efectos depresivos sobre el empleo. En los países desarrollados se está consolidando una fracción de trabajadores en paro que ha dejado ya de ser coyuntural para convertirse en paro estructural.

En cualquier caso, la ventaja es para las empresas multinacionales que maximizan su beneficio. Pero para que ello ocurra es preciso que exista la libre movilidad de capitales y mercancías.

Tal tipo de actividades no suele estar orientada hacia el mercado interior sino hacia el exterior. Por tanto, la creación de mercado interno no es su objetivo. Ello redunda en que las condiciones de vida y el bienestar de los ciudadanos en los paises de recepción de inversiones extranjeras no se fomenta como podría hacerlo, es decir, si funcionase lo que se llama el multiplicador keynesiano, que representa el crecimiento de la actividad impulsado por una actividad motriz.

El resultado de la globalización en lo que atañe a empleo y salarios es doble:

- Con respecto al empleo, lo hace crecer en algunos países de la Periferia y lo contrae en los del Centro.
- Con respecto a los salarios, incrementa el abanico existente y favorece la polarización y la desigualdad.

Al no existir mecanismos de regulación a nivel mundial, tampoco se produce un proceso de redistribución de la renta, como el que se dio en los paises desarrollados y que condujo al Estado del Bienestar. Por el contrario, la renta se concentra cada vez más. La parte de los salarios disminuye, tanto en los paises como a nivel mundial. Aumenta por tanto la parte de los beneficios. Y se produce como resultado lo que tanto el PNUD, como incluso el Banco Mundial, han señalado: los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres.

Esta nueva división internacional del trabajo afecta también a la composición de género del empleo. En efecto, como se señala en el informe Globalisation and employment [Globalización y empleo] presentado por el Panos Institute de Londres en el mes de mayo.

Desde 1980, el aumento de la fuerza laboral femenina ha sido substancialmente mayor que el de la fuerza laboral masculina... Sólo en Africa el incremento laboral ha mantenido a la par la creación de puestos de trabajo entre hombres y mujeres. En el resto del mundo, las mujeres han sido las principales beneficiarias de las nuevas aportaciones al trabajo. Por ejemplo, en América Latina los niveles de crecimiento del empleo para las mujeres - un 4% anual- han triplicado el nivel alcanzado por los hombres.

En este sentido, el informe señala que las mujeres forman el grueso de la fuerza laboral en las zonas francas y en las zonas de maquila. En Panamá representan el 95 %, en Guatemala y Nicaragua, el 80 % y en Bangladesh el 70 %, por ejemplo.

Este aumento substancial del empleo femenino se debe, entre otras cosas, al menor salario que se paga a las mujeres. A pesar de ello, y como señala el informe citado, se está produciendo un importante cambio cultural y social, ya que, al disponer de salario propio, las mujeres están logrando mayores cotas de libertad frente a los hombres en sociedades extremadamente machistas y patriarcales. Pero al propio tiempo afecta al grupo familiar por cuanto son cada vez más los hombres que no encuentran acomodo estable en el mercado laboral. Se está originando un importante cambio estructural en las sociedades periféricas, derivado de este proceso.

Homogeneización de la producción, del consumo, de la ideología y de la cultura

La globalización ha dado lugar a un importante proceso de homogeneización de la producción. Tanto en los métodos de trabajo, como en la tecnología aplicada, como en los productos finales, la homogeneidad es la tendencia predominante. Por consiguiente, disminuye la especialización y los productos no se diferencian por su origen nacional.

Ese fenómeno, a su vez, repercute de forma considerable sobre el consumo que, a su vez, se homogeneiza. El vestido, los medios de locomoción, el ocio, incluso la alimentación, son cada vez más homogéneos. Se pierden las especialidades y se uniformizan los hábitos, dando lugar a una considerable pérdida de la diversidad.

Ello va generando además una ideología también homogeneizadora, que a través de los potentes medios de comunicación abarca la práctica totalidad del planeta. E incide sobre la cultura, que se uniformiza, que pierde originalidad, que se norteamericaniza: la música, el cine, la televisión, la literatura, etc. Están sometidas a un profundo acoso del american way of life. Y, además, la propia lengua de los ciudadanos se ve sometida al cada vez mayor acoso del inglés.

Lejos de ser un avance en la culturización de la humanidad a lo que se está asistiendo es a un achatamiento de la cultura, a una mediocridad cada vez más acusada. Por supuesto, este fenómeno incide de forma negativa en el desarrollo humano, aunque los índices mediante los cuales se mide no lo registren. Ciertamente hay resistencias ante este proceso: el nacionalismo, el fundamentalismo religioso y la etnicidad, son algunas de sus manifestaciones más notables.

Y en el ámbito político se asienta la idea de la universalización de los derechos humanos, entendidos, por supuesto, como imitación de los hábitos e instituciones políticas de los paises occidentales. En nombre de los derechos humanos se perpetran auténticos genocidios y se acaba con la independencia y la diversidad de comportamientos de infinidad de pueblos. La crisis de soberanía de los Estados nacionales, a su vez, está favoreciendo la aparición de un importante vacío político, no sólo en el ámbito de la regulación económica, sino incluso en el ámbito del bienestar y la salud de la población. Por ejemplo, la proliferación de casos de contaminación alimenticia detectados en Europa y en América, está carente de cualquier legislación de carácter mundial que impida la venta de productos contaminados fuera del espacio en el que se produjo la contaminación. Es decir, que productos belgas contaminados puedan ser vendidos, por ejemplo, en algún país del Tercer Mundo, sin que exista autoridad alguna que pueda impedirlo.

La humanidad avanza, al parecer inexorablemente, hacia la globalización. Pero si bien está muy avanzado este proceso en lo que atañe a la economía y a sus efectos sobre la ideología y la cultura, está aun muy lejos de la globalización democrática de la política y el autentico derecho a los derechos humanos y a los derechos de los pueblos. Lo que está avanzando es la construcción de organizaciones mundiales de carácter represivo, como la OTAN, pero instituciones de representación como la ONU, la UNESCO, la FAO, la OMS y otras están sufriendo u profundo desgaste. Sería preciso una reacción decida de los ciudadanos para exigir una democratización política de las instituciones de carácter mundial que ya existen, y la creación de aquella que aun no existen, como por ejemplo, por citar una, una institución que controle y frene el deterioro del medio ambiente y permita construir una sociedad mundial en la que sea posible el desarrollo sostenible.



mayo 29, 2004

¿Pueblos o clases?, Joan Arnau

en revista electrónica Chispas, diciembre de 2003

¿Cuál es el terreno de juego?
¿Naciones y pueblos o simplemente clases?

La primera victoria del adversario radica en que siempre se juegue en su propio terreno de juego. Así, han conseguido que una buena parte de la izquierda hable en términos de «pueblo vasco», «nación oprimida», «nacionalismo frente a españolismo» adoptando ese punto de vista como el esencial. ¿Por qué esa izquierda ha asumido contemplar la realidad a través del prisma de las naciones? ¿Y dónde están las clases en ese discurso, dónde el pueblo trabajador? ¿Acaso toda nación no se escinde en dos partes irreconciliables, los explotadores y los explotados? ¿Se puede hablar de naciones, sea la vasca, la catalana o la española, sin tomar posición por una de las dos partes?.

¿Qué es lo esencial?

Entre hablar de naciones o pueblos y hablar de clases existe un abismo entre dos destinos. Y Lenin nos facilita el trabajo, concentrando el punto de vista que los movimientos revolucionarios y progresistas han adoptado ante la cuestión nacional: «la burguesía coloca en primer plano sus reivindicaciones nacionales y las plantea de un modo incondicional. El proletariado las subordina a los intereses de la lucha de clases. Al proletariado le importa garantizar el desarrollo de su clase; a la burguesía le importa dificultar ese desarrollo posponiendo las tareas de dicho desarrollo a las tareas de «su» nación».

Primero los intereses de la nación, y a este punto se subordinan todas las demás contradicciones. Este el clima mediante el cual las clases dominantes, los que son en los hechos los dueños de la nación, pretenden encuadrar al conjunto de la sociedad. Primero Euskadi, primero CataluñaÉ La pervivencia de las falsificaciones que presentan a un Pueblo Vasco primigenio y a una Nación Vasca en permanente conflicto con España, de toda la propaganda etnicista, es posible porque existe detrás un sector de la burguesía vasca, irreductiblemente aranista, que los difunde como forma de justificar sus proyectos de clase.

«La nación», ese concepto elevado a la categoría de lo sagrado, ante el que parece que no cabe otra cosa que postrar la cabeza, no es otra cosa que la representación de un marco de dominio de clase. Una sola lengua, un solo gobierno, una sola línea aduanera que delimite los dominios de esa burguesía. ¿Por qué las clases populares debemos someter nuestros intereses al desarrollo de «la nación»?.

Mientras ellos quieren que la nación permanezca unida, bajo su dominio de clase, a nosotros nos interesa que se escinda: entre explotadores y explotados. Sin colocar en primer lugar los intereses de las clases populares, estaremos irremediablemente sometidos a quienes se erigen como dueños de la nación.

Las dos tendencias

Por eso, existen dos tendencias antagónicas en el seno de la izquierda: subordinar los objetivos de transformación del mundo al desarrollo de «la nación», o tratar la cuestión nacional como una manifestación de la lucha de clases. ¿No es nuestro objetivo cambiar el mundo de base? ¿Por qué no ver también desde aquí la cuestión nacional? Y ese camino revolucionario se desarrolla en el marco de un Estado, el que delimita la existencia de una clase obrera que desde Bilbao a Cádiz está unida por una misma lucha contra un mismo enemigo.

Este es el punto de vista que la izquierda española ha acogido como propio. El que está inscrito en las palabras de Vicente Uribe, ministro del PCE en uno de los gobiernos republicanos: «Las cuestiones particulares nacionales de los catalanes, vascos y gallegos están ligadas vitalmente con la cuestión nacional de toda España. Los sentimientos nacionales, el patriotismo y el amor a la libertad de los catalanes, vascos y gallegos se han confundido en el círculo general, potente y combativo del gran patriotismo revolucionario de todos los luchadores en defensa de la independencia y la libertad de la España republicana y democrática». ¿A quién le interesa que se debilite la unidad entre la clase obrera y el pueblo trabajador de toda España?

Defendemos la libre unidad del pueblo de las nacionalidades de España porque, para el desarrollo de un proyecto revolucionario es imprescindible fortalecer la unidad popular, especialmente la unidad de toda la clase obrera, oponiéndose a toda clase de división y enfrentamiento.

Y, en la época del imperialismo, no puede plantearse un proyecto revolucionario al margen del combate a quienes son los principales explotadores. No puede haber una solución justa y definitiva, desde la óptica de los intereses populares, al problema de las nacionalidades sin que España se libere, al mismo tiempo, del dominio al que nos someten las potencias imperialistas.

La resolución del complejo problema de la articulación de las distintas nacionalidades y regiones de España está indisolublemente unido a la resolución de la opresión nacional que sufre nuestro país a manos del imperialismo. Y esto es así porque el imperialismo, para mantener la explotación mundial, se constituye como un sistema general de opresión. Para mantener su dominio, el imperialismo necesita articular un sistema de intervención económica, política, y en última instancia, militar, para someter al conjunto de clases populares de las naciones dominadas, a todas y cada una de sus nacionalidades y regiones, a sus intereses y proyectos.

De manera que la lucha contra el imperialismo ordena y jerarquiza el conjunto de contradicciones del país, une todas las luchas en un mismo frente de combate. Ninguna de las demandas fundamentales del pueblo ni de sus nacionalidades puede ser resuelto sino es derrotando al imperialismo y a la clase dominante en que éste se apoya para ejercer su dominio.

Pero mientras para el proletariado y las clases populares cualquier reivindicación esté siempre subordinada al interés general de la lucha para acabar con la opresión del poder oligárquico imperialista, para las burguesías nacionalistas sus reivindicaciones nacionales están siempre en primer plano, incluso aunque para ello deban subordinar la lucha contra el imperialismo a los intereses de «su nación», es decir, de su clase. Por ello, actuar para azuzar las contradicciones y las rivalidades de todo tipo entre las distintas nacionalidades de un mismo país ha sido y es una constante de la política imperialista.

En nuestro país, igual que Francia apoyó a los carlistas en el siglo XIX o Hitler negoció en el 36 con un sector de los nacionalistas vascos, hoy los Arzallus y compañía no han dudado en alinearse con el proyecto imperialista franco alemán de la «Europa de los pueblos» para fragmentar España y pasar así a convertirse en la clase dominante de «su» nacionalidad.

Al disociar la lucha contra la opresión de cada una de las nacionalidades históricas de la lucha común contra el imperialismo, el pensamiento mayoritario en la izquierda ha conducido, necesaria e independientemente de la voluntad de nadie, a la conciliación, y en los casos más extremos a la colaboración activa, con las fuerzas más negras, reaccionarias y disgregadoras de las nacionalidades. Al tiempo que, objetivamente, se fortalecen los proyectos imperialistas interesados en nuestra debilidad.



Teo Uriarte, la batalla por la libertad

Entrevista a Teo Uriarte, a cargo de M. Murcia
revista electrónica Chispas, diciembre 2003


«Asumir desde la izquierda la unidad de España como patria común es revolucionario»

Condenado a muerte en el Proceso de Burgos en 1970 junto con su compañero y amigo Mario Onaindía. Con Mario y Bandrés impulsaron un proceso de reflexión autocrítico que les llevó a la ruptura y abandono de ETA; y la fundación de Euskadiko Ezquerra, que acabó integrándose en el Partido Socialista de Euskadi. Diputado por el PSE en el Parlamento Vasco, hoy es presidente de la Fundación por la Libertad.

La batalla de Euskadi por la libertad

Chispas.- Decía tu compañero y amigo Mario Onaíndía. «Uno no es patriota donde ha nacido sino donde puede ser libre». Y también que «La batalla de Euskadi no es por la paz sino por la libertad.

Teo Uriarte.- Efectivamente, allá donde una persona adquiere sus derechos para ser persona, es donde se encuentra que es su auténtica patria. Que además enlaza con la concepción internacionalista universal de todas las grandes ideologías que ha habido a lo largo de la historia. Uno es de allí donde se encuentra libre, donde se encuentra útil. Las personas que vivimos la dictadura, nos acordamos perfectamente de este eslogan del caudillo que utilizaba siempre y que tuvo su culminación en aquella campaña que se llamó «25 años de Paz». Debajo de un régimen tiránico o una dictadura puede existir paz: la paz de los corderos, la paz del silencio, lo importante es que esa paz se sostenga en la libertad de los ciudadanos, la paz está supeditada a la libertad, sin libertad no existe auténtica paz.

Ch.- ¿Quiere decir que en Euskadi no hay libertades democráticas, sino fascismo? ¿Que la camarilla que dirige Arzalluz ha transformado el autogobierno en un «régimen fascista»?.

T.U.- En Euskadi lo que hay es un sistema con un régimen opresivo. A la presión que ejerce la amenaza del terrorismo, hay que sumar la presión política y económica de un partido en el poder con una administración de carácter corporativo a su servicio. Es una situación que solamente los que vivimos el franquismo la recordamos, de presión, de silencio, de semiclandestinidad, una situación tremenda que en muchos casos alienta, por un lado el desistimiento y por otro al exilio; es un régimen reaccionario sobre grandes sectores de la sociedad, como otros movimientos históricos fascistas que ha habido.

Ch.- Cada vez estamos viendo más escritos y declaraciones que relacionan a Arzalluz y los suyos con el nazismo. ¿Pero no crees que hay que ser consecuente y pasar a establecer claramente que la línea de Arzalluz es una línea de corte nazifascista, y el plan que han presentado es un plan de esa naturaleza?.

T.U.- Hace siete años el Foro de Ermua en su nacimiento, para escándalo de muchos, manifestó la naturaleza nazi del movimiento que emergía en Euskadi. La recuperación de determinados aspectos de Sabino Arana, el fundador del nacionalismo, caracteriza mucho más de nacionalismo xenofóbico incluso racista a lo que han puesto en marcha en el País Vasco. Sobre todo en las vísperas del pacto de Estella y posteriormente. Incluso en el modelo político social que han impuesto en Euskadi hay grandes semejanzas con el nacimiento de los nazismos o de los fascismos.

El eje oculto

Ch.- Precisamente ahora que Arzalluz y su camarilla han presentado su plan Ibarretxe, ¿No está más claro que nunca que no quieren la independencia, sino separar Euskadi de España para convertirla en un satélite de las burguesías dominantes europeas?

T.U.- Bueno sería pedirle demasiada coherencia. En mi opinión no existe tanta coherencia como para poner al servicio de las corrientes oligárquicas internacionales este país. No, no que va. Nunca el nacionalismo vasco, ha estado más aislado; el PNV, está fuera de la internacional democrático-cristiana, nunca ha tenido peor relación con la Secretaría de Estado de los EEUU; ni siquiera queda ningún país del bloque soviético que les apoye, ni tampoco hay regímenes fascistas en Europa, En estos momentos el nacionalismo es una fuerza aislada en el mundo y por eso las posibilidades de que su proyecto salga adelante son más pequeñas que nunca. Yo pienso que es el resultado de la desesperación ante la posibilidad de perder el poder.

Ch.- Bueno, el problema no es que Arzalluz ponga su proyecto al servicio de las burguesías del eje, es precisamente al revés, hay una intervención para defender sus intereses hegemónicos. ¿No crees que desde las teorías de la «Europa de los pueblos» o la «Europa de las regiones», se le dan alas y esperanzas a Arzalluz de que puede buscar apoyo y amparo para su proyecto?.

T.U.- Es cierto que la «Europa de los pueblos», es de origen conservador y egoísta, pero creo que no impulsan al nacionalismo vasco. Quitando algún caso como puede ser el nacionalismo bretón, que es muy minoritario, ni Padania, ni Gibraltar se alinearía a tan pésimo estratega de la política como es el PNV, yo insisto el PNV está aislado precisamente por haber elegido la peor estrategia para seguir ejerciendo dignamente la política en el País Vasco. Creo que ni la CSU alemana puede plantearse una aventura de ese estilo, y en ningún momento apoyaría las medidas de un nacionalismo tan radical y tan brutal, cuya única semejanza hoy en día pudiera encontrarse en los movimientos nacionalistas que desangraron Yugoslavia.

Ch.- Esa es precisamente la cuestión, ¿No fue Alemania quien jugó un papel fundamental en la ruptura de Yugoslavia al reconocer a los nacionalismos étnicos?.

T.U.- Sí, actuó como un provocador de la ruptura de la unidad que se había creado bajo el Estado de Tito; recuperando determinados instintos históricos por parte de Alemania, fundamentalmente, de un cierto expansionismo hacia los Estados del norte. Eso es evidente. Y la responsabilidad de Alemania ahí cuando pasen años se podrá tratar con una cierta objetividad. Pero la caída de la República Federal Yugoslava es compleja y desgraciada, ya que incluso el antiguo partido comunista asume el nacionalismo para mantenerse en el poder.

La izquierda tiene que ser patriota

Ch.- Dice Pierre Vilar en su Historia de España que hay un patriotismo revolucionario «ligado a las aspiraciones populares», que históricamente ha sido una bandera de la izquierda y los sectores más progresistas de la intelectualidad, sobre todo durante la lucha contra el fascismo y el nazismo. ¿Por qué la izquierda ha abandonado esta bandera? ¿Por qué sigue identificando patriotismo y defensa de la unidad de España con franquismo y reacción?.

T.U.- Es uno de los problemas más serios de los que adolece la izquierda española en estos momentos. La asunción de la patria desde la izquierda ha supuesto también un modelo político y un modelo social. Lo podemos ver, por ejemplo en la República que no es interesante como régimen político en sí mismo, que lo era, sino porque la República permitía desarrollar, en el caso español, hipotecas históricas como la reforma agraria y la existencia de los sindicatos libres y no oprimidos, la utilización de la ley en provecho de todos, la policía en defensa de la ley y no de los caciques locales. El abandono de ese estandarte es ya un error imperdonable para la izquierda y lo va a tener que recuperar en los próximos años si quiere tener un papel fundamental en nuestra próxima historia de España.
Ch.- ¿Estás de acuerdo con decir que ser patriota y defender la unidad de España es revolucionario?.

T.U.- Frente a las partitocracias localistas y la desmembración del Estado; una adhesión desde la izquierda a la unidad de una patria común, es revolucionario. Es más, frente al los reinos tradicionales españoles y el poder de la iglesia, la revolución liberal que se produce en España, limitada, pero poco a poco, constituye un Estado que en su unidad era civilizador. Esa es la tradición histórica de la izquierda. Defender la unidad de España, ser patriota, no quiere decir no defender la descentralización del Estado, pero desde su unidad.

Ch.- ¿Debemos defender el derecho de autodeterminación como la mejor forma de defender la libre unidad de todas las nacionalidades y regiones de España?.

T.U.- Bueno, quiero decir que este es un debate abierto. El primero que no cree en el derecho de autodeterminación es el nacionalismo. Cuando dice que se vote lo que se vote ellos van a sacar su proyecto adelante, bueno. Pero a mí la autodeterminación desde la izquierda me parece un error. Es adecuado en los procesos de descolonización. ¿Pero qué tiene que ver esto con España? España se ha creado con la aportación de los vascos, los navarros, los gallegos, los catalanes, de todos en definitiva. Las sociedades se van autodeterminando en las elecciones, en la adopción de leyes, en sus comportamientos económicos y sociales... En todo caso el patrimonio fundamental histórico de la izquierda es el internacionalismo.

mayo 28, 2004

Callinicos: La onda expansiva española

Publicado en el número de abril de 2004 de la revista Socialist Review.

Los manifestantes españoles se aseguraron de que los eventos en Madrid produjeran una derrota política para el gobierno proguerra de Aznar, dándole una advertencia a los gobiernos guerreristas de todo el mundo.

En el espacio de unos pocos días las reacciones divididas frente a una atrocidad terrorista derrumbaron el gobierno de un importante Estado europeo, uno de los principales socios de la "coalición de los dispuestos" de Donald Rumsfeld.

Los eventos españoles tienen una importancia doble. En primer lugar confirman que Irak sigue siendo el problema dominante en la política mundial. Desde hace meses Tony Blair proclama que es "tiempo de mirar para adelante", una frase que fue asumida por la masa de mediocridades que habitan en los escaños parlamentarios del laborismo, desesperados por aferrarse a sus asientos.

Incluso muchos en el ala izquierda del Nuevo Laborismo tomaron este llamado como suyo. En el ala derecha del movimiento anticapitalista, Bernard Cassen de ATTAC Francia ha desacreditado abiertamente la actividad antiguerra como una distracción. Incluso señaló el contraste entre la escala de las movilizaciones antiguerra en España de hace un año y la supervivencia electoral del gobierno del Partido Popular (PP), como evidencia de que la oposición a la guerra en Irak no produjo ninguna radicalización política. Ahora va a tener que comerse sus palabras.

Muchos activistas a la izquierda de Cassen sacaron como conclusión luego de la caída de Bagdad, de que el movimiento antiguerra llegaba al final. En buena parte de la Europa continental la actividad antiguerra decayó drásticamente. Esta conclusión fue resistida por la Stop the War Coalition en Gran Bretaña, así como por muchos activistas e intelectuales en el Tercer Mundo. En el Foro Social Mundial de Mumbai, Arundhati Roy, la coalición de origen thailandés Focus on the Global South, y la organización socialista internacional surcoreana All Thogether fueron los que más resaltaron la importancia de Irak.

Esta posición en parte refleja una comprensión teórica del imperialismo -el reconocimiento de que el capitalismo está indisolublemente entretejido con el sistema de estados y las desigualdades en el poder político y militar que constituye este sistema. En otras palabras, la resistencia a la lógica económica del capitalismo no puede separarse de la oposición a que los principales estados capitalistas intenten usar su poder militar para defender la actual distribución global de los recursos, groseramente desigual.

La conquista militar y ocupación de Irak por Estados Unidos y Gran Bretaña han hecho de ese país el banco de pruebas del neoconservador Proyecto por un Nuevo Siglo Americano. En otras palabras, es aquí donde están puestos a prueba los esfuerzos de Bush de utilizar su poder militar para apuntalar la dominación del capitalismo norteamericano y del modelo económico neoliberal promovido tan furiosamente por Washington, frente al fuego cruzado de la resistencia iraquí y el movimiento global antiguerra.

Los eventos españoles confirmaron ese naipe difícil que es Irak -cómo puede resurgir de repente como problema, dividir a las clases dominantes del mundo y movilizar la oposición popular a sus políticas. Entonces no es ninguna sorpresa lo enojados que están los gurúes con el pueblo español. El día después de la elección, los personajes centrales del programa Newsnight fueron Michael Portillo y Tim Garton Ash, quienes denunciaron al pueblo español por haber "capitulado al terrorismo" -como si los votantes españoles no hubieran demostrado comprender, como inclusive le dijo a Tony Blair el Comité Conjunto de Inteligencia en febrero año pasado, que invadir Irak aumentaría la probabilidad de ataques terroristas.

Pero España tiene una segunda lección para nosotros. No era inevitable que los ataques derrumbaran al PP. El gobierno español hizo un esfuerzo decidido para canalizar los ataques según su conveniencia electoral. No sólo insistieron con que el responsable fue ETA sino que además llenaron los canales de TV estatales con basura en lugar de las duras noticias. Evidentemente, esto causó un efecto rebote contra ellos y enfureció a muchas personas.

Pero la manipulación del PP también motivó a que muchos activistas salieran a las calles. Después de todo, España tuvo las mayores manifestaciones antiguerra de todo el mundo el 15 de febrero de 2003. Algunos de los que habían colaborado en la organización o que se habían transformado en activistas por las movilizaciones antiguerra de la primavera pasada comenzaron a manifestarse la noche anterior a la elección en Madrid, Barcelona y otras ciudades.

Estas protestas -prohibidas por la ley electoral española- atrajeron a miles. A través de su ejemplo y los mensajes que circularon por texto, por teléfono o por e-mail estas manifestaciones probablemente contribuyeron a motivar a muchos trabajadores (quienes de no haber sido así se hubieran quedado sentados en su casa el día de la elección) para ir y votar en contra del PP.

Así es como se hace la historia. Es una caricatura del marxismo atribuirle a una visión de la historia como un proceso ciego y objetivo. Por supuesto que se desarrollan profundas contradicciones estructurales en las profundidades del modo de producción. Pero estas contradicciones sólo perfilan las posibilidades -no predeterminan los resultados. Se trata de cómo los seres humanos responden colectiva e individualmente a las presiones estructurales lo que determina lo que ocurre en la realidad. Los manifestantes españoles jugaron un papel al convertir las atrocidades terroristas en una derrota política para los gobiernos guerreristas.

Todos esto, por supuesto, son noticias terribles para Tony Blair. Con toda probabilidad, nunca tendrá la capacidad de "seguir adelante" y hacernos olvidar de Irak. Habrá oportunidades -esperamos que por razones menos terribles que los ataques en España- para derrumbarlo. Estar listos para tales eventos requiere una comprensión teórica de la centralidad de la guerra y la determinación política y organización necesaria para actuar eficazmente.

Alex Callinicos: el socialismo vive

Alex Callinicos. The Revenge of History. Marxism and the East European Revolutions.
reseña de M. Piedad Alliende


Alex Callinicos desafía la idea ampliamente aceptada de que el colapso de los seis regímenes de la Europa del Este (Polonia, Hungría, Alemania Oriental, Bulgaria, Checoslovaquia y Rumania) tras las revoluciones de 1989, marcan la muerte del socialismo. Este libro representa una defensa del marxismo en su vertiente original. De acuerdo a Callinicos los intelectuales de izquierda han tendido a ver sólo dos tradiciones socialistas: la comunista ortodoxa, o bien, marxista-leninista que el autor distingue como stalinista, y la social democrática, que no es sino un socialismo adaptado a los marcos referenciales de la democracia liberal occidental. Sin embargo, para Callinicos hay una tercera tendencia, muchas veces ignorada, y es aquella revolucionaria fundada por Marx y Engels, y continuada principalmente por Lenin y los bolcheviques, Trotsky y la oposición de izquierda, por Luxemburg y Gramsci. Para Callinicos, el stanilismo no es la continuación y consumación de la revolución dirigida por Lenin en octubre de 1917, y por lo tanto, no es el leninismo lo que colapso en el este europeo. Por el contrario, Callinicos sostendrá que lo que ha muerto no es el socialismo —en una forma, sin embargo, degenerada y distorsionada— sino que la negación misma del socialismo, el stanilismo. Para el autor, este colapso podría finalmente dar a luz nuevamente la tradición marxista auténtica, por tanto tiempo sumergida en las tinieblas.

El libro se estructura siguiendo esta línea de pensamiento. Consta de cuatro capítulos más una breve introducción y conclusiones. El primer capítulo “The End of Socialism”? registra las interpretaciones dominantes, tanto de izquierda como de derecha, de las revoluciones de 1989 y busca clarificar lo que el autor entiende por “tradición socialista revolucionaria”. El capítulo dos “The Ancien Régime and the Revolutions” analiza el triunfo y fracaso de dicha tradición (la Revolución de Octubre), trazando el desarrollo del stanilismo desde los comienzos del poder soviético hasta la perestroika, y explorando la naturaleza y límites de la actual crisis que ha hecho tambalear aquel sistema económico y político. En el capítulo tercero “The Triumph of the West?”, Callinicos trata de revocar el triunfalismo imperante que asigna aquella crisis a una victoria del capitalismo liberal. Para ello examina los conflictos existentes entre las diferentes potencias de occidente que, a su juicio, las convulsiones en el este no harán sino que exacerbar. Finalmente en el último capítulo, “Beyond the Market”, se trata de reivindicar la visión marxista clásica del socialismo como una respuesta al futuro orden socioeconómico. Callinicos concluye que las revoluciones del este europeo deben ser vistas no tanto como una crisis de la izquierda, sino más bien como “una oportunidad que finalmente libera al socialismo del íncubo stanilista” (an opportunity finally to free socialism from the incubus of Stalinism), y por lo tanto, “tiempo de reasumir negocios inconclusos” (It is time to resume unfinished business).




Biografía de Marvin Harris

De Antropología. Lecturas. Paul Bohannan y Mark Glazer. Ed McGraw Hill, Madrid 1993.

Marvin Harris (1927) tiene, en el mejor sentido de la palabra, una mente unidireccional. Ha seguido un camino lógico que, realmente, ha ido desarrollando; casi lo ha creado, ya que sus raíces se remontan a muchos científicos sociales, como Karl Marx, del siglo XIX, y al antropólogo del siglo xx, Julian Steward. Finalmente, la idea se conoció como «materialismo cultural». El propio trabajo de campo de Harris en Brasil y en el Africa de habla portuguesa se dasarrolló a partir de esa idea. Ha formado a varias generaciones de estudiantes en sus comienzos.

El nombre de Marvin Harris está tan relacionado con la Universidad de Columbia (donde obtuvo su licenciatura en letras en 1949 y su doctorado en 1953, y donde dio clases desde 1951 a 1981) que sus colegas no podían creerse que se fuese a la Universidad de Florida en 1981.

Town and Country in Brazil se publicó en 1956; entonces amplió su campo a Minorities in the New World (1958) (sobre el que colaboró con Charles Wagley), y Patterns of Race in the Americas (1964). También ha escrito sobre el Africa portuguesa.

Sin embargo, Harris es más conocido por los libros de texto, como The Nature of Cultural Things (1964) o su Culture, Man and Nature (1971), y por sus aventuras a gran escala en las más grandes cuestiones de la antropología. The Rise of Anthropological Theory en 1968 fue una impresionante historia de la antropología, explicada desde el punto de vista de sus profundas convicciones sobre el materialismo cultura], aunque cubriendo el campo amplia y completamente. Libros como Cows, Pigs, Wars and Witches (1974) y America Now: Why Nothing Works (1981) iban dirigidos a grandes audiencias y tuvieron mucho éxito.

Hasta ahora, el mejor resumen de la obra de Harris está en su libro Cultural Materialism: the Struggle for a Science of Culture (1979), del que se ha tomado nuestra selección. Bien escrito, muestra un interesante planteamiento de la antropología moderna.


La obra de Marvin Harris es el último episodio de la contribución de Morgan a la teoría antropológica, es decir, el enfoque «materialista» de la sociedad. La versión contemporánea de este método de entender la sociedad está perfeccionada para tener en cuenta las objeciones principales al método comparativo, lo que Marvin Harris llama «materialismo cultural». Los perfeccionamientos en la obra de Harris tienen un carácter metodológico y analítico y representan avances en el pensamiento materialista antropológico. Este progreso es lo que se considera, en los estudios folclóricos, como modernización, y no en tanto que avance teórico. Harris mantiene las mismas posiciones generales que Morgan o White dentro de los parámetros de la antropología de finales del siglo XX. Los más importantes de estos perfeccionamientos son sus visiones sobre las distinciones entre estudios de carácter emic y etic en la investigación antropológica. Esta distinción metodológica es la que distingue el materialismo cultural de otros enfoques teóricos. Según Harris, la perspectiva emic caracteriza a las estrategias de la antropología que se basan en la visión propia de una cultura, y se supone que representa una estrategia hermenéutica para el análisis cultural. Esto es contrario al método etic, que representa un enfoque exterior y, por tanto, objetivo y científico.

Otro aspecto de la obra de Harris es su carácter generalmente no evolutivo, a diferencia de otros materialistas que se han interesado por el avance de la cultura. Está más interesado en descifrar el desarrollo de rasgos culturales específicos dentro de una sociedad a través del uso de un enfoque etic y la aplicación del materialismo cultural. Harris está interesado en explorar y encontrar respuestas para preguntas como, «¿por qué los indios no comen carne de vaca?» Esta es una pregunta específica sobre un rasgo cultural y no un problema de evolución cultural. También puede decirse que es una pregunta sobre la evolución específica o adaptación. Harris enfoca éste y otros problemas desde una perspectiva etic, es decir, observa las bases objetivas y da las razones de un materialista para ese fenómeno. La propia respuesta de la cultura a la pregunta se descarta por ser emic y, por tanto, inaceptable. Los indios no comen carne debido a razones económicas, no religiosas (razonamiento etic). Comer carne acabaría enseguida con el suministro de leche por el rápido agotamiento de los rebaños. La razón religiosa representa la razón ernic de la cultura india para no comer carne. Este es, claro está, el método materialista en funcionamiento.





Entrevista a Eric Hobsbawm

"La Nación-Estado pierde control, y eso crea inseguridad y violencia"
Silio Boccanera entrevista a Eric Hobsbawm.


El primer aniversario de los atentados terroristas en Estados Unidos inspira nuevas reflexiones sobre la importancia del suceso que sacudió al mundo el año pasado. ¿Fue un hecho único o la señal de un cambio histórico? Si indica una tendencia nueva, ¿cuál es? En el comienzo de un nuevo siglo, ¿estamos entrando en una era de extremos, como dijo del siglo XX el historiador británico Eric Hobsbawn? Nadie puede aclararlo mejor que el propio Hobsbawn, que tiene 85 años y la experiencia personal y profesional de una persona que ha vivido y estudiado los conflictos del siglo XX.

Usted ha calificado el siglo XX como una época de violencia, de demasiadas guerras. ¿Los primeros indicios del siglo XXI le hacen temer que vaya a seguir la misma dirección?

Respuesta. No creo que vaya a haber guerras mundiales como las del siglo XX, en gran parte porque ahora no existen grandes potencias enfrentadas, a no ser que se produzca una guerra mundial en la que intervengan Estados Unidos y China. No obstante, no va a ser un siglo pacífico.

Si se producen esas nuevas guerras, ¿en qué se diferenciarán de las del siglo XX?

Las guerras del tipo de las del XX seguirán existiendo como guerras regionales, por ejemplo, en Asia. Es posible. Al fin y al cabo, la guerra entre Irán e Irak, a la que prestamos muy poca atención, fue una guerra importante. Nos interesó poco porque no era parte de la guerra fría, el gran enfrentamiento entre EE UU y Rusia. Ese tipo de conflictos seguirán existiendo, sin duda, aunque estarán más limitados por el temor a una posible intervención estadounidense. Lo que habrá será un alto grado de inseguridad, sobre todo en las zonas del mundo en las que las instituciones del Estado están desintegrándose.

¿Cree que la guerra contra el terrorismo será la nueva versión de la guerra fría?

Desde el punto de vista de la política norteamericana, sí. En la vida real, no. Para empezar, no es una guerra. No hay un adversario contra el que se pueda luchar como contra una potencia enemiga, un Estado enemigo. En segundo lugar, el terrorismo no es un enemigo; es un término propagandístico para calificar los actos de personas que no nos gustan y que emplean la violencia. Todo el mundo usa la violencia; a los que nos gustan no los llamamos terroristas, sino combatientes de la libertad o alguna otra cosa. No es que terrorismo sea una expresión sin sentido, ni mucho menos. Pero, desde el punto de vista de EE UU, es otra forma de decir: 'Vamos a luchar contra cualquiera al que nos parezca que podemos vencer'. Y eso significa cualquiera.

Estas nuevas guerras, en cierto sentido, se diferencian de las antiguas en que no hay una declaración de guerra ni un final propiamente dicho. Y eso nos lleva a pensar en la paz. ¿Qué es ahora la paz? ¿No es nada más que un intervalo, un mantenerse a distancia de las áreas de conflicto?

Hay zonas de paz, pero el mundo, en su conjunto, no está en paz. Durante la mayor parte del siglo XX, Latinoamérica ha sido una región pacífica, en la medida en que no ha habido guerras tradicionales entre Estados. Supongo que el único gran conflicto fue la guerra del Chaco, en los años treinta. Aparte de eso, prácticamente nada. Desde 1945 también han sido zonas de paz el centro, norte y oeste de Europa, y parece muy poco probable que vaya a haber una guerra entre Alemania e Italia o entre Francia y Alemania. Sin embargo, la mayor parte del mundo no está en esa situación. Y no es posible hablar de paz si recordamos la definición del filósofo Thomas Hobbes: 'La guerra existe no sólo cuando se está librando una batalla, sino cuando la batalla puede comenzar en cualquier momento'. Ésa es hoy la situación en muchos sitios, prácticamente en todos; al fin y al cabo, hay muchas batallas en marcha en lugares como África.

Cuando hablamos de guerra hoy, tendemos a trivializar el término. Es una palabra que se utiliza para demasiadas cosas: la guerra contra las drogas, contra el crimen, contra el terrorismo, contra lo que sea.

Por eso digo que 'guerra contra el terrorismo' es un término propagandístico, que cumple los objetivos políticos internos de Estados Unidos, pero no quiere decir nada desde el punto de vista internacional.

¿Vamos a ver, en nombre de esa supuesta guerra contra el terrorismo, violaciones de los derechos civiles y humanos en Europa y Estados Unidos, como ocurrió en Latinoamérica durante la guerra contra los rojos, los subversivos, los izquierdistas?

Sí, creo que es un peligro muy real. Uno de los mayores riesgos de las llamadas guerras contra las rebeliones, el terrorismo o el bandolerismo, es que casi siempre han desembocado en torturas. Latinoamérica ha tenido una enorme experiencia en este aspecto. Y ahora está muy claro que el peligro existe. Incluso veo que algunos intelectuales de EE UU o Israel lo justifican, y eso me parece un retroceso a la barbarie.

Habla usted del mal uso de la terminología. Ahora tenemos la distinción que se hace entre combatientes y no combatientes, por ejemplo, en el caso de los prisioneros talibanes en Guantánamo, que, por consiguiente, no cumplen los requisitos para acogerse a la Convención de Ginebra. ¿Las nuevas guerras están eliminando las diferencias entre combatientes y no combatientes?

Sí y no. En ciertos aspectos, la distinción entre combatiente y no combatiente ha resucitado. En el siglo XX, en la práctica, no existía esa diferencia, y el objetivo principal de las grandes guerras era destruir a los no combatientes. Gracias a la alta tecnología de la que disponemos hoy, es posible seleccionar los objetivos con mucha más precisión que antes, y ahora se puede distinguir entre combatientes y no combatientes. Sin embargo, a la hora de la verdad, estas nuevas técnicas y tecnologías no son muy de fiar. Se ha podido ver en Afganistán, donde han muerto muchos más no combatientes que combatientes. Y, por ejemplo, como usted dice, en Guantánamo, a los que no nos gustan los calificamos de no combatientes.

O se les califica de tal manera...

... que queden excluidos tanto de los derechos de los civiles como de los derechos de los combatientes.

Si examinamos de nuevo los atentados del 11-S, como algo más que una gran acción terrorista, ¿qué tipo de consecuencias a largo plazo prevé usted?

Creo que los sucesos del 11-S, en sí, no tuvieron gran importancia política ni militar. Fueron muy espectaculares y trágicos, pero no cambió nada en la situación internacional. La idea de que EE UU está verdaderamente en peligro por este motivo es irreal. En mi opinión, hay que ser conscientes de los límites que tiene este tipo de actividad terrorista. No creo que pretendiera acabar con EE UU. No podría. Si hubiera tenido la capacidad de movimientos terroristas eficientes, de larga historia y bien organizados, como ETA en España o el IRA en Inglaterra, quizá habría intentado hacer que Estados Unidos se retirase de ciertas regiones. Igual que ETA pretende que España se retire del País Vasco y el IRA quiere expulsar a Gran Bretaña de Irlanda del Norte. Estados Unidos, claramente humillado por un golpe tan extraordinario, pensó que tenía que hacer algo para recuperar su posición internacional. Seguramente ha ido más allá y ha aprovechado la ocasión para asentarse como líder hegemónico mundial, sobre todo en el terreno militar.

Vimos la impresionante demostración de fuerza del ejército estadounidense en Afganistán. El presupuesto militar norteamericano ha aumentado tremendamente. ¿Es posible que su superioridad se haya hecho tan abrumadora que hayan perdido importancia no sólo sus enemigos, sino incluso sus aliados?

La situación no ha cambiado. En cierto sentido, ya era evidente, por ejemplo en la guerra del Golfo, que, si había un conflicto armado entre las potencias del Tercer Mundo y las del Primero, éstas ganarían. Podían ganar cualquier batalla que quisieran. La pregunta es: ¿y después, qué? ¿Cómo se establece un control permanente o incluso una intervención permanente en esos países? En el pasado se podía hacer porque, en gran parte del mundo, la gente estaba preparada para aceptar la lógica del poder. Los británicos consiguieron dirigir el imperio indio, que era mucho mayor que Gran Bretaña. Gobernaban a cientos de millones de personas con un número mínimo de soldados y funcionarios británicos, en parte porque los indios siempre han estado sometidos a diversos conquistadores y aceptaban la lógica de la situación. Además, uno puede establecer su poder a base de obtener aliados. Y también en ese caso fue así, el imperio británico en India dependía, hasta cierto punto, de sus alianzas con los príncipes indios, que eran sus súbditos, pero salvaron a los británicos.

Al mismo tiempo, el poder británico de la época no era quizá tan hegemónico como lo es hoy el de EE UU, en el aspecto militar.

A escala mundial, no. El imperio británico, en el sur de Asia, no sólo era hegemónico, sino que dominaba por completo. Gobernaba la región, la administraba y podía dirigirla desde Londres. Pero en el mundo en general no era así, porque los británicos sabían que eran un país de tamaño medio que disponía temporalmente de un inmenso poder militar -era la única potencia naval del mundo- y una economía muy fuerte. Sin embargo, sabían que no tenían la fuerza suficiente para dominar del todo. Por ejemplo, en la Norteamérica colonial, los británicos intervinieron al comienzo de la lucha por la independencia, pero luego se rindieron. Decidieron que estaba demasiado lejos. Podían hacerlo, pero no les mereció la pena.

Existen ciertos paralelismos, pues, con el imperio estadounidense de hoy, en cuanto al poder económico y militar. ¿Pero ve usted signos de decadencia o pérdida de ese poder?

Es difícil decir. Desde luego, no veo indicios de decadencia. Veo signos de debilidad en la economía estadounidense. Soy un hombre viejo (nací en 1917) que ha vivido gran parte del siglo XX, y si hay algo que he aprendido, es que los grandes imperios se desintegran a gran velocidad. Viví la caída de los grandes imperios coloniales. Viví el intento de los alemanes de establecer un imperio en Europa y, tal vez, en todo el mundo: el Tercer Reich, para el que preveían mil años de vida, y que no perduró. Viví la gran revolución mundial, que debía durar para siempre, y no fue así.

La revolución soviética.

Sí. Soy demasiado viejo para ver el final de una hegemonía temporal en manos de una sola potencia, pero algunos lectores de mi autobiografía lo verán.

La beligerancia del Gobierno estadounidense actual, en la retórica o en la práctica, ¿es sólo un fenómeno republicano y de George Bush? ¿O cree que se ha integrado como elemento de la política nacional, independientemente de quién gobierne después de Bush?

La estúpida beligerancia y el egoísmo cerril de la política norteamericana son, en mi opinión, propios de Bush. Por ejemplo, la idea de poner en peligro toda la organización mundial de comercio mediante la firme protección del acero estadounidense frente a los demás, porque beneficia propósitos electorales en Pensilvania, es típica del régimen de Bush. Sin embargo, la convicción de que Estados Unidos es la potencia dominante en el mundo es una cosa general en el aparato político, militar e intelectual de Washington. Antes eran lo bastante realistas como para saber que necesitaban colaborar con aliados, aunque algunos de esos aliados fueran poco más que unos subordinados. Uno de los principales objetivos de la política exterior estadounidense ha sido impedir que los europeos desarrollen un poder militar propio. Para los norteamericanos, lo ideal ha sido siempre que las potencias europeas, empezando por la británica, vivan de las migajas que dejen ellos. Las autoridades estadounidenses hablan mucho de que Europa no hace los esfuerzos necesarios en el terreno militar, pero gran parte de su política ha consistido en impedir que Europa pudiera ser independiente del aparato militar norteamericano.

¿Cree que los europeos intentarán servir de contrapeso al poder estadounidense?

Los únicos europeos que han intentado no depender de los estadounidenses han sido los franceses. Aunque, por supuesto, se aliaron con ellos contra la Unión Soviética. Pero se dieron cuenta de que Estados Unidos podía ser una amenaza comparable porque era una gran potencia. No creo que ningún país europeo esté en condiciones de competir con EE UU. La ventaja militar de los norteamericanos es tal que no creo que nadie pudiera intentarlo, excepto quizá los chinos.

¿Qué pasa con China, entonces? ¿Cree que puede ser un contrapeso del poder norteamericano hoy o en un futuro próximo?

En ciertos aspectos, Estados Unidos no es dominante. Por ejemplo, su economía no es superior a la europea. Creo que lo mismo se puede decir de China en el terreno político. China es una potencia independiente. Políticamente, Europa no es una gran potencia porque los Estados no pueden unirse, y militarmente no cuenta en absoluto. Ahora bien, ¿habrá un conflicto entre China y EE UU, un enfrentamiento que acabe siendo un gran conflicto militar? No lo sabemos. Pero existe el riesgo, porque los norteamericanos tienen un compromiso histórico de defensa de Taiwan, y los chinos tienen el compromiso histórico de incorporar la isla. Y ése es un motivo de conflicto.

¿Podemos suponer que, en este nuevo orden mundial, quedará todavía menos espacio o preocupación para las necesidades de los países en vías de desarrollo como Brasil, el sur, el Tercer Mundo y otros?

Desde el punto de vista político, no hay ya mucho espacio salvo en el ámbito regional, porque, en cierto sentido, EE UU es el único país que posee una política mundial, en lo militar y lo político. Desde el punto de vista económico, creo que depende del éxito o fracaso del neoliberalismo. Durante los últimos 20 años hemos tenido el proceso de la globalización, que es algo que está ocurriendo en cualquier caso, no una cosa que a uno le pueda gustar o no gustar. Lo que ocurre es que se ha identificado ese proceso de globalización con la idea del libre comercio mundial y un mercado libre incontrolado. Eso, sin duda, ha fortalecido a algunos de los grandes Estados del norte y ha debilitado a los demás; especialmente, a Latinoamérica. Me irrita oír constantemente a todos los que se preguntan si va a haber una depresión mundial. Lo que quieren decir es si va a haber una depresión en Norteamérica y Europa, porque en países como Brasil, las depresiones económicas van y vienen desde 1980.

¿Quiere decir que allí ya han visto la depresión?

La gente se olvida del 80% que vive en el sur, en el Tercer Mundo. Pero creo que esta política concreta, el llamado consenso de Washington o como se llame este fundamentalismo de mercado, está llegando a su fin, porque es evidente que ha fracasado, sobre todo en los últimos tres o cuatro años. A medida que volvamos a una política internacional con una economía de mercado en la que el Estado tenga algún poder para controlar los excesos del mercado libre, habrá más espacio para las economías del sur.

En su libro Historia del siglo XX termina con la observación de que 'no puede mirar el futuro con gran optimismo'. ¿Qué le da más miedo?

Lo que más temo es el debilitamiento gradual del Estado. A lo largo de los últimos 30 años, en muchos aspectos, ha ido disminuyendo gravemente el grado de ley y orden, el control de los Gobiernos sobre lo que ocurre en sus territorios. Es una tendencia que se ve en todos los países, incluso en Estados Unidos. En Latinoamérica, por ejemplo, es difícil pensar que el Gobierno colombiano tiene control real sobre lo que ocurre en su territorio. Es una situación relativamente nueva, parecida a la que existía en Latinoamérica a principios del siglo XIX, pero que se había ido eliminando.

La pérdida de control de la nación-estado.

La nación-estado pierde control, y eso produce enorme inseguridad y violencia. También temo el enorme aumento de las desigualdades sociales que se ha producido en los últimos 20 o 30 años. Aunque es verdad que, en conjunto, la mayoría de la gente en el mundo vive mejor, más tiempo y en mejores condiciones, a lo largo del siglo XX las desigualdades sociales han crecido. Y son unas desigualdades peligrosas. En mi opinión, eso genera inestabilidad, pero una inestabilidad imprevisible. Lo que me da miedo es que los que más probabilidades tienen de sacar provecho político de esa inestabilidad son los reaccionarios. Están en aumento la xenofobia, el racismo, el fundamentalismo económico y, sobre todo, el fundamentalismo religioso. Este último, por desgracia, afecta a todas las religiones.

¿Ésas son las amenazas que usted percibe y teme?

Son las amenazas que temo, porque la causa de la razón, el progreso y la mejora, que todos hemos defendido de diversas maneras -como liberales, socialistas o comunistas-, está cada vez más debilitada. Temo el avance político de la gente que provocó las grandes tragedias del siglo XX. No será el fascismo, pero será el mismo tipo de ultraderecha nacionalista o fundamentalista, y eso es algo que hay que temer.